por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







sábado, 2 de abril de 2011

¿Por qué nos duele Japón?

Carmen Ledesma nos llevó al cielo con una pataíta completamente zen, que apeló a la contención, a la inmovilidad, al silencio. Pero, ¿cómo no hablar por Japón, que son carnes de nuestras carnes? Es el punto y seguido de una historia de amor que empezó allá por los 20. Fue la Argentina, la gran Antonia Mercé, que decidió pasar por Tokio al volver de Filipinas. No sabía la que se iba a formar.

Tiene el corazón razones que no se pueden explicar, aunque seguro que hay algún psicólogo con su hipótesis. Porque Japón no sólo está en la antípoda física del flamenco, también, sobre todo, en la emocional. Hoy, como ayer, no existen las distancias. ¿Por qué alguien que parece no romperse por nada se rompe por esto nuestro? Ahora la tierra se ha roto y son nuestros corazones los que se desangran por sus simas. Los corazones flamencos. Los corazones de La Yunko, Eri Fukuhara, Kaori Taniguchi, Yuki Tawara, Keiko Ishiwaka, Nanako Aramaki, Sachiko Nishiuchi. En sus cuerpos y en su arte flamenco decimos "gracias Japón". Gracias por todo lo que le has dado al flamenco. Has sido el sustento económico y espiritual de todos los artistas jondos. No hay flamenco que no escuche hablar de Japón al poco de tener uso de razón. Ademas La Yunko, Keiko y compañía no se han limitado a alimentar su pasión desde el patio de butacas. El miércoles se subieron a las tablas del teatro Alameda y abrieron la noche por alegrías. Japón nos duele porque es parte de nosotros, porque en el planeta jondo ocupa una región muy importante.

 Allí donde el flamenco no encontró el sostén físico necesario, precisamente en su tierra de origen, por la precariedad que ha sufrido la misma, lo encontró allende los mares, al otro lado del planeta. El 90% de un arte, de una cultura, es su gente, es su asiento. Estuvieron cuando los necesitábamos: qué menos que estar ahora con ellos. Estar por nosotros. Más que dinero, lo que necesitan es precisamente aquello que nos dieron: sustento espiritual. Decirles lo que nos dijeron, que nos querían, que vivían por nosotros. Que por nosotros aprendieron el lenguaje de nuestras penas, aunque fuera algo tan dificil de pronunciar como unas seguiriyas. El lenguaje de nuestras alegrías. Que por nosotros cruzaron el planeta para tenernos en sus brazos, en sus bocas, en la punta de sus dedos. Adela Campallo, Esperanza Fernández, Pedro Sierra y compañía fueron nuestros brazos, nuestras manos, nuestras gargantas para decir: "Os queremos. Nos duele vuestro dolor porque sois parte de nosotros, porque nuestros pasos están indisolublemente unidos desde que en un día de 1927 una mujer llamada Antonia Mercé descendió de un avión y pisó vuestra bendita tierra, esa que ahora tiembla. Esa que nos cubrirá por siempre".
Imagen: la bailaora japonesa Yunko Hagiwara.

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