por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







viernes, 25 de febrero de 2011

Flamencas de Holanda (VII): Nosotros tres

Nosotros tres


Quisiera contarlo en tercera persona.
Y no decir,

“En el sueño de hoy
he estado contigo”.

Poder decir,
“En el sueño de la vigilia de hoy,
he vuelto a estar con ella.

Aquella mañana en los bosques del este.

Hacía sol y frío, y nieve.
Había frío, el frío de la noche, del arroyo,
en sus manos.

Había frío,
el frío de las paredes grises de su infancia,
en su corazón.

Quisiera decir que ella se fue
y tú te quedaste.
Pero os fuisteis las dos.

Es lo mejor para los tres,
ahora lo sé.


No te diré
que pongas la mano
en la cicatriz.

Tampoco le voy a contar
las lágrimas que costó
esa certeza.

Aquella mañana en los bosques del este
mi corazón era más ruidoso
que el río.

Más luminoso
que el sol del este.
Que la pulcra amanecida
en el Monasterio de Rila.

Nunca olvidaré
los bosques del este
ni el frío de tu corazón,
insensible
a otra,
a otra
que no sea
la niña que llora y,
a través de sus lágrimas,
sólo ve
el gris de la pared.

Yo quería que se fuera,
estar contigo a solas.
Y os fuisteis las dos.
Es lo mejor para los tres.

Te sentaste sobre la hierba
pero ella sintió
repugnancia (o vergüenza, o miedo)
ante el deseo claro (la boca) de un hombre.

Y, con todo,
mi corazón
iluminó ese día
cada rincón del bosque.

Todo era un sueño
en la vigilia”.




Y la semana que viene, una nueva entrega ‘P. de Budapest y otras drogas’. No se la pierda.

viernes, 18 de febrero de 2011

Flamencas de Holanda (VI): En el Barrio Rojo

En el barrio rojo. Lujuria y miedo. Sa. me recogió en el aeropuerto. Llegó con unos minutos de retraso y me hizo pasar a su Mercedes de los años setenta. A los 5 minutos empecé a sentir calor porque no me había quitado la chaqueta de cuero. Sa. apenas habló durante el trayecto y a mis preguntas (llevaba un día entero sin hablar, prácticamente, de avión en avión) respondía vagamente, con laxitud. Tiene una voz muy linda, ronca, oscura y, no obstante, musical. Podría ser cantante de jazz o blues, porque el color de su voz es el azul oscuro. Sin embargo, en la recepción del hotel se mostró bastante más comunicativa. La causa, creo, fue una broma que le hice, que la despertó.

Comí unos frutos secos que tenía en la maleta. Estaba cansado por el viaje, así que pensé: “si no salgo ahora a la calle, me duermo”. Como era de noche y no conocía a nadie en la ciudad (Sa. me había dicho que tenía trabajo, aunque me había dado su número de habitación y quedamos, vagamente, en vernos más tarde para tomar una cerveza en el bar del hotel), sólo podía dirigirme a un lugar.

En la calle aullaba el viento. De frío. Me puse el gorro, los guantes y me fui a buscar la parada del 26. El revisor me dijo dos veces, en inglés, como funcionaba la tarjeta de transporte. El precio por trayecto es 2,60. Ahora entiendo porqué funciona bien Ámsterdam. Al bajar del tranvía crucé la plaza de Central Statione buscando el barrio rojo. No tardé mucho en encontrarlo. Se trata, tan sólo, de seguir a los fumetas y a las luces e neón. Cuanto más cerca estoy, más abundan los comercios dedicados al sexo: tiendas de condones, el mayor comercio de vibradores del mundo, cabinas con películas .... Y de pronto, el primer escaparate. Las mujeres son hermosas. Lindas. Plastificadas en su mayoría. Las tetas enormes y siliconadas y los culos, sin embargo, pequeños. Esos deben ser los gustos de los holandeses. O, mejor dicho, de los americanos: la mayoría de los turistas que vociferan en el barrio rojo son americanos. Tienen nostalgia de la teta de la mama que no tuvieron. Y ¿quién no? Cuerpos lúbricos, metálicos. Esterilizados. Me cuesta trabajo mirar más de cinco segundos. Al fin y al cabo, no voy a entrar, y estas señoras no son payasos ni esto es un circo. No se trata de entretenerlas, si no voy a utilizar sus servicios.  

