por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







sábado, 25 de junio de 2011

Fue un morisco griego

'Francisco Moreno Galván, la fuente de lo jondo' Fidel Meneses y Patricio Hidalgo. Buen Cubero/Fidel Meneses/Mordisco Producciones

Un documental sobre la vida y la obra del poeta y pintor de La Puebla de Cazalla





Uno de los flamencos más influyentes del flamenco contemporáneo, lamentablemente fallecido antes de lo que esperábamos (sí, ya sé que la muerte no se puede esperar) fue este hombre que no cantaba, no tocaba, no bailaba. Francisco Moreno Galván, flamenco de pluma y pincel, letrista y pintor jondo. Poeta flamenco, una condición verdaderamente relegada, tanto en el ámbito de lo jondo como, más aún, en lo lírico. Sin duda, el gran poeta flamenco de nuestro tiempo. Pintor, amigo y morisco. De su pincel surgieron algunas de las imágenes más poderosas de la plástica jonda, como ‘La fuente de lo jondo’ o, dentro ya de la arquitectura, el bar Central de la Puebla o la escenografía de la Reunión del Cante Jondo, que el próximo 7 de julio alcanzará su edición XLIII. Ver los cuadros de Moreno Galván es escuchar a Fernanda, a su paisana enorme la Niña de la Puebla. Amigo, pues de su influencia y aliento surgieron figuras como Pepe Menese, Miguel Vargas, Diego Clavel. Morisco: en su lírica las cuitas, los dolores de sus vecinos se convirtieron en dramas o tragedias universales. Su hallazgo poético es, obvio, un hallazgo humano: la universalidad de la explotación. Elegante sencillez: el artista convirtió en esencia de su arte los caracteres definitorios de las gentes, la arquitectura, el urbanismo, de su pueblo. ¿O fue al revés? ¿Fueron los moriscos los que se hicieron Moreno con, por, durante y tras Francisco? Austeridad, esencialismo, verdad de a puño más allá o acá de filigranas: si es la característica definitoria del cante contemporáneo en La Puebla, la influencia de Moreno Galván no es ajena a la misma. En esto creo que, su mayor virtud, fue la de pulir y estilizar la materia prima que encontró en su pueblo, y no me refiero a las voces citadas anteriormente, sino al aire de La Puebla. Atrapó la atmósfera de su entorno, así supo hacerla universal. Arte de la piedra, de la sierra: campiña y monte bajo. Supo estar invisible detrás de cada gesto, de cada entonación de voz, de cada mirada hacia adentro.


Este documental emociona, consiguiendo así lo que es el propósito de toda obra de arte. Emociona porque nos trae, o nos conduce, hasta la voz de Moreno Galván: ira contenida, civilizada, y serenidad. Equilibrio, pulcritud, y rabia. El documental que firman Fidel Meneses y Patricio Hidalgo nos conduce a la esencia de un hombre empeñado en ocultarla: por timidez o, más verosímilmente, por pudor. Este documental logra lo imposible: desvelar a un hombre que hizo enormes esfuerzos por mantenerse en sombra. Moreno volcó en el colectivo su pena honda. Lo que falta en la obra de Moreno es Moreno, el individuo Francisco, el yo Galván, que volcó hacia lo colectivo, en las calles de su pueblo, en las voces de sus cantes, con esa tendencia a ocultarse que resaltan algunos de los intervinientes en este documental. Por eso la película debe detenerse en donde Moreno se detuvo. Sabemos de su obra, volcada en su tiempo y su pueblo y trascendida al pueblo, y nos preguntamos por su persona, su dolor profundo, ese ser humano que apunta su sobrino-nieto Diego Martín Cabeza y la frase “llegó tarde a la libertad”. Dice Martín que su tiempo le dificultó sobremanera ser quien era, en lo artístico y en lo humano, cuando sabemos que fue el ser quien era lo que le dificultó ser quien era. Sin que en la declaración de Martín halla, ni mucho menos, sombra alguna de falsedad o error de juicio. Y su hermana, en una sola frase, esta vez sí, directa como una saeta: “para él nada estaba bien, todo tenía que ser perfecto”. Por ejemplo, ¿dónde está el juguetón irredento que sin duda fue Moreno? Sólo en alguna imagen al desgaire que aparece anecdótica. Fue claridad y presente, solidaridad, colectivo, y esencia, y así nos lo ofrece ‘Francisco Moreno Galván, la fuente de lo jondo’. Fue un morisco griego. Arte de la palabra, de la letra, del espacio en blanco, del silencio y de la verdad de a puño en el rostro. En la política, en el sentido más clásico y civilizado del término, se difumina la persona. Por salvarnos se perdió. Sin cantar fue modelo de cantaores: podemos reconocer, todavía hoy, sus miradas, sus gestos, en sus paisanos. Incluso los que no lo conocimos. “Cuando quería alguien lo quería en serio” declara Pepe Lamarca. Compromiso.

