por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







domingo, 29 de abril de 2012

El doble de Camarón


'Boquerón de la Isla'
 Francis Mármol
 Málaga, Gisae, 250 pp.
Seguimos recordándolo, añorándolo, 20 años después de su muerte. Al parecer, antes de tener un ciento, miles, Camarón tuvo un doble. Uno que se crió profesionalmente en Málaga, que dio sus primeros pasos artísticos en Torremolinos y de la mano de Miguel de los Reyes, que llevo a cabo sus giras con Mariquilla cuando esta residía en Málaga y que compareció, la mayoría de las veces de las que estaba anunciado y muchas otras en las que no, en la Taberna Gitana de la capital de la Costa del Sol. Fue en este último local donde más alternó con uno de sus maestros de cante, Antonio el Chaqueta, del que tomó no pocos trabalenguas y coletillas para sus cantes festeros y al que homenajeó en una de sus soleares más impactantes. Y es que esta historia de Camarón en Málaga recoge otras historias, otros nombres, otras personalidades y vivencias del flamenco en Málaga: El Tiriri, Fernanda, Porrinas, El Carrete, Tomatito. Porque fue en la malagueña Taberna Gitana donde se produjo este encuentro fundamental para la música del siglo XX, Camarón y Tomate, en 1974. El Chino, camaronero de pro y cantaor personal, que se marchó antes de lo que esperábamos. Remedios Amaya, que vivió una larga temporada en la calle Sevilla de Málaga, etcétera. También artistas no flamencos como el taxista Miguel el Madrona, Carapalo, José María Heredia, El Joyero, Salvador Fernández, El Cheri, etcétera. La pequeña y la gran historia.
Hay tantos camarones como seres humanos, y Francis Mármol nos ofrece el suyo, malagueño de pro y confeccionado de viva voz, de testimonios, a través de una indagación en la prensa malagueña, entre el 64 y el 92, con citas convenientemente documentadas y anotadas, y con 40 nuevas entrevistas. No falta también el recurso creativo, cuando la realidad así lo demanda, sea en forma de una imaginaria carta del cantaor a su madre, que nos sitúa en el presente de su circunstancia vital del momento, o esa deliciosa viñeta de una noche en El Cortijillo, a la luz de la memoria de Paco Pruna. De manera que el límite entre el reporterismo y la creación literaria pura queda convenientemente marcado, para evitar equívocos. Como debe ser. Mármol aúna el instinto de sabueso periodístico con el don de la narración imaginada. El primero, para serlo de calidad, como es el caso, debe ir de la mano de la realidad histórica, mientras que el segundo es en la pedantería de los nombres y los adjetivos donde puede despeñarse. La clave es sencilla: tener muy claros los límites exactos entre ambos, como hace nuestro autor. A Mármol no se le ha pasado nada por alto: ni un recital en una peña, ni una juerga de fin de semana. Hasta sus cantes en la cárcel de Málaga retumban en esta obra. Hasta su último concierto en La Malagueta, dos años antes de su muerte. Todo Camarón en Málaga está en este libro, tan minucioso como bello, claro y azul de tanto mar, de San Fernando a Málaga, el Mediterráneo. Mármol va desgranando, a su forma, la biografía oficial, de Camarón y del flamenco de la época, con el detalle de las peripecias malagueñas de su biografiado, de forma que el retrato en primer plano se entienda contra el paisaje de fondo. Y es por eso que este libro, con la excusa de un Camarón, el de Málaga, nos ofrece el doble. El doble de Camarón, ¿alguien da más?

sábado, 28 de abril de 2012

El (o)caso de Pepe Aznalcóllar y otros mi(ni)sterios de lo jondo en la guerra civil

Día 4 de mayo: Peña Flamenca 'El Laurel' de Lora del Río (C/ Alameda del Río s/n), 22 horas Con Juan Vergillos (narración), El Junco (baile), El Galli (cante), Paco Iglesias (guitarra) y Susana Casas (palmas)

martes, 24 de abril de 2012

El o(caso) de Pepe Aznalcóllar y otros mi(ni)sterios de la guerra civil y el flamenco

(Ahí va un adelanto de lo que podréis escuchar el próximo viernes, 27 de abril, en la Peña Flamenca 'Juan Talegas' de Dos Hermanas, a las 22 horas, en la Avenida Sevilla s/n.)