El barrio rojo es un parque temático para turistas del sexo y de las drogas blandas. Todo está esterilizado para el visitante. El precio es de 50 euros.


Lo que más me llama la atención es la Iglesia Antigua, la Oude Kerk. Justo enfrente de su lado sur hay una serie de escaparates sucesivos de transexuales. Hay urinarios públicos en todo el barrio donde se puede mear a la vista de todo el mundo. Así que me animo. Cuando estoy en plena faena pasa un grupo, mixto, de españoles. Es sábado por la noche y hay muchos españoles en el barrio rojo. Llego hasta la antigua puerta de la ciudad y me doy la vuelta.

Llevo diez minutos buscando la parada del 26 de vuelta al Hotel Lloyd. En Central Statione sólo hay paradas de ida, no de vuelta. Doy vueltas alrededor de la plaza y me pongo nervioso: mira que perderme un sábado por la noche. Pienso que no debía haber salido del hotel. Y luego pienso: qué gusto perderme en Ámsterdam y sábado por la noche. Como me han dicho que los taxis son imposibles, sigo a pie las vías del tranvía, buscando una parada que esté más cerca del Hotel Lloyd. Atravieso una zona despoblada y luego otra de almacenes, sin luces. Pienso que llevo todo el dinero conmigo. Paso por un control con barrera. Salvo la barrera y miro al guardia en su garita, que está desentendido. Al menos es un ser humano, llevaba diez minutos sin ver uno. Subo unas escaleras y llego a la parada del tranvía. En el bar del Hotel Lloyd no está Sa.




Imágenes: algunas instantáneas del Barrio Rojo, incluyendo la Oude Kerk y el monumento a 'Belle', que está justo enfrente de la iglesia. Hoy no se usa para el culto sino como Museo: lo descubrí el último día. Antes pensaba que todos los días el señor cura y las beatras tenían que pasar delante de las putas para ir a misa.

lunes, 14 de febrero de 2011

Flamencas de Holanda (V): Una mujer enamorada

No me queda más remedio que creer en la magia. La magia es como una mujer enamorada: en su mundo ya sólo existe un hombre, su hombre. Tú. No me llames supersticioso por ello. Es todo lo contrario que una superstición, algo que he experimentado en mis propias carnes, periódicamente, desde que era un niño. Desde entonces me sigue como una mujer enamorada. El secreto es simple: estar abierto. Dejarse llevar por ella, cuando viene. Acompañarla. Seguirla. Aunque buscarla suele ser contraproducente. El amor no se puede forzar. Quiero decir que es necesario un pequeño esfuerzo y mucho coraje. Que nadie me llame cobarde sólo porque me da miedo de lo que va a pasar. Que nadie me llame cobarde. Héroe es, en puridad, quien acepta su destino sabiendo lo que le espera. La vi en el restaurante del Lloyd Hotel y me dejé llevar. Tenía los ojos oscuros y toda ella era una sombra. Magia negra. La acompañé, por supuesto. Y también la busqué.


Mi abuelo estuvo en un campo de concentración. Fue al acabar la guerra civil, como combatiente republicano que había sido. Por eso me molestan profundamente las tonterías que se dicen sobre la guerra. S. es una cantante de jazz de Ámsterdam que estudia flamenco. Mientras desayunaba en la parte delantera del coche, pan de centeno y una manzana verde, me soltó cuatro tópicos, de esos que le habían soltado sus amigos flamenco-hippies libando con ella, y no me pude controlar, estando como estaba en la parte de atrás.