Arquitectura popular, sí, pero estilizada. Polis, de nuevo en el sentido griego de la palabra. Esto que aplicamos a su urbanismo nos vale para su obra flamenca y también para el flamenco en general. Por eso Moreno Galván perdurará, porque es la esencia de lo jondo popular y estilizado. Ese milagro. “Nos llegó a convencer de que el flamenco es el fundamento de la vida” dice Paco Asensio. Compromiso.

Las manos del cantaor son las de un gorila herido, mientras que la mirada del caballo paciendo en la marisma es la de un poeta renacentista. Los perros son monstruos traspasados de miedo. Daba personalidad a las bestias y animalidad, en el mejor sentido de esencia del dolor y el placer, a sus hombres y mujeres. El placer en Moreno era la gracia en la mujer y el aplomo y elegancia, tierra, en el hombre, al que acababa feminizando cuando lo representaba en plenitud. Moreno Galván era un guijarro oculto en la polis, pulida piedra de fachada en La Puebla.



Imágenes: carátula de la película, sobre una fotografía de José Lamarca, Moreno Galván con Santiago Carrillo y el joven José Menese junto a Melchor de Marchena, por Lamarca.

lunes, 20 de junio de 2011

Milagro en Bellavista

Cante: Tamara Aguilera, Toñi Fernández, Sonia Miranda, Nazareth Cala. Guitarra: Ismael Aguilera, Manuel Herrera, Fernando Moreno, Rafael el Cabeza. Cante para el baile: Manolo Sevilla, Moi de Morón. Baile: Milagros Mengíbar. Lugar: Cortijo de Cuarto, Sevilla. Fecha: 17 de junio. Aforo: media entrada.


Lo volvió a hacer, una vez más. El milagro consiste en remover al espectador, conectarlo con sus emociones más profundas, en una ceremonia colectiva en la que algunos miembros del público no pueden contenerse y expresan sus sentimientos a borbotones, en forma de "oles". Cuando Milagros Mengíbar baila, se detiene el tiempo. Cesan las prisas y también las ansias. De pronto los deseos se ven colmados. No hay lucha porque el individuo y la colectividad se hacen puro presente. Milagros Mengíbar puede bailar la letra con un mínimo gesto de las manos, en una danza estática en la que el resto del cuerpo expresa en la quietud. Eso está al alcance de muy pocos. De los que atesoran años de sabiduría y entrega a lo jondo, a la vida. La guitarra de Rafael el Cabeza es barroca, lujuriosa, pero estilizada hasta la trasparencia. Milagros le baila al cante en un ritual que hace que cada noche renazca la danza flamenca. No se trata de mostrar una coreografía como el que arroja una carga sino de entregarse al presente y a la devoción por el cante clásico: Manolo Sevilla y Moi de Morón, cruz y luna del cante para el baile. No sólo es la inventora de la gramática de bata de cola para la Escuela Sevillana. Es, ante todo, una intérprete genial.






Las cuatro cantaoras de la noche son jovencísimas representantes de la forma tradicional de decir lo jondo, ya que Nazareth Cala sustituyó a Lolita Valderrama, indispuesta en el último momento. La de El Puerto de Santa María tiene una voz fresca y salinera que encuentra en el toque de Fernando Moreno su complemento ideal. Toñi Fernández representó el arte más racial con la zambra y el fandango caracoleros, las seguiriyas, los tangos y las bulerías. Canastera y variada en los estilos festeros, el fuerte de esta intérprete es ese inaudito timbre aéreo, pleno de armónicos y dulzuras. Tamara Aguilera, que le tocó abrir la noche con la guitarra bisoña de su hermano Ismael, dio muestras de la enorme afición que atesora, aunque todavía le queda la asignatura de convertir el cante en un hecho más vivencial que erudito. Un festival de barrio con todo el sabor y solera.