Llevó a cabo, con tan sólo 16 años y la guitarra de Niño Ricardo, unas grabaciones de los estilos populares en la época: milonga, taranta, granaínas de Vallejo y Chacón y fandanguillos de Vallejo, Carbonerillo y José Rebollo. Su nombre era José Losada Carballo y nació en el pueblo sevillano que le dio el nombre artístico el 2 de mayo de 1912.




Fue un niño prodigio: su afición y conocimientos de los estilos flamencos quedan bien patentes a esta temprana edad, hasta el punto de que se incorpora a la compañía de la Niña de la Puebla, habiendo sido apadrinado antes por el Niño Ricardo, como decíamos, y por el propio Manuel Vallejo, de cuyas formas era seguidor. Participó en el concurso Price de Madrid de 1936, ése en el que Pericón cantó sus famosas "dos letras". La guerra coge a Aznalcóllar en Almería, de gira con la Niña de la Puebla, que disuelve su compañía al llegar a Málaga y quedar incautado su autobús. Sin embargo, Pepe Aznalcóllar no volvió a su pueblo o a Sevilla, donde, según afirma Manolo Bohórquez "su vida corría peligro", sino que se traslada a Cartagena. Recordemos que, según cuenta Luis Caballero, cuñado de Aznalcóllar, el suegro de Pepe, Vidal Caballero, fue fusilado el domingo de Ramos de 1937. El caso es que la estrella del Niño de Aznalcóllar, que empezaba a brillar antes de la guerra civil, se eclipsó en la posguerra y el cantaor no reapareció hasta 1955 como Pepe Aznalcóllar. Con la voz rota, con las facultades muy disminuidas, Aznalcóllar tuvo que reinventarse como cantaor. Si el Niño de Aznalcóllar es un excelente fandanguero, pero también un cantaor completo, a pesar de ser un adolescente, es decir, todavía un cantaor en formación, Pepe Aznalcóllar crea en la posguerra un fandango corto, casi hablado, muy sentimental, adaptado a las nuevas y mermadas facultades del cantaor. Y en toda su discografía posterior a la guerra civil no registra sino fandangos y, ocasionalmente, algún otro cante: cuplés por bulerías, milongas, alguna soleá, alguna cantiña, un apunte de malagueñas... con las guitarras, además de las mencionadas en otro lugar, de Pepe Martínez y Enrique Naranjo, y para las discográficas Hispavox y Columbia. Varios son por tanto los misterios que rodean a Pepe Aznalcóllar: ¿cuál es la razón de su largo silencio entre 1936 y 1955? ¿Porqué cambió, en este tiempo, su repertorio? Pepe Aznalcóllar falleció en 1973, es decir, a punto de cumplir 61 años. La imagen primera que tuve de Pepe Aznalcóllar, la de aquellos vinilos de los 50 y 60, es la de un fandanguero muy lírico. Tanto que en ocasiones resulta dulzón y amanerado. En estos discos está acompañado por Félix de Utrera y Antonio Piñana hijo, colaboración esta última fruto sin duda de su amistad con el estilista de los estilos levantinos Antonio Piñana, que se forjó durante la estancia cartagenera de Aznalcóllar en la guerra civil. Es un fandango directo, casi hablado, pero pleno de lirismo. Un fandango de posguerra, que más tarde ejecutaron Fernanda de Utrera y Luis Caballero, entre otros. Es una voz limitada, corta, muy tímida y ensimismada pero al tiempo muy lírica. Un lirismo que deriva del timbre de voz ya que, en la posguerra, Aznalcóllar estaba totalmente divorciado del melisma. El caso es que Pepe era muy consciente del cambio que habían sufrido sus facultades y por eso se adaptó a los nuevos tiempos a la perfección, como estilista del fandango, condición con la que alcanzó una notoriedad muy destacable en la posguerra, como decía más arriba.



