por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







domingo, 17 de noviembre de 2013

Vivir dos veces



'Un mundo raro'. Voz: Martirio. Guitarra: Raúl Rodríguez. Lugar: Sala Joaquín Turina, Sevilla. Fecha: Sábado, 16 de noviembre. Aforo: Lleno.

Martirio sigue siendo la diva de las gafas negras. El personaje que inventó Maribel Quiñones hace 30 años ha evolucionado por la vía del intimismo, de la desnudez: el sábado se presentó en Sevilla con el sólo acompañamiento escénico de la guitarra de Raúl Rodríguez. Bueno y, ya está dicho, con la peineta y las gafas de sol. El personaje ha perdido en histrionismo lo que ha ganado en profundidad y es hermoso que su último repertorio se configure sobre sentimientos como la plenitud amorosa (‘La noche de mi amor’) y vital (‘Las simples cosas’), lo que es lo mismo. La excusa es, nada menos, una evocación-homenaje-recuerdo-declaración de amor a la que se fue para estar siempre, Chavela Vargas. Aunque el cancionero popular sudamericano del siglo XX es el repertorio de Martirio de los últimos 25 años. De hecho ‘Quisiera amarte menos’ y ‘Las simples cosas’ estaban incluidas en ‘Flor de piel’ (1999). 



El arte de Martirio es un almíbar que no empacha. Hay artificio en su voz, en su falsete maravilloso, en su puesta en escena como personaje: recuerden aquello de Pessoa del poeta fingidor. La verdad de Martirio, más allá de la intuición que supuso crear, y del esfuerzo que supone mantener, un personaje que forma parte de nuestra memoria sentimental; más allá de su técnica vocal, es que en cada centímetro cuadrado de cada canción hay entrega pura, arrojo a la melodía, a la emoción que suscitan las palabras. Como andaluza sin complejos, esta cantante, este personaje, se trae al terreno de lo jondo, en el sentido más pulcro y original del término, éste repertorio que le duele, que le alegra: seguiriyas, soleares, granaínas y bulerías sonaron el sábado en Sevilla. Martirio se entrega a la plenitud y a también a la soledad de ‘Sombras’, a las lágrimas necesarias. Ni una más. Pero sí las necesarias. Pero no se olvida del humor y de la cómplice ironía que en su nuevo repertorio se introduce en forma de interludios verbales o presentaciones de los temas. Canta y cuenta. Martirio quita hierro pero sabe que hay que morir. Al menos dos veces al día.

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