miércoles, 15 de junio de 2011

Algún día el piano flamenco

Piano, música, arreglos: Borja Évora. Guitarra: Lito Espinosa, José Manuel León. Cante: Carlos de Pepa, Alicia Gil. Percusión: Cepillo, Poti. Dj.: Pepe la Motta. Guitarra eléctrica: Bernd Boss, Guillermo Bandrés. Animaciones: Patricio Hidalgo. Baile: Leonor Leal. Lugar: Teatro Central. Fecha: Martes, 14 de junio. Aforo: Media entrada

La épica y el jazz. Los dos polos entre los que fluctúa el piano flamenco actual, incluyendo el piano de pared de Borja Évora. Un tipo patológicamente tímido: tocó de espaldas al público, habló con el texto escrito, ocultó su piano en el denso bosque de 10 artistas excepcionales. No quiere que lo veamos. Lo vimos. Lo que vimos fue épica. Sobre todo en su solo de por levante. Y en 'First we take Manhattan' pasado por E. y E. Morente en plan indignados enrollados. 
Así es la música de este grupo, porque Borja Évora es también un grupo: enrollada, épica, accesible. Algún día el piano flamenco, que se inició en este arte en la década de los noventa del XIX, en un disco del Canario Chico, se descubrirá como instrumento. Para ello quizá deba conocer a María Escudero o a Joan Guinjoan. Mientras tanto seguirá mirando a la casa, es decir, a la guitarra. A la épica, o al jazz. Y seguirá haciendo música tan enrollada, tan visual, tan amable, como la de Borja Évora, que nos dio cuatro o cinco flashes de pura luz en el cuerpo de Leo Leal, pimero con pantalón y camiseta negras, luego de primaveral, fecundo, estampado por tangos. Se trata de eso, de una obra amable, políticamente correcta, exportable, apta para todos los publicos, con buena parte de los tópicos más comerciales de la escena musical actual, que se refugió, tal vez por la timidez apuntada, en los arreglos brillantes, en la excelencia técnica de los intérpretes... Dios mío, aparta de mí estas obras perfectas. Y es que la imperfección implica sus riesgos: Borja Évora es un buen grupo. Pero hay tantos buenos grupos. Ojalá fuera un grupo malo, una mala persona que nos propinara una patada mortal. Sin riesgo no hay arte. Sin muerte no hay vida.

lunes, 13 de junio de 2011

Renacer en otros brazos

Carmen Linares presenta 'Remenbranzas', grabado en directo en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, con dos cantes sobre poemas de Miguel Hernández

'Remembranzas' Carmen Linares. Producido por C. L. Con José Luis Ortiz Nuevo, Antonio Coronel, Salvador Gutiérrez, Miguel Ángel Cortés, etc. Salobre


El disco, como el concierto, se abrió, se abre, con aires tamboriles de romería. El 'Romance pascual de los peregrinitos' que Lorca armonizó, que nos obrece Carmen a ritmo de guajiras y bulerías, sin perder el carácter bucólico, pastoril, del original folclórico. También gracias a las cuerdas y la flauta que evocan aquí su versión más popular y primitiva. Los aficionados más fieles a la obra de Linares, es decir, cualquier aficionado al flamenco, reconoceran en estos sones el disco 'Canciones populares antiguas de Lorca', grabado por la cantaora en 1993, que dio pie a un espectáculo de tanto éxito que aún hoy se le puede ver en los escenarios de todo el mundo. Lo que sigue es una antología de cantes, los cantes más queridos por su intérprete, tomados en su mayoría de la versión incluida en 'La mujer en el cante' (1996), antología de creadoras y recreadoras del flamenco en su expresión vocal. Tarantas, cartageneras, seguiriyas, cantiñas.