- Ni Cataluña era republicana, ni el catalán estuvo prohibido durante el franquismo. En los años 40 y 50 se publicaron libros en catalán. En Barcelona, no en Francia ni en Italia, ni en Méjico. El autor que más libros escribió en catalán de la historia los publicó casi todos a partir de 1949. Me refiero a Josep Pla. En Cataluña había tantos franquistas como en el resto de España, como se demostró antes de la guerra, durante la guerra y después de la guerra. La familia Goytisolo, por ejemplo, como cuentan los propios hermanos escritores en sus memorias y poemas. Por decir algo, naturalmente. Por poner el ejemplo de una familia entre otras, de miles. De millones. También había ultraderechistas catalanistas, claro. En mi pueblo había falangistas, socialistas, anarquistas y comunistas. Los dos últimos se tenían más saña entre ellos que con los franquistas. Mi pueblo capituló más tarde que Barcelona. Jaén se mantuvo al lado de la República durante toda la contienda. Lo cual no quiere decir que no hubiera franquistas. Lo cual no quiere decir que muchos franquistas no hicieran lo que hicieron de corazón. De buen corazón, quiero decir. Pensando que era lo mejor para su país, como otros pensaban que lo mejor era el marxismo, la revolución o la anarquía. Pocos creían en la democracia en España en los años 30. Creían en el totalitarismo de corazón. De buen corazón quiero decir.

A veces viene como una llama incontenible y otras es un llanto lento en la noche. Mi mano derecha está fría. Los dedos del pie contraídos. E. me preguntó si era católico y le dije que me habían bautizado pero que no practicaba.

- Pensé que en España todo el mundo era católico.

- Mi abuelo era de un sindicato socialista. Cuando la guerra, los terratenientes se fueron dos días antes del golpe de Estado de Franco. Así que los sindicatos ocuparon las tierras y las explotaron en régimen cooperativo. Mi abuelo era hermano mayor del Cristo de la Misericordia. En la posguerra no se casó hasta que mi madre fue adolescente. Le había cogido asco a las iglesias. La curia había metido a Franco bajo palio. No podía salir a la calle por la noche, no podía tener propiedades a su nombre. Eso sí, vio la agonía y la muerte del dictador.

A veces es una llama y otras un llanto lento. Pero es inútil perseguirla, porque va detrás de ti. Cuanto más corras, más te alejas. Y si un día no abre su boca tan magnífica para ti, es porque el horno no está para bollos. Pero qué boca, qué ojos. Ojos lindos y duros, inquisitivos. Fascinados y fascinantes, hipnóticos.

Tengo una foto de él. Es la feria, en los años treinta. Al comienzo de la República, quizá. Es el guapo, de la derecha. Las esperanzas están intactas. La carne sin magullar.

- De haberlo sabido, habría venido a tu encuentro mucho antes.

Tengo miedo de lo que va a venir. Y el miedo me hace dudar de lo que oyen mis ojos, de lo que ven mis oídos. Ella no lo sabía cuando lo dijo, pero la frase procede del ‘Diario’ de Anne Frank. Al fin y al cabo, aunque niña, en mitad del horror más absoluto, ella logró ser una mujer. Una mujer enamorada. Y todos los enamorados dicen lo mismo, hacen las mismas cosas.



Ilustraciones:
1. El escritor ampurdanésJosep Pla.
2. Mi abuelo y sus amigos.




martes, 8 de febrero de 2011

Flamencas de Holanda (IV): La lechera

En el ‘Trigal con cuervos’ no vi trigo ni pájaros. Sólo vi cuatro cuadros en Ámsterdam. En realidad sólo vi un cuadro. Rembrandt me dejó indiferente. No comparto el gusto holandés por el claroscuro. En mis dos trabajos pedí, de forma tan insistente como infructuosa, más luz. Estuve un rato frente a la ‘Ronda de noche’ sin resultado alguno. También vi ‘Los girasoles’. Pero lo que me conmovió fue la ‘Calle de Delf’ y, sobre todo, ‘La lechera’ de Johannes Vermeer. Ante esta última pintura sí que estuve un buen rato parado. Casi una hora. Justo hasta ese punto en que el personaje sale de su estatismo y se dirige al espectador. Es una mujer modesta y relajada. Con sus cinco sentidos completamente inmersos en esa mínima tarea de verter la leche en el recipiente de barro exultante de brillo y limpieza. Claro que el pan, el mismo que yo había tomado en el Lloyd Hotel esa mañana para desayunar, estaba pidiendo un mordisco a gritos. Y la leche olía a vaca holandesa. La cesta de mimbre de la izquierda tiene un tacto suave y cálido de arrollo del sur. Pero la vida se acumula toda en el cuerpo relajado de esta mujer atareada, minuciosa. Relajada y abstraída, no posa para mañana ni para la posteridad sino que trabaja afanosamente. Cumple con su deber con conciencia. Es la quintaesencia del protestantismo. Austeridad y pulcritud. Es la encarnación de la modestia, la efectividad y la limpieza calvinista. Holanda es un país de hombres efectivos y mujeres limpias. Sólo que en ocasiones los hombres poseen vagina.


