por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







domingo, 7 de agosto de 2011

Hoy hace un año

'Estrella Morente en concierto'. Cante: Estrella Morente. Guitarra: Montoyita, Monti. Palmas y coros: Ángel Gabarre, Antonio Carbonell, Kiki Morente, Soleá Morente. Percusión: Popo. Lugar: Antiguo Mercado de La Unión. Fecha: Sábado, 6 de agosto. Aforo: Lleno.

Hoy hace casi un año que lo abracé por última vez. Un año desde que, confundidos con las cámaras de televión y el alboroto que a veces su presencia despertaba, le presenté a mi padre a las puertas de la Casa del Piñón. Hace un año que cantó por seguiriya, por taranta. Y fue ayer. Enrique Morente, hace un año en La Unión. Estrella Morente, ayer en La Unión.

Estrella Morente se presenta desnuda, por el luto. Estrella Morente ha venido desprovista de su fuerza mayor, su potente imagen, y resulta, claro, más adorable que nunca. Más descarnada. Más verdad. Ni la guitarra la arropa, la guitarra es el eco lejano de una guitarra. La cantaora está sola en la escena y sola está serena como jamás la vi en un escenario. No es extraño que la muerte genere vida pues una no es sin la otra. El semicírculo por martinetes recuerda lo que pasó en La Unión hace un año (y fue, también, hace un lustro, un decenio …) y la emoción crece sobre una saeta que viene de un mundo paralelo, ese por el que pasamos todos los días sin ver. También sobre uno de los poemas mayores de amor del castellano, 'No me mueve mi Dios para quererte', que permanece, y es gozo, anónimo. Taranta marchenera, como digo sin guitarra, para subir al cielo: a todo el mundo le gusta el cielo. Y seguiriya revuelta hacia esa vida que es la muerte. El flamenco es un artefacto exacto, creado por iletrados, puede ser, que acumulaban una sabiduría milenaria sobre el universo emocional de los hombres y mujeres. La seguiriya es la trasposición exacta, escasamente artística, digo, absolutamente artística, pues apenas hay estilización del grito primigenio, del grito desgarrado, del grito de dolor por la tragedia que todos los días acecha, todas hieren, la última mata. Rabia ante la muerte, que es la vida, pero esta noche la cantaora, la hija, está serena sobre las tablas del Antiguo Mercado. Incluso en la pena, abrazando la pena, aceptando serenamente la vida, que es la muerte, en el cierre de Manuel Molina-Vallejo.

Ahí se acabó el recital. En cierta manera. Luego fue un repertorio que se desgrana del de Morente, Enrique ('Decadencia', 'La Estrella'), Estrella ('La noche de mi amor'), o el que construyeron ambos ('La Alhambra lloraba'). Con el soporte, la voz, de Gabarre, Carbonell, Kiki y Soleá. El nombre exacto de las cosas que contiene esta lengua nuestra. Y es que Enrique llamaba a las cosas por su nombre y un nombre, un hombre y una mujer, es un destino. Estrella. Soleá: no cabe filo más extremo ni ternura mayor, en un solo quiebro de su voz, en sus ojos desolados. Ambas son, claro, el orgullo de su madre Aurora.

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