Cante: Argentina. Guitarra:
José Quevedo 'Bolita'. Palmas y
coros: Los Mellis. Cajón: José
Carrasco. Lugar: Teatro Quintero,
Sevilla. Fecha: 27 de noviembre.
Aforo: Casi lleno.
Lo primero que ofrece esta intérprete es una naturalidad que desarma. Y, luego, la frescura. Su voz grave, densa, no pesa sino que aligera. Ella hace su visión de los cantes tradicionales. Por ejemplo la milonga de Pepa de Oro, que la cantaora, mediante unas modulaciones que en su voz parecen naturales y con los arreglos de tango porteño del Bolita, lleva a otro lugar, haciendo de este cante, que tiene 120 años, un son perfectamente contemporáneo. Consigue dotar de energía un estilo que parecía fosilizado como la serrana.
Lo primero que ofrece esta intérprete es una naturalidad que desarma. Y, luego, la frescura. Su voz grave, densa, no pesa sino que aligera. Ella hace su visión de los cantes tradicionales. Por ejemplo la milonga de Pepa de Oro, que la cantaora, mediante unas modulaciones que en su voz parecen naturales y con los arreglos de tango porteño del Bolita, lleva a otro lugar, haciendo de este cante, que tiene 120 años, un son perfectamente contemporáneo. Consigue dotar de energía un estilo que parecía fosilizado como la serrana.
Y los tientos de
Chacón, con la inestimable ayuda de la versión de Enrique Morente, parecen
recién paridos. Ese es el arte del flamenco, trabajar con un repertorio
tradicional para expresar las emociones de hoy, de siempre. Un repertorio que,
en buena parte, se sigue nutriendo de la última propuesta discográfica de la
cantaora, ‘Un viaje por el cante’, aunque incluye calas en otros
territorios y repertorios flamencos. Como esa bulería por soleá desbordante de
compás y entrega flamenca. En este viaje es capaz de combinar, con igual
solvencia, la energía del garrotín y los tangos con el intimismo delicado de la
malagueña o el drama de la petenera. Es enorme la energía que despliega la
cantaora, con unas condiciones físicas extraordinarias, de virtuoso fraseo
interminable.
La Argentina aporta naturalidad, juventud y una energía febril y contagiosa a este repertorio clásico. Con la ayuda del toque feroz, hiperrítmico y contundente del Bolita. Y con ese compás aéreo que dan los Mellis: un soniquete exacto pero que al mismo tiempo respira, seguro y humano. Y el sostén poderoso de José Carrasco como andamiaje de todo este edificio musical.
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