Es el más importante músico y cantaor flamenco de nuestros tiempos. Ésta es una afirmación rotunda y comprometida. Tengo mis razones, para hacerla. Mis gustos.
Morente canta muy bien. Lo mismo el canon flamenco que las nuevas músicas flamencas que el inventa para las poetas que le duelen, que le alegran. Además de ello es ingeligente. Que resulte clásico para algunos y vanguardista para la mayoría es un hecho que no dice gran cosa. Morente es dórico y corintio a un tiempo. En sus primeros discos es de un clasicismo radical, excesivo para un chico de veinte años. En ellos demuestra Morente que aprendió la lección que vorazmente cogió de sus maestros en los años sesenta de los tablaos madrileños. Morente se juntó con los viejos, a escucharlos: Bernardo el de los Lobitos, Pepe de la Matrona, Juan Varea, Perico el del Lunar, Manolo de Huelva, Aurelio Sellés. A escuchar de sus vocecitas temblonas sus cantes y sus historias. Cantes e historias de un hombre que no llegó a viejo, Antonio Chacón que, ya lo irán sospechando ustedes, es el verdadero creador del arte flamenco. Viejos con memoria de elefante que le trasmitieron la devoción a una obra que ellos vieron nacer, a un hombre al que contemplaron morir. Chacón configuró el repertorio flamenco a finales del siglo XIX y principios del XX.
Morente es el más chaconiano de los cantaores de nuestra época y sin embargo es tildado de heterodoxo. Cosas que pasan en el flamenco, en el arte. En toda su obra es radical la huella chaconiana, aunque en sus primeros cinco discos este influencia raya la devoción religiosa. Morente se hizo hombre, cantaor de flamenco, por Antonio Chacón, imitando los gestos, las actitudes de rebeldía, los melismas de Chacón. El quinto disco de Morente se titula ‘Homenaje flamenco a don Antonio Chacón’ (1977). En él descubre a los aficionados flamencos el legado del gran cantaor jerezano. Aunque como buen granadino dórico, hombre del oriente al cabo, incluyó en estos discos los fandangos del Yerbabuena y las granaínas. Sin embargo el Morente más mineral de esta etapa pujante, hermosa, primera, inaugural, es el cante de las minas: tarantos y tarantas de Almería, cartageneras y malagueñas. Morente descubre en estos primeros registros la potencia que es capaz de expresar su rabia y su capacidad melismática. Para muchos este es el mejor Morente, el más perdurable.
Eso sí, ese mismo año de 1977 del disco dedicado a Chacón también grabó otro titulado ‘Despegando’. En él introduce música flamenca nueva, inédita, a ritmo de tangos y bulerías, compuesta por él para cantar textos nuevos, algunos firmados por él mismo, de afirmación personal y regional, y otros de poetas como Miguel Hernández y Antonio Machado. También la influencia de otras músicas, las de la egipcia Om Kalsoum. Y Morente cantando mejor que nunca. Morente barroco, soberbio, retorcido por el melisma. El acierto de nuestro cantaor, que no fue el primero en cantar poetas de los llamados cultos, consistió en crear nuevas músicas para cada poema, en lugar de adaptar los poemas a los palos clásicos, que fueron compuestos para otro tipo de poesía, la flamenca en cuartetas octosílabas. A los nombrados les seguirían Manuel Machado, Pedro Garfias, Alberti, Nicolás Guillén, José Bergamín, etc. También los de siglo de oro: San Juan, Fray Luis de León, Quevedo. Y los de la edad media: Juan del Encina. Incluso de otros idiomas: Al-Mutamid, Leonard Cohen.
Morente es el más chaconiano de los cantaores de nuestra época y sin embargo es tildado de heterodoxo. Cosas que pasan en el flamenco, en el arte. En toda su obra es radical la huella chaconiana, aunque en sus primeros cinco discos este influencia raya la devoción religiosa. Morente se hizo hombre, cantaor de flamenco, por Antonio Chacón, imitando los gestos, las actitudes de rebeldía, los melismas de Chacón. El quinto disco de Morente se titula ‘Homenaje flamenco a don Antonio Chacón’ (1977). En él descubre a los aficionados flamencos el legado del gran cantaor jerezano. Aunque como buen granadino dórico, hombre del oriente al cabo, incluyó en estos discos los fandangos del Yerbabuena y las granaínas. Sin embargo el Morente más mineral de esta etapa pujante, hermosa, primera, inaugural, es el cante de las minas: tarantos y tarantas de Almería, cartageneras y malagueñas. Morente descubre en estos primeros registros la potencia que es capaz de expresar su rabia y su capacidad melismática. Para muchos este es el mejor Morente, el más perdurable.
Eso sí, ese mismo año de 1977 del disco dedicado a Chacón también grabó otro titulado ‘Despegando’. En él introduce música flamenca nueva, inédita, a ritmo de tangos y bulerías, compuesta por él para cantar textos nuevos, algunos firmados por él mismo, de afirmación personal y regional, y otros de poetas como Miguel Hernández y Antonio Machado. También la influencia de otras músicas, las de la egipcia Om Kalsoum. Y Morente cantando mejor que nunca. Morente barroco, soberbio, retorcido por el melisma. El acierto de nuestro cantaor, que no fue el primero en cantar poetas de los llamados cultos, consistió en crear nuevas músicas para cada poema, en lugar de adaptar los poemas a los palos clásicos, que fueron compuestos para otro tipo de poesía, la flamenca en cuartetas octosílabas. A los nombrados les seguirían Manuel Machado, Pedro Garfias, Alberti, Nicolás Guillén, José Bergamín, etc. También los de siglo de oro: San Juan, Fray Luis de León, Quevedo. Y los de la edad media: Juan del Encina. Incluso de otros idiomas: Al-Mutamid, Leonard Cohen.
En la imagen, Enrique Morente. Foto cortesía del artista.