por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







viernes, 6 de diciembre de 2013

El riesgo de una idea brillante



'Polivalentes' Cante, toque y baile: Ramón Amador, Juan José Amador, Pepe Torres, Miguel Lavi. Fecha: Jueves, 5 de diciembre. Lugar: Sala Joaquín Turina, Sevilla. Aforo: Casi lleno.

 


La constatación de que una brillante idea, como la que está detrás de este espectáculo, normalmente exige de una ardua realización para llevarse a cabo. Los cuatro son artistas enormes y han marcado y están marcando, cada uno en su medida, el panorama jondo contemporáneo. No obstante, algo faltó. Creo que se trata de una cuestión de entrega, que tiene que ver con andar desubicado, en un lugar inhabitual. El mérito, enorme: presentarse en la escena haciendo lo que uno solamente hace con los amigos, con la familia: el cantaor bailó el tocaor cantó y el bailaor tocó. Y bien, además, con coherencia y profesionalidad. 




Quizá es eso, una cuestión de profesionalidad: en la realización del espectáculo faltó algo de locura, la locura que sí estaba en la idea inspiradora. Otra cosa es decir la obviedad de que Juan José Amador canta como los ángeles, Pepe Torres es un bailaor singularísimo y Ramón Amador es el toque más sólido que pueda sostener a un flamenco. Fue al más joven de los cuatro, pues también se trataba de cuatro generaciones, además de cuatro artistas y cuatro géneros (bueno, tres, porque el cante repetía), el que más se rompió, el que más se entregó. El que más se arriesgó. Eso es lo que estaba buscando, eso es lo que faltó: riesgo. El riesgo que sí estaba en la idea. Lavi sí se rompió, se entregó. Pero no fue suficiente. Sí para un buen espectáculo, amable y divertido. No para lo grande que podría haber sido. Una cuestión de fe.

martes, 3 de diciembre de 2013

Polaridades en equilibrio



Guitarra: Antonio Rey. Segunda guitarra: Masnuel Urbina. Violín: Thomas Potirón. Bajo: Pepe Pulido. Teclados: Álex Romero. Cante: Mara Rey, Los Mararines. Percusión: Ané Carrasco, Isidro Suárez. Palmas y compás: Manuel Soto, Quini de Jerez. Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: Lunes, 2 de diciembre. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Lo primero que nos llega de la música de Antonio Rey es un enorme despliegue de energía. Una vitalidad que es fruto de su familiaridad con la guitarra, de un fabuloso dominio técnico. Esta energía de su interpretación la transfiere, asimismo, a sus composiciones. Y también al grupo que las interpreta, con artistas tan emocionales y rotundos como Mara Rey, que cantó la ‘Nana’ con el corazón en la garganta. Esta pieza y el largo trémolo de ‘Alma’ fueron los temas más aplaudidos y jaleados de la noche. También las bulerías que interpretó Rey junto al dúo vocal flamenco Los Makarines. 



Los tres toques manifiestan esta dualidad maravillosa que es la esencia de la música de Antonio Rey: la fortaleza y el intimismo. El virtuosismo técnico y lo delicado. Las composiciones de Rey apelan sin ningún pudor a sentimientos básicos, y por eso, también, suenan flamencas en toda su extensión. Nos emocionamos sin dudarlo. La suya no es una guitarra complicada ni cerebral aunque sí, como he dicho, virtuosa. Rey pasa de la contundencia de unas bulerías frenéticas al lirismo de un trémolo sentimental con una facilidad pasmosa. La gracia del asunto, claro está, es que las dos polaridades queden integradas, como de hecho ocurre, no sólo en la sucesión del recital sino, incluso, en la misma pieza y hasta en la misma nota. Rey es contundente y delicado y esa habilidad lo convierte en un músico reconocible. La taranta fue tierra, categórica y sutil, y la granaína evocadora y dulce. Fueron muy de agradecer los primeros minutos de guitarra solista y sola.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Corre, Pastora, Corre



'Pastora baila en Sevilla'. Baile: Pastora Galván. Cante: Cristian Rodríguez. Guitarra: Ramón Amador. Compas: El Bobote. Lugar: Sala Joaquín Turina. Fecha: Jueves, 28 de noviembre. Aforo: Lleno.

Un espectáculo furioso, frenético, salvaje, iracundo. Bordeando lo paródico en algunos casos y completamente irónico en otros. Una tralla. En el arte actual de Pastora Galván no hay espacio para la mudanza, para la sutileza melódica, para el silencio: ritmo, ritmo, ritmo. El espectador, este espectador, queda sobrecogido, con el corazón en un puño, durante una hora. Los recursos se suceden vertiginosos en manos, pies, hombros, caderas. 






Galván traduce a su lenguaje corporal todo lo que oímos, el cante, la guitarra, las palmas. Y algo más que inventa. Mucho más. Los pasos se suceden y en su turbión caben propuestas que parecen recién acuñadas con imágenes que están en la memoria sentimental. La capacidad mimética de Pastora Galván es asombrosa, pero tiene la virtud de evocarnos el modelo sin dejar de ser ella. En un gesto, en una actitud, al subirse en la punta de sus pies, en una mirada, nos evoca una emoción: la de esos hombres y mujeres, pura tierra, que todavía pueden mostrar a las nuevas generaciones cómo se baila el tango americano, el tango indiano, el tango de negros: con el sexo en la boca, en las manos, en el corazón. Me refiero, claro está, a Triana Pura. 


