'Libro de Morente' Vicente Núñez (ed.)
Córdoba, Boronia, 180 pp.
Este ‘Libro de Morente’, que así se titula la obra, es ciertamente extraño. Editado por Boronia, revista cordobesa que se define como “Slow Culture Magazine”, recoge lo que parecen cientos, aunque la cosa se queda en unas 60, historias “con Enrique Morente”. Son muchos los Enriques Morentes que desfilan por este libro.O el cantaor tenia varios dobles moviéndose por esos mundos o nunca paraba en su casa. De las plumas más diversas, desde colaboradores directos como Jesús Arias o Juan Verdú hasta personas que no lo conocieron, como Christina Rosenvinge, y que, sin embargo, tienen su “historia con Morente”. Se echan de menos muchos nombres de personas que estuvieron muy cerca del cantaor. Es decir, que no están todos los que son, aunque sí, tal vez, son todos los que están. Me sorprende que ninguna de las historias trate sobre la más común y la más mavarillosa experiencia (una de lasmás maravillosas al menos) que se pudo haber vivido con el maestro. Asistir a uno de sus recitales, digo. La excepción es el texto (ahora no recuerdo el autor, ustedes disimulen) que narra el estreno madrileño del ‘Omega’ en el Festival Caja Madrid. No del disco, sino del tema. Por lo demás, sigue pues vivo en el flamenco el mito del “cante del cuartito” (‘El cuarto’ es el título del texto que firma Pedro G. Romero), privilegiando pues el contacto en la cercanía del espacio íntimo con el cantaor, sobre el vínculo que establecía este intérprete, con su público, en espacios más amplios.Todos los autores, señoritos de cuartos por tanto, quisieron sentirse minorías, exquisita minoría, esa que tocó, que estuvo cerca, del mito. Hasta el punto es un tópico lo del cante de cuartito con Morente que hay un texto muy gracioso, porque no responde en absoluto a su nombre, titulado ‘Yo no conocí a Enrique Morente’ de JoanTomas. El texto titulado ‘Sobre la nevada’, de Pedro Calvo es pura poesía, una delicia, mientras ‘Qué dirá la Aurora’, de Paco Luque, es desternillante. Son los dos extremos de un conjunto de anécdotas en las que,no obstante, lo que predomina es el puro testimonio autocomplaciente más o menos estilizado. Mucha noche, muchas copas. Mucha amistad.
Yo no voy a ser menos y voy a recordar aquí, hoy, al Morente por teléfono. Era un gran conversador, también en la distancia. El fijo no tenía el reconocimiento de llamadas de manera que había que enrollarse un rato con el contestador antes de que el cantaor, una vez identificado al interlocutor, descolgara. En una ocasión lo llamé al móvil y estaba tirado en la carretera, camino a Madrid, donde cantaba al día siguiente. Ahí estaban, en plena llanura manchega, él y su Mercedes, esperando al gruista. En 2009 hablamos en varias ocasiones sobre un asunto feo. Ahora que todo ha pasado, lo puedo decir: estaba inquieto por una denuncia judicial interpuesta en su contra por un periodista sevillano. Yo lo tranquilizaba diciéndole que, por mi parte, había sido denunciado hasta en tres ocasiones por injurias y calumnias pero que jamás me habían condenado. Que en España la libertad de expresión estaba salvaguardada. Me sentía culpable porque el maestro había sido denunciado por una carta que yo le había publicado en un medio en el que colaboraba por aquella época. La verdad es que le mentía un poco cuando le decía que yo estaba seguro de que en España la libertad de expresión estaba asegurada.
- Sí, pero imagínate que me toca un juez derechón. Mira lo que le ha pasado a Luis García Montero. Lo más peligroso de la carta, dice el abogado, es que le llamo fascista.
- Hombre Enrique, fascista se refiere a un periodo de la historia europea, no es ningún insulto. Es como si a ti te dijeran comunista.
- A mí me han dicho muchas veces comunista.
La denuncia no prosperó.