La gente imagina cosas, yo no soy responsable.
No voy más a la feria. Ni este año ni el que viene.
Ha sido, en verdad, la peor patá de la historia.
Voy con un niño pequeño de la mano. Y cuando ve a otro, a otra, se siente instintivamente solidario y despierta mis deseos de cuidarlo. De cuidarla. Pero el niño está en un lugar seguro: “tengo en el pecho una jaula, en la jaula dentro un pájaro, el pájaro lleva dentro del pecho un niño cantando, en una jaula, lo que yo canto”: Vicent-A. Prada.
He estado cinco minutos en la confitería, mirando los pasteles. No sabía cual elegir. No sé cuál elegir. Te habrás dado cuenta de algo: desde hace cosa de un mes no tengo paladar. Al principio la dieta fue muy buena, deliciosa. Pero ya estoy harto de la abstinencia. Tan sólo mi amiga F, que además es una de las mujeres de mi vida, me ofreció de madrugada un delicioso postre de despedida. Todavía me mueve, ¡cómo me mueve! Lástima que esté tan lejos: a la vuelta de la esquina. Tú haces un dobladillo con el planeta, y allí está ella. La vida no me sabe a nada. Y, de repente, tengo una explosión emocional brutal, como aquello de la columna vertebral que te contaba ayer.
Fue la que me ofreció una solución, tan amable y benigna como todas las suyas, a mi problema. Mi problema fundamental: “eres un ayudador. Eliges a la persona que quieres salvar”. A los ayudadores no hay quien los aguante, aunque a mí no me va mal el serlo. Mi maestro Jorgito Llano me lo dijo así, y él, que ha salvado de la muerte a tanta gente como la que ha acompañado en ese trance final, no se equivoca nunca. Así que ofrecí mi ayuda, porque me la pidió, a la linda india americana S. Aunque ella es más valiente que Jerónimo y Cochise juntos. “Déjale espacio a tu hombre. Déjale que te cuide, que te de cosas. Tiene mucho que darte. Déjale que te saque a bailar. Es un guerrero. A ningún hombre le gusta que su mujer tenga más huevos que él”. Cuando ella me sacó a bailar, quiero decir que me obligó a bailar, hice un gesto raro, que captó en seguida porque es muy inteligente. Es brillante, también como mujer: el pelo negro, rizado, fuerte. La piel tensa, dorada y metálica. Brocha y zaína. Aunque me violentó su proposición, o mejor dicho imposición, me gustó bailar con ella. Fue con la que más disfruté bailando, porque, en parte, se dejó llevar. Hasta donde se lo permitió el Cochise que lleva dentro. Sé que es una pareja con un gran futuro y así se lo hice saber. Porque los dos saben bailar y, ya lo dijo Sócrates, “nunca des la espada a un mal bailarín”.
Salto de una cosa a la otra sin solución de continuidad, en una suerte de escritura automática, pero las cosas están así. En realidad estoy durmiendo. Llevo cuatro horas dormido (¿cuatro solo?). Es la peor feria de la historia, quiero decir la peor patá.
Ah, sí, la Maestranza: Morante, dos pases con el capote. Essau, dos orejas en su alternativa, la primera con un toro verdaderamente brillante. El Cid, nada. Estuvo mejor que Morante, claro. Pero nada. Hay muchos que están mejor que Morante todos los días, no tiene ningún mérito.
- Y ella, ¿es complicada?
- Ella no, pero ella sí- dije señalando a la francesa. Nunca he hablado con la francesa.
- Pensaba que me ibas a decir que según tú ninguna mujer era complicada. Sólo los hombres.
- Por eso te la he indicado a ella.
- Los hombres son más complicados que las mujeres, por tanto.
- Los que hay está noche aquí sí lo somos. Por eso no entendemos a las mujeres. No porque vosotras los seáis: tú eres transparente, como mujer. Es el hombre que llevas dentro el que te complica las cosas. Deja salir a la mujer. Tú sabías que tu hombre era complicado cuando lo elegiste. Lucha por él. Emplea tu fuerza en esa lucha. No contra él sino con él. Sé que tiene dudas, las va a tener toda la vida. Y, siempre, miedo. Pero es él más valiente de todos los que estamos aquí. Incluyéndote a ti.
- Si nunca has cruzado una palabra con él.
- Lo conozco muy bien, porque es como yo. Sé lo que está pensando ahora mismo, mirándonos hablar con el rabillo del ojo. Es buena persona.
- Por eso estoy aquí, porque es buena persona. Pero ya le he dado un ultimátum.
- No luches con él. Deja que te saque a bailar. Ponte una falda. No emplees tu fuerza física enorme en esa dirección. Déjate llevar. Déjate. Mira a tu madre. Toma la alternativa: sé la mujer que eres. Si como hombre eres un morlaco, imagínate lo que puedes ser como mujer. Y los dos juntos, ni te cuento.
- Mi madre manda, manda mucho.
- Mira a tu abuela. Estoy seguro de que no aprobaría cómo vas vestida esta noche.
- Pero si este traje de pantalón es muy lindo.
- Y negro también. Pareces el segundo de esta la tarde. Mañana ponte una falda de lunares. Y, si puede ser un traje de flamenca, mejor.
Lo que me dijo F: toda la noche me hiciste ojitos. No es que yo sea alguien especial. Se los hiciste a todos. Yo me resistí porque te tengo calada, desde la primera vez que te vi. De hecho, ayer fue la segunda. En mi pueblo tienen un nombre muy feo y explícito para esto. No obstante, ya bien avanzada la madrugada, me dejé caer y te pedí que bailaras conmigo. Me dijiste que sí en la puerta de la caseta, pero no me seguiste. Cómo eres. Cómo serás, que luego, a través de tu amigo mariquita, fuiste tú la que me pediste un baile.
- ¿No hay ningún hombre que saque a bailar a esta mujer?- Por supuesto que yo era el único hombre presente.
- Pero si te invité hace un rato, y no quisiste.
- Ah, sí, no me di cuenta.
Cuando subimos a la tarima pasó lo que tenía que pasar: la música cesó de repente. Me pasó lo mismo con tu amiga, en la caseta de la peña. Por cierto que, cuando me despedí de tu amiga, me dijo su nombre. Yo le respondí:
- Sé perfectamente como te llamas.
- Es que, cuando nos encontramos, no te saludo. O a lo mejor eres tú el que no me saluda.
- Mira que eres mala persona, no saludarme- le espeté sin darle opción a la falsa alternativa que me planteaba.
La gente imagina cosas, yo no tengo la culpa. Bastante tengo con las que imagino yo: ¿puedes creer que todo lo que cuento en este blog creo que ocurrió de verda? Anoche se me olvidó la cámara en casa, así que no hay fotos.
- Es demasiado tarde querida, han puesto las dos últimas solo porque se lo he pedido al camarero, para bailarlas con la indita linda. Tenías que haber aprovechado cuando te lo pedí antes.
Su amigo se entonó y bailamos una, pero ya la noche estaba muerta. Con todo, la rematé en la penúltima caseta, con mi vuelta por bulerías. No quería irme a dormir sin bailar por bulerías así que cuando el cantaor C. se entonó, salí a bailar. La caseta, bulliciosa, nadie escuchaba. C. no me miró. Yo marqué y me fui y todos apartaron la vista. Fue la peor patá de la historia. La noche estaba ya muerta mucho antes. Cuando empieza a circular la cocaína es que la noche está muerta. Y ahí te dejé, a las claritas del día, haciéndole ojitos a otro que estaba menos cansado.