por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







martes, 24 de abril de 2012

El o(caso) de Pepe Aznalcóllar y otros mi(ni)sterios de la guerra civil y el flamenco

(Ahí va un adelanto de lo que podréis escuchar el próximo viernes, 27 de abril, en la Peña Flamenca 'Juan Talegas' de Dos Hermanas, a las 22 horas, en la Avenida Sevilla s/n.)

Llevó a cabo, con tan sólo 16 años y la guitarra de Niño Ricardo, unas grabaciones de los estilos populares en la época: milonga, taranta, granaínas de Vallejo y Chacón y fandanguillos de Vallejo, Carbonerillo y José Rebollo. Su nombre era José Losada Carballo y nació en el pueblo sevillano que le dio el nombre artístico el 2 de mayo de 1912.




Fue un niño prodigio: su afición y conocimientos de los estilos flamencos quedan bien patentes a esta temprana edad, hasta el punto de que se incorpora a la compañía de la Niña de la Puebla, habiendo sido apadrinado antes por el Niño Ricardo, como decíamos, y por el propio Manuel Vallejo, de cuyas formas era seguidor. Participó en el concurso Price de Madrid de 1936, ése en el que Pericón cantó sus famosas "dos letras". La guerra coge a Aznalcóllar en Almería, de gira con la Niña de la Puebla, que disuelve su compañía al llegar a Málaga y quedar incautado su autobús. Sin embargo, Pepe Aznalcóllar no volvió a su pueblo o a Sevilla, donde, según afirma Manolo Bohórquez "su vida corría peligro", sino que se traslada a Cartagena. Recordemos que, según cuenta Luis Caballero, cuñado de Aznalcóllar, el suegro de Pepe, Vidal Caballero, fue fusilado el domingo de Ramos de 1937. El caso es que la estrella del Niño de Aznalcóllar, que empezaba a brillar antes de la guerra civil, se eclipsó en la posguerra y el cantaor no reapareció hasta 1955 como Pepe Aznalcóllar. Con la voz rota, con las facultades muy disminuidas, Aznalcóllar tuvo que reinventarse como cantaor. Si el Niño de Aznalcóllar es un excelente fandanguero, pero también un cantaor completo, a pesar de ser un adolescente, es decir, todavía un cantaor en formación, Pepe Aznalcóllar crea en la posguerra un fandango corto, casi hablado, muy sentimental, adaptado a las nuevas y mermadas facultades del cantaor. Y en toda su discografía posterior a la guerra civil no registra sino fandangos y, ocasionalmente, algún otro cante: cuplés por bulerías, milongas, alguna soleá, alguna cantiña, un apunte de malagueñas... con las guitarras, además de las mencionadas en otro lugar, de Pepe Martínez y Enrique Naranjo, y para las discográficas Hispavox y Columbia. Varios son por tanto los misterios que rodean a Pepe Aznalcóllar: ¿cuál es la razón de su largo silencio entre 1936 y 1955? ¿Porqué cambió, en este tiempo, su repertorio? Pepe Aznalcóllar falleció en 1973, es decir, a punto de cumplir 61 años. La imagen primera que tuve de Pepe Aznalcóllar, la de aquellos vinilos de los 50 y 60, es la de un fandanguero muy lírico. Tanto que en ocasiones resulta dulzón y amanerado. En estos discos está acompañado por Félix de Utrera y Antonio Piñana hijo, colaboración esta última fruto sin duda de su amistad con el estilista de los estilos levantinos Antonio Piñana, que se forjó durante la estancia cartagenera de Aznalcóllar en la guerra civil. Es un fandango directo, casi hablado, pero pleno de lirismo. Un fandango de posguerra, que más tarde ejecutaron Fernanda de Utrera y Luis Caballero, entre otros. Es una voz limitada, corta, muy tímida y ensimismada pero al tiempo muy lírica. Un lirismo que deriva del timbre de voz ya que, en la posguerra, Aznalcóllar estaba totalmente divorciado del melisma. El caso es que Pepe era muy consciente del cambio que habían sufrido sus facultades y por eso se adaptó a los nuevos tiempos a la perfección, como estilista del fandango, condición con la que alcanzó una notoriedad muy destacable en la posguerra, como decía más arriba.



El Niño de Aznalcóllar es un caso muy distinto. Hablamos de un adolescente aplicado, seguidor de Vallejo ("¡viva Manuel Vallejo y yo!", se jalea a sí mismo en uno de sus cantes por fandangos): un cantaor en potencia, sí, aunque entregado, con unas condiciones vocales extraordinarias, lírico, sí, y largo también. Tanto, como para poder emular a Vallejo y a Chacón.



¿Cómo este cantaor largo y explosivo, poderoso, brillante, viril y seguro, se convirtió en el tímido, amanerado y corto, aunque delicioso, Pepe Aznalcóllar? La clave de este misterio se encuentra, acaso, en lo acontecido durante la guerra civil. Ese es el misterio de este cantaor que algún día, con suerte, un biógrafo entregado quizá nos podrá desvelar.

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