'Francisco Moreno Galván, la fuente de lo jondo' Fidel Meneses y Patricio Hidalgo. Buen Cubero/Fidel Meneses/Mordisco Producciones
Un documental sobre la vida y la obra del poeta y pintor de La Puebla de Cazalla
Uno de los flamencos más influyentes del flamenco contemporáneo, lamentablemente fallecido antes de lo que esperábamos (sí, ya sé que la muerte no se puede esperar) fue este hombre que no cantaba, no tocaba, no bailaba. Francisco Moreno Galván, flamenco de pluma y pincel, letrista y pintor jondo. Poeta flamenco, una condición verdaderamente relegada, tanto en el ámbito de lo jondo como, más aún, en lo lírico. Sin duda, el gran poeta flamenco de nuestro tiempo. Pintor, amigo y morisco. De su pincel surgieron algunas de las imágenes más poderosas de la plástica jonda, como ‘La fuente de lo jondo’ o, dentro ya de la arquitectura, el bar Central de la Puebla o la escenografía de la Reunión del Cante Jondo, que el próximo 7 de julio alcanzará su edición XLIII. Ver los cuadros de Moreno Galván es escuchar a Fernanda, a su paisana enorme la Niña de la Puebla. Amigo, pues de su influencia y aliento surgieron figuras como Pepe Menese, Miguel Vargas, Diego Clavel. Morisco: en su lírica las cuitas, los dolores de sus vecinos se convirtieron en dramas o tragedias universales. Su hallazgo poético es, obvio, un hallazgo humano: la universalidad de la explotación. Elegante sencillez: el artista convirtió en esencia de su arte los caracteres definitorios de las gentes, la arquitectura, el urbanismo, de su pueblo. ¿O fue al revés? ¿Fueron los moriscos los que se hicieron Moreno con, por, durante y tras Francisco? Austeridad, esencialismo, verdad de a puño más allá o acá de filigranas: si es la característica definitoria del cante contemporáneo en La Puebla, la influencia de Moreno Galván no es ajena a la misma. En esto creo que, su mayor virtud, fue la de pulir y estilizar la materia prima que encontró en su pueblo, y no me refiero a las voces citadas anteriormente, sino al aire de La Puebla. Atrapó la atmósfera de su entorno, así supo hacerla universal. Arte de la piedra, de la sierra: campiña y monte bajo. Supo estar invisible detrás de cada gesto, de cada entonación de voz, de cada mirada hacia adentro.
Este documental emociona, consiguiendo así lo que es el propósito de toda obra de arte. Emociona porque nos trae, o nos conduce, hasta la voz de Moreno Galván: ira contenida, civilizada, y serenidad. Equilibrio, pulcritud, y rabia. El documental que firman Fidel Meneses y Patricio Hidalgo nos conduce a la esencia de un hombre empeñado en ocultarla: por timidez o, más verosímilmente, por pudor. Este documental logra lo imposible: desvelar a un hombre que hizo enormes esfuerzos por mantenerse en sombra. Moreno volcó en el colectivo su pena honda. Lo que falta en la obra de Moreno es Moreno, el individuo Francisco, el yo Galván, que volcó hacia lo colectivo, en las calles de su pueblo, en las voces de sus cantes, con esa tendencia a ocultarse que resaltan algunos de los intervinientes en este documental. Por eso la película debe detenerse en donde Moreno se detuvo. Sabemos de su obra, volcada en su tiempo y su pueblo y trascendida al pueblo, y nos preguntamos por su persona, su dolor profundo, ese ser humano que apunta su sobrino-nieto Diego Martín Cabeza y la frase “llegó tarde a la libertad”. Dice Martín que su tiempo le dificultó sobremanera ser quien era, en lo artístico y en lo humano, cuando sabemos que fue el ser quien era lo que le dificultó ser quien era. Sin que en la declaración de Martín halla, ni mucho menos, sombra alguna de falsedad o error de juicio. Y su hermana, en una sola frase, esta vez sí, directa como una saeta: “para él nada estaba bien, todo tenía que ser perfecto”. Por ejemplo, ¿dónde está el juguetón irredento que sin duda fue Moreno? Sólo en alguna imagen al desgaire que aparece anecdótica. Fue claridad y presente, solidaridad, colectivo, y esencia, y así nos lo ofrece ‘Francisco Moreno Galván, la fuente de lo jondo’. Fue un morisco griego. Arte de la palabra, de la letra, del espacio en blanco, del silencio y de la verdad de a puño en el rostro. En la política, en el sentido más clásico y civilizado del término, se difumina la persona. Por salvarnos se perdió. Sin cantar fue modelo de cantaores: podemos reconocer, todavía hoy, sus miradas, sus gestos, en sus paisanos. Incluso los que no lo conocimos. “Cuando quería alguien lo quería en serio” declara Pepe Lamarca. Compromiso.
Arquitectura popular, sí, pero estilizada. Polis, de nuevo en el sentido griego de la palabra. Esto que aplicamos a su urbanismo nos vale para su obra flamenca y también para el flamenco en general. Por eso Moreno Galván perdurará, porque es la esencia de lo jondo popular y estilizado. Ese milagro. “Nos llegó a convencer de que el flamenco es el fundamento de la vida” dice Paco Asensio. Compromiso.
Las manos del cantaor son las de un gorila herido, mientras que la mirada del caballo paciendo en la marisma es la de un poeta renacentista. Los perros son monstruos traspasados de miedo. Daba personalidad a las bestias y animalidad, en el mejor sentido de esencia del dolor y el placer, a sus hombres y mujeres. El placer en Moreno era la gracia en la mujer y el aplomo y elegancia, tierra, en el hombre, al que acababa feminizando cuando lo representaba en plenitud. Moreno Galván era un guijarro oculto en la polis, pulida piedra de fachada en La Puebla.
Imágenes: carátula de la película, sobre una fotografía de José Lamarca, Moreno Galván con Santiago Carrillo y el joven José Menese junto a Melchor de Marchena, por Lamarca.