El Niño de Aznalcóllar es un caso muy distinto. Hablamos de un adolescente aplicado, seguidor de Vallejo ("¡viva Manuel Vallejo y yo!", se jalea a sí mismo en uno de sus cantes por fandangos): un cantaor en potencia, sí, aunque entregado, con unas condiciones vocales extraordinarias, lírico, sí, y largo también. Tanto, como para poder emular a Vallejo y a Chacón.



¿Cómo este cantaor largo y explosivo, poderoso, brillante, viril y seguro, se convirtió en el tímido, amanerado y corto, aunque delicioso, Pepe Aznalcóllar? La clave de este misterio se encuentra, acaso, en lo acontecido durante la guerra civil. Ese es el misterio de este cantaor que algún día, con suerte, un biógrafo entregado quizá nos podrá desvelar.

miércoles, 18 de abril de 2012

El (o)caso de Pepe Aznalcóllar y otros mi(ni)sterios de lo jondo en la guerra civil

Conferencia ilustrada:

Narración: Juan Vergillos
Baile: El Junco y su grupo

Día 27 de abril: Peña Flamenca 'Juan Talegas' de Dos Hermanas (C/ Sevilla, s/n), 22 horas.
Día 4 de mayo: Peña Flamenca 'El Laurel' de Lora del Río (C/ Alameda del Río s/n), 22 horas
Día 13 de mayo: Peña Flamenca 'El Gallo' de Morón (C/ Calzadilla 8), 13,30 horas
Día 18 de mayo: Peña Flamenca 'El Pozo de las Penas' de Los Palacios (C/ Cantarrana 11) , 22 horas

Una de las grabaciones de Pepe Aznacóllar

Un país sin tragedia

Ballet Flamenco de Andalucía. Baile: Patricia Guerrero, Sara Vázquez, Ana Adraz, Marta Arias, Mónica Iglesias, Maise Márquez, Eduardo Leal, Juan Carlos Cardoso, Ángel Fariña, Fernando Jiménez, Álvaro Paños, Pastora Galván, Rocío Molina, Rubén Olmo. Músicos: Zambullo, Fabiola, David Carmona, Manuel de la Luz, Chupete. Música: David Carmona, Agustín Diassera, Jesús Cayuela. Escenografía: Juan Ruesga. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Dirección y coreografía: Rubén Olmo. Lugar: Teatro Central. Fecha: del 17 al 22 de abril. Aforo: Tres cuartos.

El Ballet público andaluz estrena la fórmula "dirección por obra". Particularmente prefiero un compromiso mayor, un plazo para que las propuestas artísticas y formativas crezcan y se consoliden. Dirección por obra me suena a lo de la "cultura instantánea" de que habla Vargas Llosa. De esta manera la dependencia de los administradores es mayor, en detrimento de la libertad artística. Mientras nos invita a adelgazar, el Estado engorda.
Ruben Olmo

Metáfora es una suite de hace un siglo de un país inexistente. Lugar sin tragedias, sin cainismos, con el drama de la nostalgia por lo perdido, lo que nunca existió: ese país. Olmo ha debido gozar de plena libertad porque su obra es un retrato exacto de su creador: lirismo sin temperamento. Puro color. Como si hace cien años nuestro romanticismo tardío no hubiese derivado en nacionalismo. Sin énfasis, sin estridencias. Un ballet sin casticismos, pero estrictamente flamenco y andaluz. También Marchena o La Argentina fueron jondos sin estridencias. Hermosa repostería flamenca es Metáfora. Algunos de los mejores coreógrafos y músicos flamencos no fueron casticistas, especialmente los franceses, italianos, argentinos y polacos. Ni la elegía final, precisamente por el país que no fuimos, cae en exceso alguno. La partitura de Diassera está a la altura de una coreografía poco comprometida pero plena de colores, con mudanzas boleras estilizadas, palillos del campo y algunas sombras de la China. Un gran acierto contar con música original de jóvenes creadores. Molina, excesiva, autoparódica, maravillosa, da el tono, la nota contra la que se afina toda la obra. El Ballet de Andalucía sigue siendo convencional pero, después de mucho tiempo, ha dejado de aburrir. Olmo significa para la institución una vuelta a lo mejor del pasado y, al tiempo, una inyección de juventud.

