por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







viernes, 13 de abril de 2012

Respirar la emoción

Baile, coreografía y dirección: Marco Flores. Guitarra: Antonia Jiménez. Cante: Inma Rivero, Mercedes Cortés. Palmas: Ana Romero. Lugar: Sala Joaquín Turina, Sevilla. Fecha: Jueves, 12 de abril. Aforo: Casi lleno.




Hay que agradecerle su interés por la moda o, al menos, su buen gusto en este campo. Así nos ha sacado del sopor o del horror que suele caracterizar al baile masculino contemporáneo en lo que a vestuario se refiere. Su recital fue de menos a más. Al principio me desorientó el uso de ciertos recursos, manos, hombros, caderas, cabeza, tradicionalmente reservados al baile de mujer. Durante buena parte del recital me acordé de las palabras de mi amigo Juan delGastor: "Lo difícil en el baile es pararse". El bailaor no para. Si supiera que al común del público nos importan tres pitos los despliegues técnicos. Son cosas de bailaores para bailaores pero al espectador corriente lo que le interesa es el ser humano que se esconde detrás de tanta técnica. De ahí la importancia de pararse, para dejar fluir la propia humanidad, en la que se identifica también el ser humano que se encuentra sentado en el patio de butacas. Lo expresó muy bien en la soleá un espectador situado a mi izquierda: "Despacito, tranquilito, suavecito, no hay prisa". Pero ¡qué dificil pararse! Lo hizo en la soleá y en la bulería final y ahí nos paró la respiración. Nos hizo respirar de emoción. Contra congestión, respiración.



La congestión que dominó buena parte del recital, sobre todo la seguiriya. En las cantiñas empezó a gustarse, a rematar con gusto y personalidad. En la soleá se nos dio todo y la soleá representa lo mejor que puede dar de sí.

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