Cante: Marina
Heredia. Guitarra: José Quevedo
'Bolita'. Palmas: Jara Heredia,
Anabel Rivera. Lugar: Sala
Joaquín Turina, Sevilla. Fecha: Jueves,
30 de mayo. Aforo: Lleno
El brillante cierre de los meritorios Jueves Flamencos fue un completo recital de cante a cargo de Marina Heredia con la sala abarrotada. Se trató de un público no habitual del ciclo, atraido por el carisma de Marina Heredia. La cantaora es una diva familiar, que se mira en el espejo de las grandes cupletistas, desde la Reina a la Jurado, como demostró en el brillante cierre del recital, coplas y boleros a ritmo de bulerías donde se rompió. En ese momento la medida dejó de importar y se impuso la entrega a tumba abierta a la emoción directa. Fue un recital clásico en el que hubo espacio para los homenajes y también para presentar dos temas del disco que la granadina acaba de grabar. Así la milonga con la que abrió el recital o las canciones por bulerías a la forma de la gran estilista del compás que fue Adela la Chaqueta. Ambas entregas forman parte del flamante disco de Heredia. Por soleá se fue animando hasta alcanzar el cenit en los cantes trianeros.
Heredia es una superdotada, de voz poderosa, pujante, juvenil, metálica, brillante y perfecta. El climax de sus recitales son los finales de los mismos en los que la intérprete se siente relajada y se olvida de la perfección formal para entregarse a la pura pulsión emocional, como ocurrió ayer, no sólo en los cuplés por bulerías mencionados, también en los deliciosos fandangos tremendistas del Chocolate que nos dio como propina. Pero no fueron sólo Chocolate y la Chaqueta los homenajeados: también sonaron las melodías de Enrique en los morentangos. Con Morente, del Albaicín vinieron, ya saben, Juan de la Cruz, Manuel Machado, Lorca y un salmo bíblico. Y Camarón, con algunas de las pegadizas melodías por bulerías que le compuso Pepe de Lucía en los años 80: 'Viviré'.
El brillante cierre de los meritorios Jueves Flamencos fue un completo recital de cante a cargo de Marina Heredia con la sala abarrotada. Se trató de un público no habitual del ciclo, atraido por el carisma de Marina Heredia. La cantaora es una diva familiar, que se mira en el espejo de las grandes cupletistas, desde la Reina a la Jurado, como demostró en el brillante cierre del recital, coplas y boleros a ritmo de bulerías donde se rompió. En ese momento la medida dejó de importar y se impuso la entrega a tumba abierta a la emoción directa. Fue un recital clásico en el que hubo espacio para los homenajes y también para presentar dos temas del disco que la granadina acaba de grabar. Así la milonga con la que abrió el recital o las canciones por bulerías a la forma de la gran estilista del compás que fue Adela la Chaqueta. Ambas entregas forman parte del flamante disco de Heredia. Por soleá se fue animando hasta alcanzar el cenit en los cantes trianeros.
Heredia es una superdotada, de voz poderosa, pujante, juvenil, metálica, brillante y perfecta. El climax de sus recitales son los finales de los mismos en los que la intérprete se siente relajada y se olvida de la perfección formal para entregarse a la pura pulsión emocional, como ocurrió ayer, no sólo en los cuplés por bulerías mencionados, también en los deliciosos fandangos tremendistas del Chocolate que nos dio como propina. Pero no fueron sólo Chocolate y la Chaqueta los homenajeados: también sonaron las melodías de Enrique en los morentangos. Con Morente, del Albaicín vinieron, ya saben, Juan de la Cruz, Manuel Machado, Lorca y un salmo bíblico. Y Camarón, con algunas de las pegadizas melodías por bulerías que le compuso Pepe de Lucía en los años 80: 'Viviré'.
Respecto al cante más tradicional, me gustó más la soleá que la seguiriya. La
malagueña, de Chacón al Canario, fue también muy meritoria, con un vibrante
final de fandangos albaicineros. Y la bulería por soleá, un verdadero ejercicio
de virtuosismo rítmico. La noche tuvo, incluso, un momento para el lucimiento en solitario del Bolita,
con un tema que se encuentra en las antípodas del toque del jerezano: una pieza
lúcida, serena, extática, casi solar, cuando lo propio del tocaor es la
inquietud y la tensión. Divas, intérpretes carismáticas, que combinaron su dominio técnico y su
conocimiento del cante con una poderosa presencia escénica, y mediática, las
hubo siempre en este arte y son muy necesarias para el mismo. La cantaora le ha
cogido el punto a Sevilla de una forma admirable. Ella se siente cómoda en
nuestra ciudad y el público la adora, como vimos anoche en los jaleos continuos
que volaban del patio de butacas al escenario.