domingo, 15 de abril de 2012

Se extinguieron los fuegos de artificio



Pedro Sierra
'El toque Flamenco'
Producido por PS. La Voz del Flamenco

Vuelve, y viva, la guitarra solista y sola. Y ojalá que lo haga para quedarse. Les dije que algo de bueno tenía que tener la precariedad de medios que nos embarga: la vuelta a lo esencial, al mérito, a lo válido. Claro que esta vuelta de la guitarra flamenca es un retorno a las raíces. Pero no puede ser una vuelta acrítica. Sabemos mucho. Hemos aprendido mucho, quizá demasiado. Del contacto con lo otro, con otras músicas (jazz, académica, étnicas), con otros instrumentos, venimos cargados de acordes, de saberes, de técnicas y de experiencias. Y esa acumulación de saberes brilla más que nunca ahora que la guitarra solista vuelve a sus orígenes. Plena y rica. La vuelta a lo esencial no significa vuelta a la precariedad, ni mucho menos. Eso de la indigencia, el cuento del cuarto, es un cuento para viajeros ingenuos que nos hemos llegado a creer aquí, mientras que los viajeros aprenden latines. Vuelve a su riqueza originaria que es esa conexión, sin mediadores, con lo instintivo, con lo emocional básico. Se acabaron los fuegos de artificio.
Eso no quiere decir que haya que descuidar las formas, como demuestra una entrega pulida hasta sus últimas fronteras, natural, claro, pero también civilizada, en el sentido más griego, político, del término. Música para todos los hombres y mujeres que tengan oídos y corazón. Tampoco hace falta disfrazarse de buen salvaje (otra trola para guiris que no nos creímos más que nosotros) ni hacerse los difíciles. El cantaor sólo quiere cantar como el bailaor bailar. Y, como tocaor, toca madera Sierra. Sólo noto cierto descuido en los aspectos visuales de la obra. Que nos volvamos esenciales no quiere decir que no nos vayamos de fiesta, todo lo contrario: gozosas las dos bulerías, modales. El zapateado en un tono mayor que me recuerda obsesivamente una pieza de Pepe Habichuela, A Mandeli, y a Sabicas, y en el que no suenan más que las cuerdas, ni una palma siquiera de más ni de menos. La fiesta sigue por unas guajiras plenas de contundencia e intención. La guitarra suena absolutamente contemporánea, apretando y dividiendo más el compás tradicional, aunque asomen, asentándonos en tierra, las armonías y el ritmo clásico de dicho estilo. Sierra tiene una facilidad en el toque, una velocidad, un virtuosismo, que hace fácil todas las cosas dificultosas que toca. Y, además de componer falsetas de fantasía, también se gusta en los temas y estribillos como éste con sabor clásico de las guajiras, donde no faltan guiños a los maestros. En las cantiñas el clasicismo de pronto se ve trufado de un arpegio y contratiempos que nos ponen los pies en el desencanto contemporáneo. Los fandangos de Huelva también son una fiesta que se abre con una larga introducción libre de ritmo. Pulcros, depurados, livianos e íntimos son estos fandangos. No faltan los guiños a las melodías tradicionales pero el acabado de la pieza es, como digo, absolutamente contemporáneo. Es el equilibrio de todos los días, de la calle, de los que habitamos edificios seculares y respiramos el aire de hoy. Sierra ha llevado un aire sentimental a los tientos que dan nueva vida el género. En el jaleo final retoma un tema de la rondeña. Soleá por bulerías de marchamo clásico, las falsetas se van sucediendo por mor del sonido, de la variación melódica y la exactitud rítmica.
La rondeña es un gran despliegue de recursos técnicos, es decir anímicos, desde la melancolía a la virilidad épica del picado. Contundencia de bordones e intimismo montoyista de trémolo, que desemboca en el ritmo ternario que Paco de Lucía le impuso al género. La obra al completo muestra una enorme voluntad clasicista que va desde la concepción a la ejecución, pero que no puede, ni lo pretende, evitar estar imbuida de los aires que hoy soplan en lo jondo. Que es uno de los grandes de la guitarra de hoy ya lo sabíamos, aunque éste, su mejor disco, venga a subrayarlo.

viernes, 13 de abril de 2012

Respirar la emoción

Baile, coreografía y dirección: Marco Flores. Guitarra: Antonia Jiménez. Cante: Inma Rivero, Mercedes Cortés. Palmas: Ana Romero. Lugar: Sala Joaquín Turina, Sevilla. Fecha: Jueves, 12 de abril. Aforo: Casi lleno.