De lo dicho habrá comprendido el lector que 'Remembranzas' es un vistazo al recorrido cantaor, es decir vital, de Carmen Linares. Recapitulación de casi 40 años (la cantaora empezó muy joven) como profesional de este arte. Profesional comprometida con este legado. Comprometida con su tiempo. Y sin alharacas: Carmen Linares jamás ha ido de innovadora, siendo como es una mujer de hoy, ni tampoco se las da de purista, interpretando como hace, por ejemplo, la taranta de su pueblo, de forma magistral. En realidad son dos caras de la misma moneda: la única forma de comprometerse con al tradición es hacerla presente, darle carne, vida, con los aires de hoy. 

De ahí su compromiso con los poetas: el Lorca surrealista de 'Asesinado por el cielo' por granaínas, con música de Salvador Gutiérrez. Juan Ramón Jiménez en su disco de 2009 'Raíces y alas', del que incluye dos piezas en este directo. Ortiz Nuevo con dos cantes: el de la resignación y 'La luz que a mí me alumbra'. Ambos a pachas con Miguel Poveda. Y los cuatro últimos con músicas de hoy que firma Juan Carlos Romero, uno de los protagonistas de la noche de que te hablé, esta noche del concierto 'Remembranzas'. Y te dije que no lo perdieras, que era un día para la historia. Para la pequeña historia de este arte, de esta cantaora cuyo nombre está inscrito con letras doradas en el suspiro que va de un siglo a otro de cante, del XX al XXI. Sobre la raíz de lo popular, los cantes de Chacón y La Niña de los Peines. De cara al hoy, los sones de Romero, la voz de Ortiz Nuevo, que también se hizo sonar esta noche en el Teatro de la Maestranza.





El colofón es sin duda lo más interesante, lo más inquietante, para el aficionado más rendido a esta cantaora. Que somos todos, como digo. Se trata de dos cantes pertenecientes al nuevo espectáculo de Carmen Linares: Miguel Hernández. La música del siglo XXI la pone aquí Luis Pastor y el equilibrio con la letra y la interpretación es notable.


De los textos poco podemos añadir a lo dicho. Pero es que la interpretación de los dos, Pablo Suárez al piano y la voz de Linares, dotan de nueva carne, no sólo a la melodía de Pastor, también al poema. Aquí se evidencia que la interpretación es una forma como otra de creación. No como otra. Porque de efímera se hace eterna. Y allí estuvo la grabadora para testimoniar y trascender. Carmen cambia de tesitura con una naturalidad asombrosa. El piano endulza y arropa sin empalagar porque "se muere de casto y sencillo" hasta la trasparencia. Hernández comprometido es Hernández sensual porque el compromiso, si lo es, implica al cuerpo: allí vemos a la cantaora doblada, rota, trenzándose sobre el chorro de la emoción para hacerse altavoz, vehículo que la comunica al público, de un yo a otro circula el alma colectiva: ¿quién no ama? ¿quién no llora? ¿quién no muere? ¿quién no nace cada noche en otros brazos? Linares renace en los versos de Hernández que hacen "que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan".

domingo, 12 de junio de 2011

Jamás estará sola en la escena

Baile: Antoñete, Manuela Ríos. Cante: José Valencia, Moi de Morón. Guitarra: Jesús Guerrero. Percusión: José Carrasco. Lugar: Teatro Alameda. Fecha: jueves, 9 de junio. Aforo: Media entrada..

Dentro de sus aparentes similitudes, son dos formas muy distintas, casi diría que contrarias, de entender la danza flamenca. En ambos casos se trata de baile individual que centra su efectividad en la fuerza, en el dominio rítmico. Las formas parecidas, hasta cierto punto.



Lo que pasa es que Antoñete es un virtuoso, mientras que Manuela Ríos es una bailaora visceral. Lo que en el bailaor es un fino trenzado, pura orfebrería de percusión corporal, en Ríos puede ser tan sólo un gesto: un remate de los pies, sí, según reza la tradición; pero también un palmeado en el muslo, o un sutil movimiento del hombro, de la cabeza. Y esta diferencia se proyecta en la distancia enorme entre mensajes.

De Antoñete supimos anoche que es un hombre experimentado en el estudio, técnico, categórico, casi feroz. De Ríos conocimos su poderío terrenal, su profundo compromiso con la vida, a través de la danza. El baile es el instrumento. Lo que trasciende está detrás, delante. Abajo: la tierra, ya está dicho. El baile como instrumento para comunicar cosas, cosas humanas. Para comunicarse.