Fue la efectividad lo que más me gustó de las mujeres de Holanda. Claro que esta asunción de los roles masculinos conlleva también algunas pérdidas. Sa. lo dijo con más elocuencia que yo “En Holanda no hay hombres”. La efectividad de la mujer ha anulado al hombre holandés. Lo siento por ellas, por ellos. E. fue el hombre con el que más intimé en Holanda. Me transportó por todo el país con una efectividad y una amabilidad perfectas y auténticas. Estudia teología así que traduje algunos poemas de San Juan de la Cruz para él, en la última ruta hacia el aeropuerto de Schiphol.


Pero volvamos a las mujeres holandesas: mi ciudad, no diré cual es, se ha poblado de princesas en los últimos tiempos. Aguardan inmutables la llegada de su príncipe azul. Ninguno es suficiente para ellas. Las mujeres holandesas no aguardan. Van por lo que quieren. Eso no quiere decir que no practiquen el gusto por el buen vestir, el arreglarse y la coquetería: he visto a mujeres elegantemente ataviadas, con su minifalda y todo pese al frío polar, recorriendo el barrio de Jordaan, los canales, majestuosamente instaladas tras los mandos de su bicicleta. Van por lo que quieren. Claro que eso intimida al hombre. A ningún hombre le gusta que la mujer, su mujer, tenga más huevos que él. Por eso dice Sa. que “en Holanda no hay hombres”. Sí hay, yo los vi. Hablé con ellos. Me contaron sus inquietudes. Sólo que la mujer les ha quitado el espacio. Lo dije en mis charlas, tratando de provocar polémica, pero ninguna entró al trapo. Mejor. Ahora lo pienso: mejor. E. tiene un novio que se sienta a su lado, está muy cansado, en el restaurante del Hotel Lloyd. Me he sentado en su mesa, interrumpiendo la intimidad de la pareja. “Es cardiólogo”, me dice E., orgullosa, tras presentármelo. Bravo por E. El hombre está cansado porque la mujer no para, no se deja. No conseguí identificar lo que hay a la derecha del cuadro, quizá una trampa para ratones. Lo que más asombra, con todo, es su tamaño diminuto. Así pasa un día.



P. D. He examinado, días más tarde, de cerca el objeto que hay a la derecha y abajo, y sigo sin identificarlo. A veces me parece un orinal metido en una caja de madera.




Imágenes:

1. 'Trigal con cuervos' en el Van Gogh Museum.
2. El escritor abolicionista Multatili a la entrada del barrio de Jordaam.
3. 'La calle de Delft' en el Rijsmuseum.
4. 'La lechera' en el Rijsmuseum.

domingo, 6 de febrero de 2011

Flamencas de Holanda (III): La Trini en Facebook

[Esta reseña del concierto 'Remembranzas' ofrecido por Carmen Linares en el Teatro de la Maestranza de Sevilla el sábado 5 de febrero es la continuación del culebrón 'Flamencas de Holanda'. Su relación con Holanda se verá en los capítulos sucesivos].

Cante, dirección y guión: Carmen Linares. Cante: Miguel Poveda. Guitarra: Paco Cortes, Juan Carlos Romero, Miguel Ángel Cortés, Salvador Gutiérrez, Paco Cruzado, Eduardo Pacheco. Piano: Ricardo Pini, Pablo Suárez. Percusión: Antonio Coronel. Rápsoda y guión: José Luis Ortiz Nuevo. Baile: Javier Barón. Contrabajo: Julio Blasco. Violín: Rafa Villanueva. Flauta: Pedro Esparza. Coros y palmas: Ana María González, Rosario Amador, Javier González. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Sábado, 5 de febrero. Aforo: Lleno.