Hay que agradecerle su interés por la moda o, al menos, su buen gusto en este campo. Así nos ha sacado del sopor o del horror que suele caracterizar al baile masculino contemporáneo en lo que a vestuario se refiere. Su recital fue de menos a más. Al principio me desorientó el uso de ciertos recursos, manos, hombros, caderas, cabeza, tradicionalmente reservados al baile de mujer. Durante buena parte del recital me acordé de las palabras de mi amigo Juan delGastor: "Lo difícil en el baile es pararse". El bailaor no para. Si supiera que al común del público nos importan tres pitos los despliegues técnicos. Son cosas de bailaores para bailaores pero al espectador corriente lo que le interesa es el ser humano que se esconde detrás de tanta técnica. De ahí la importancia de pararse, para dejar fluir la propia humanidad, en la que se identifica también el ser humano que se encuentra sentado en el patio de butacas. Lo expresó muy bien en la soleá un espectador situado a mi izquierda: "Despacito, tranquilito, suavecito, no hay prisa". Pero ¡qué dificil pararse! Lo hizo en la soleá y en la bulería final y ahí nos paró la respiración. Nos hizo respirar de emoción. Contra congestión, respiración.



La congestión que dominó buena parte del recital, sobre todo la seguiriya. En las cantiñas empezó a gustarse, a rematar con gusto y personalidad. En la soleá se nos dio todo y la soleá representa lo mejor que puede dar de sí.

jueves, 12 de abril de 2012

Autorretrato del cantaor

Bulos y tanguerías+El Niño de Elche. Intérprete: El Niño de Elche. Lugar: Centro de las Artes de Sevilla. Fecha: Miércoles, 11 de abril. Aforo: Lleno.




La propuesta se compone de varias escenas (sus responsables prefieren la denominación de acciones: las palabras están cargadas de política, ya saben) dominadas por el ingenio, por el juego de palabras, sonidos, movimientos escénicos, imágenes, etcétera. Algunas me resultaron divertidas y otras farragosas: el ingenio es así, un cartucho que estalla y ya, no se lo puede alargar demasiado. Lo que más me ha interesado es la indagación en la voz flamenca, en la voz humana, en la boca, en laringe y pulmones, que ha llevado a cabo el Niño de Elche. El cantaor ha puesto la voz y el cuerpo, es el protagonista exclusivo de la pieza: canta, actúa, suda, respira, cocina, ingiere. Inspirada en la obra de Francis Bacon, acoge en su seno otras muchas referencias cultistas, incluyendo los versos de Antonio Machado y Miguel Hernández. La indagación técnica del Niño de Elche le ha llevado, también, a elaborar una pieza de flamenco-rock siniestro (que no gótico, por favor) que está también entre lo mejor de la propuesta.

Imangel de Félix Vazquez


Menos me han interesado las amables referencias políticas, en el sentido actual del término, ni siquiera las que se refieren al arte flamenco: ¿todavía a alguien le interesa el tema de la pureza? Creo que ni en las peñas flamencas son tan recalcitrantes. Como diría aquel, "Dios mío, todo cambia en este mundo menos la vanguardia". Una propuesta para inteligentes, es decir, más intelectual que emocional o física en la que, eso sí, el intérprete se deja la piel.