Antoñete tuvo más de un detalle de puro sabor, como bien supo apreciar el público que, sabio, se mostró más sensible hacia las formas directas que en los dibujos enrevesados, dificilísimos, de un mérito enorme por el alto nivel de autoexigencia alcanzado. En buena parte de sus dos bailes, soleá y bulerías, lo que comunicó fue un ejercicio hasta cierto punto maquinal.

Ríos, por el contrario, se dejó ser. Con una mapa coreográfico abierto, inexistente en muchas fases de su recital, dio espacio al vacío, a la nada. A su pura presencia escénica. Porque tiene poder, se lo puede permitir. Porque la tierra que la sostiene es su aliada. Porque se ha entregado a ella, jamás estará sola en la escena.

lunes, 6 de junio de 2011

En la ciudad


La gaditana Niña Pastori publica su octavo disco de estudio, que supone una vuelta al flamenco pop de acentos caribeños

'La orilla de mi pelo’. Niña Pastori. Producido por Chaboli. Sony

Desde su cuarto álbum de estudio, María (2002), la Niña Pastori (María Rosa García García, San Fernando, Cádiz, 1978), que es una mujer muy joven, pero que lleva "toda la vida" ahí porque empezó siendo una niña, introduce temas de firma propiaen 1996, con 17 años, su primera grabación, Entre dos Puertos, disco que la aupó a la cima de la popularidad gracias a los tangos Tú me camelas compuestos por Paco Ortega. En esta octava entrega todos los temas vienen firmados por ella y Chaboli, productor, además, del trabajo. También ha renunciado la cantaora a una saludable costumbre que le acompañaba desde su encuentro con Chaboli: incluir un tema de Jeros, "el de en medio de los Chichos", en cada uno de sus discos. Jeros es el padre de Chaboli pero, como decía más arriba, este disco viene firmado en toda su extensión por la cantaora y su marido y productor. Lógicamente, renunciar a las firmas de Queco, Alejandro Sanz, Paco Ortega, Carlos Lencero o el propio Jeros tiene sus costes.

El disco anterior de la Niña Pastori, ‘Esperando verte’ (2009), era el de mayor presencia de flamenco clásico (alegrías, fandangos, soleares, bulerías) de los suyos. Sin embargo, en esta entrega la cantaora haya vuelto de forma virulenta a la fórmula de canción pop aflamencada que tantos éxitos le dio en el pasado. Es, de hecho, en este terreno del flamenco pop donde la cantaora se desenvuelve mejor. 


Así que ya saben: estribillos corales repetitivos, recargada producción, abundancia de instrumentos eléctricos y programaciones e, incluso, la inclusión de secciones de cuerda en temas como ‘Armadura’, ‘Hablo contigo’ y ‘La ciudad’, o vientos caribeños en ‘Cuando te beso’, ‘No digas que no’ y ‘Y para qué’, con arreglos de tumbao al piano, percusión latina y estribillos soneros en esta última, orientada sin duda al mercado hispanoamericano. Y respecto a la lírica, ya saben: no puedo vivir sin tu amor, desde que te vi soy otra, sólo pienso en ti, y demás zarandajas. Una pena, porque la voz y el carisma de esta intérprete dan para mucho más, como demostró en el pasado. La clave, ya está apuntado arriba, es la calidad de las composiciones, tanto en lo que respecta a la música como en el contenido literario. Eso sí, la fuerza y el carisma de la cantaora se mantienen intactos y emergen a veces en toda su intensidad en canciones como ‘Armadura’ o ‘Que no te corten las alas’, una descarga por tangos con un delicioso órgano Hammond. Me quedo, con todo, con la celebración vital que aparece en ‘Hablo contigo’, con una gran modulación y buen estribillo "lolailo" que podría haber firmado el propio Jeros.

No obstante, este disco contiene un hit, que desde ya es un clásico de la cantaora. Me refiero a ‘La ciudad’: el estribillo en tono mayor, abiertamente optimista, es un pelotazo, incluyendo la sentimental guitarra eléctrica barroca, y el colorido de los arreglos. En el pop siempre es la sencillez lo que mejor funciona. Desde luego que esta canción, este estribillo habría que decir, puesto que la estrofa apenas tiene melodía, está meramente apuntada, es un hallazgo que justifica por sí solo un álbum.