Ni la minera de Ramón Amador nos concede un respiro. Pastora Galván, es pura elocuencia: sabe lo que quiere decir y lo dice. La técnica está completamente depurada para expresar esta carrera loca. No hay lucha, porque el instrumento está afinado, pulido. Pastora puede bailar lo que quiera, como quiera. La tensión es estrictamente emocional. No hay lugar para el círculo, para la caricia, para la demora. No, hoy no. Hoy es el día de la ira.


jueves, 28 de noviembre de 2013

Curso en el XVIII Festival de Jerez


El cante es un recién nacido



Cante: Argentina. Guitarra: José Quevedo 'Bolita'. Palmas y coros: Los Mellis. Cajón: José Carrasco. Lugar: Teatro Quintero, Sevilla. Fecha: 27 de noviembre. Aforo: Casi lleno.

Lo primero que ofrece esta intérprete es una naturalidad que desarma. Y, luego, la frescura. Su voz grave, densa, no pesa sino que aligera. Ella hace su visión de los cantes tradicionales. Por ejemplo la milonga de Pepa de Oro, que la cantaora, mediante unas modulaciones que en su voz parecen naturales y con los arreglos de tango porteño del Bolita, lleva a otro lugar, haciendo de este cante, que tiene 120 años, un son perfectamente contemporáneo. Consigue dotar de energía un estilo que parecía fosilizado como la serrana.



 Y los tientos de Chacón, con la inestimable ayuda de la versión de Enrique Morente, parecen recién paridos. Ese es el arte del flamenco, trabajar con un repertorio tradicional para expresar las emociones de hoy, de siempre. Un repertorio que, en buena parte, se sigue nutriendo de la última propuesta discográfica de la cantaora, ‘Un viaje por el cante’, aunque incluye calas en otros territorios y repertorios flamencos. Como esa bulería por soleá desbordante de compás y entrega flamenca. En este viaje es capaz de combinar, con igual solvencia, la energía del garrotín y los tangos con el intimismo delicado de la malagueña o el drama de la petenera. Es enorme la energía que despliega la cantaora, con unas condiciones físicas extraordinarias, de virtuoso fraseo interminable. 


La Argentina aporta naturalidad, juventud y una energía febril y contagiosa a este repertorio clásico. Con la ayuda del toque feroz, hiperrítmico y contundente del Bolita. Y con ese compás aéreo que dan los Mellis: un soniquete exacto pero que al mismo tiempo respira, seguro y humano. Y el sostén poderoso de José Carrasco como andamiaje de todo este edificio musical.

martes, 26 de noviembre de 2013

Curso 'Historia del Flamenco: el Cante, el Baile, el Toque'


El compás dionisíaco

'Boboterías: De Triana a las Tres Mil'

Baile: Bobote, Joselito Carrasco, Torombo, Pepe Torres. Cante: El Vareta, Guillermo Manzano. Guitarra: Paco Iglesias, Emilio Caracafé. Percusión: José Carrasco. Artista invitado: Tomás de Perrate. Dirección artística: José Jiménez 'Bobote' y Eugenio Iglesias 'Torombo'. Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: Lunes, 25 de noviembre. Aforo: Casi lleno.
El espectáculo es un homenaje a la percusión flamenca en su sentido más primigenio, el corporal. Y a una forma de entender lo jondo. Encarnada en uno de los artistas más influyentes del flamenco de los últimos 30 años. El Bobote es un maestro del soniquete y su energía domina, sostiene o matiza algunas de las obras más señaladas de lo jondo contemporáneo. Su compás ha respaldado y respalda a los más importantes bailaores, cantaores y músicos flamencos de hoy. En este espectáculo asume el protagonismo y por eso su patá por bulerías, mítica, abre y cierra la obra. 


En medio de estas dos demostraciones del compás más exacto y dionisíaco, toneladas de soniquete en forma de cante, baile y toque. Todos los intérpretes de la noche son ‘personajes’, es decir, artistas únicos e irrepetibles, personales, como el propio Bobote. Así Joselito Fernández, cuyo baile se hace de rogar desde hace años, y que ofreció unas alegrías plenas de elegancia y estilización. Pepe Torres es la otra cara del baile flamenco de hoy, dentro de una común concepción de espontaneidad flamenca. Si Fernández se desborda, Torres es contención, sobriedad y contundencia flamenca. Contundencia que en el Torombo se torna visceralidad, violencia e histrionismo de la mejor clase. Caracafé ofreció dos toques delicados con mucho sabor del Polígono, donde la nota por ‘blues’ no desentona en los tangos. El Vareta dio su voz extraña y tostada en soleares, martinetes y fandangos y Guillermo Manzano estuvo contundente cantando para el baile. Vizárraga se mostró magistral en unos tangos pletóricos de soniquete y Borja intensa y lúdica al tiempo.

Una obra colectiva, por tanto, en donde el protagonismo del Bobote se disuelve, positivamente, en una concepción social, comunitaria y entrañable de lo jondo.