lunes, 9 de abril de 2012

El desencanto y la rabia

VORS. Jerez al cante. VVII Producido por A. Benítez, J. M. Castaño y G. López. BBK
La nueva producción discográfica de BBK está dedicada a seis de los grandes nombres del cante jerezano actual, en su versión más tradicionalista. Seis de los intérpretes más ensolerados, por seguir con el símil que da título al disco (Very Old Rare Sherry) de Jerez. Dos son las piezas colectivas, tonás y fiesta. Luis el Zambo, que no fue profesional hasta bien entrada la madurez, ha destacado siempre por su inefable dominio rítmico, como demuestra en la bulería sin guitarra que protagoniza en solitario. Destaca el timbre denso en el estilo más característico de este cantaor: la selección de repertorio ha dado en el clavo. Fernando el de la Morena dice a su forma personal unas seguiriyas de Jerez con la guitarra cada día más prodigiosa de Manuel Parrilla, sensible, discreto y dándole un acabado muy redondo a la pieza. Fernando de la Morena es un intérprete nervioso, temperamental y con tendencia a la anarquía, que se ve aquí sometido a la disciplina armónica de la guitarra para decir una letra firmada por Alfredo Benítez. La escuela de guitarra de esta familia tiene la rara virtud de combinar la tensión propia de la tierra con un intimismo casi naïf de enorme sabor.


El Capullo derrocha, como siempre, inteligencia y compás. Inteligencia para huir de los estilos que más lo han identificado en los últimos tiempos, rumbas y bulerías, para hacer tientos y fandangos de marchamo tradicional, aunque, claro, con su personalísimo sello. Con el ritmo tupido y alado de Niño Jero.  Todo lo dicho, unido a la entrega y a la regularidad característica de este intérprete, razones por las que lleva años siendo una primera figura de este arte, hacen de su intervención una de las más destacadas de esta obra.


Clásicas bulerías de la Plazuela y taranto y cartagenera para ese cantaor único, anárquico y a veces genial llamado Juan Moneo El Torta. El timbre y el decir flamenco de este cantaor es pura queja, drama o tragedia. Un trágico de lo jondo, aunque sea en plena fiesta, como la que abre la grabación. Por cierto que en el taranto irrumpe otra de las sagas tocaoras más brillantes de esta ciudad, los Morao, con esa extraña y deliciosa combinación de la tensión propia de Manuel Morao y la delicada serenidad de su sobrino nieto, Diego del Morao, protagonista de la pieza. El taranto es una evocación en mitad del frenesí rítmico que es este disco. Un oasis de serenidad y melodía con algo onírico en el toque. La letra aquí, firmada por José María Castaño, evoca a Fernando Terremoto. La falseta es una joya "de casta y sencilla" que diría el poeta. Conociendo como conocemos a Jerez, es lo más sorprendente y en cierto modo arriesgado del disco. Por cierto que esta grabación se cierra con un apunte por tonás del mismo Torta.



Manuel Moneo ofrece dos largas series, bulería y soleá. Brillante y acerado, como suele, ira sublimada en arte. Es, en el fondo, el cantaor más estilizado de la selección, aunque irregular. Mas, cuando está inspirado, es oro puro. Sabor de la Plazuela al cien por cien. Es, por ejemplo, el más destacado en la ronda de martinetes de la que hablaba más arriba: su serena dicción es un reconstituyente entre las prisas nerviosas del Torta y la desolación de Agujetas. Denso, sobrado de facultades y mostrando sin estridencias que el ritmo es respiración y la música el lenguaje del alma, en este caso un alma cargada de razones.



El más genial, atrabiliario y raro de todos se llama Manuel Agujetas, y ofrece aquí fandangos y seguiriyas. Con uno de los últimos valores del toque jerezano, Manuel Valencia. Agujetas ha construido un monumento del cante de los últimos 40 años de pura creatividad, sin una gran voz, ni un gran sentido del compás, sino con la pura pasión de su cante, lo cual es un mérito enorme. Irregular en los fandangos y geniales los dos en la seguiriya. La pulcritud y sobriedad de Valencia es un contrapeso ideal a la anarquía de Agujetas. Paño de nuestras lágrimas, depositario de nuestros dolores, lo mejor del disco para mi gusto. Cuando el desconsuelo se apodera de la rabia es cuando Agujetas se convierte en uno de los genios del cante de todos los tiempos.