"Siquiera por compasión, escríbeme alguna vez": son sólo dos versos de una malagueña, atribuida a La Trini. Hace años alguien pensó que debíamos actualizar el segundo verso como "llámame alguna vez". Pero hoy, gracias a Facebook, está más de actualidad que nunca. Y las nuevas generaciones se pueden identificar plenamente con la honda desolación de aquel o aquella a la que se le ocurrió juntar estas catorce sílabas. ¿Quién no ha pensado o dicho alguna vez estas palabras? Ésa es la inteligencia de Carmen Linares para actualizar el legado tradicional. Dar nuevo brillo a melodías y letras de hace cien años para que parezcan recién paridas. Seleccionar del repertorio melódico y lírico lo que resulta intemporal, lo que conecta directamente con las emociones básicas, como dijo Ortiz Nuevo rememorando a Pepe de la Matrona. De manera que La Trini, o el anónimo autor de los dos versos, se puede codear con naturalidad con Juan Ramón Jiménez, Lorca o Miguel Hernández. O el propio José Luis Ortiz Nuevo, que además de rapsoda entregado, que abrió cada uno de los bloques del recital, fue protagonista del mismo como autor.



El espectáculo fue un compendio de varias de las propuestas de los últimos años de la cantaora de Linares: las canciones populares de Lorca, 'Raíces y alas', 'Un ramito de locura', Antología. También ofreció dos temas de su nueva propuesta, dedicada a Miguel Hernánadez. Fue lo que más me emocionó, no porque el resto del repertorio sea inferior, sino porque se lo tengo muy escuchado. Me sorprendieron los arreglos al piano de Pablo Suárez, tan sencillos como sutiles. Y Carmen Linares poniendo la voz y la emoción en otro sitio, muy alejado del suyo habitual. Ya sabemos de su valentía, de su inquietud para salirse de los caminos trillados, con su personal sello de elegancia. Lo sorprendente es que este cambio de registro sea todavía más emocionante.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Flamencas Holandesas (II): T. de Thunderlam

Estaba exhausto después del trabajo. Tras tomar unas copas con A., mi brillante intérprete, salí a tomar el viento. Un viento invernal, helador. En la plaza delantera del Schouwburg había unos cines llamados Pathé en los que anunciaban las mismas películas que vemos en mi ciudad, sólo que con sus nombres originales en inglés. Cuando vi el rostro enorme de Angelina Jolie tuve que hacer un esfuerzo por no recordar otra cara, hermosa, querida, parecida, que quedó allá lejos. El suelo es de metal y lanzo unos cuantos zapatazos a la sombra del aparcamiento que hay debajo. La charla ha salido bien. La sala estaba llena y la gente ha participado con ganas. No vi a Sa. No vi a L. Había mujeres muy hermosas que salían a la pizarra a escribir sus preguntas impertinentes, negras, hindúes, amarillas y hasta lindas blancas, vacas holandesas: el duende, la seguiriya, el origen del flamenco, la verdad sobre el caso Salvolta. Una mujer hindú atraviesa la plaza, solivianta el metal con su tacón alto, su falda corta, elegantemente aferrada a su hombre. A mí también me solivianta.


Otra mujer originaria de La India atraviesa, industriosa, atareada, una y diez veces el hall en sombras del teatro. Las mujeres holandesas son muy delgadas pero ésta, por lo que puedo ver de su minifalda bajo la densa capa de ropa, es tan fina como elegante. La elegancia en los ojos, marrones, de chocolate, de sus antepasados. La miro sin disimulo. La sala está en sombras, es el gusto holandés por el tenebrismo. Sus piernas, sus ojos, la nariz abierta, sexual. El oscuro color de la piel suave llamando a la piel. Dos grandes pasadores de brillantes adornan su pelo, largo y castaño, en la sien derecha. La miro sin disimulo. No sé exactamente cómo, gracias a los dioses, media hora más tarde estoy en su coche. Su familia es original de La India. Sus padres son de Thunderlam, una ex colonia holandesa. Estudia guitarra. Tiene un timbre que es música pura para mis oídos. Sus labios, sin maquillar, carnosos, apetecibles, exhalan un cálido aliento en forma de diálogo. Mitad en su mal español, mitad en mi peor inglés. Le digo que me gusta la ciudad, con sus modernos edificios construidos tras la debacle de la guerra mundial. Se ha ofrecido a llevarme a otro teatro de Rótterdam en el que Diego del Morao tocará un solo sustituyendo a su padre. Cenamos juntos en el mismo teatro. Come con apetito. Le escancio, para que beba, vino tinto, francés. El aceite de oliva es catalán, por lo menos, pero no se está volviendo amarillo, tan, tan, tan. Yo soy de Jaén. Le hablo la ciudad en la que vivo, de la Semana Santa, de la Feria. La invito a visitarla. Es una mujer de hielo, claro, deliciosa y perfecta: siempre tropiezo con la misma piedra. La someto a un interrogatorio de primer grado. Y es que necesito tanto tener contacto humano. Por la mañana estuve en el centro y me sorprendió que un domingo por la mañana alguien tuviera ganas de putas. Me recorrí todos los canales mientras estaba amaneciendo. Empezó a llover y los operarios municipales limpiaban los restos de la noche del parque temático del sexo. Luego visité el Begijnhof e hice fotos, aunque es ilegal según me han dicho. Me fui corriendo, huyendo del olor a sacristía.

T. de Thunderlam se marcha, tiene que trabajar antes del concierto.

En el hall me había encontrado con Carlos de la Chica, el cantaor catalán, y con Diego del Morao, que va a tocar. No lo conocía, me presento. Parece tranquilo pero el frío de sus manos delata los nervios. Se planta ante T., mi acompañante de Thunderlam. La mira extasiado. No es para menos. Lo comprendo.

Más tarde, a solas, me cruzo con G. H., el famoso bailaor sevillano. No lo conocía. Me presento. Hablamos de esto y de aquello. Es un tipo muy simpático, que le tira los tejos a todas las mujeres que se le acercan con un arte inimitable, envidiable.


Después del concierto tomamos una cerveza juntos. Y con M, que parece un lindo querubín holandés a pesar de haber parido tres hijos y tener 36 años, según propia confesión. Tiene un puesto de relevancia en la organización del festival. Me dice que me ha enviado una foto de mi conferencia-charla. También está por ahí el Grilo. Vuelve T. de Thunderlam, y se sienta a mi lado. Eso me gusta. Me hace preguntas. Charla. Ante un comentario mío me pregunta “¿porqué en España no se programa la guitarra?”. Felicito a Diego por el concierto y le digo que este formato, aunque muy exigente, es un pelotazo: el del concertista sólo ante el peligro. Dice que le da mucho miedo, que se atreve en Holanda pero no sabe en España. T. de Thunderlam me toca el brazo, la mano. Me gusta que lo haga. Es una mujer extraordinariamente hermosa aunque con exceso de responsabilidad, para estar tan sola. Tanta que su cara, vista a distancia corta y sin las sombras holandesas, está sembrada de acné. Es una mujer que lo hace todo bien pero su cara se resiente. Si hiciera alguna cosa mal, una vez al mes, su cara no se reflejaría la preocupación. Un halo frío la envuelve de soledad y limpieza: imagino lo doloroso que tiene que ser para ella, perfeccionista, pulcra, delicada, extraordinariamente frágil pese a su pose de inmutabilidad (la desconfianza la delata), inmaculadamente hindú. Y yo, que la admiro, la compadezco. Bebe vino pero no se emborracha. Me toca el brazo, la mano, pero se va sola a casa. Que duermas bien T. de Thunderlam.
De las fotos:

1. Esta es la foto que nos hizo M. en Rótterdam: estoy con mi intérprete y una espontánea.
2. Amanece en la Oude Kerk.
3. El tocaor Diego del Morao.
4. El Bejinhof de Ámsterdam.
5. La única casa con la fachada de madera de Ámsterdam.