'La Curva' Cía. Israel Galván
Baile, idea, coreografía y dirección musical: Israel Galván. Piano y composición musical: Sylvie Courvoisier. Cante: Inés Bacán. Compás: Bobote. Dramaturgia y dirección de escena: Txiki Berraondo. Lugar: Teatro Villamarta (Jerez) 27 de marzo.
Galván ha encontrado en esta "chica de la Curva" un músico a su medida: si él tiene en sus pies, en sus manos, en su cabeza, todo el lenguaje corporal de lo jondo, de la danza, de la calle, del cine silente (ha incorporado en esta obra a su galería a Tarantino), Courvoisier tiene en sus manos, en su cabeza, toda la música. Cada uno desde su academia: el conservatorio o casa don José Galván. Más inquientante que el piano contemporáneo es la carne cruda de Inés Bacán, la densidad inefable del Bobote. Es la tierra que queda en las uñas de La Curva de lo anterior. Israel Galván ya tiene un pasado, por lo que se permite mirar al futuro. Ya no es la pura emoción, silente y llorona. Ahora la llorona se ha civilizado, estilizado y, en cierta medida, uperisado. Ahora la emoción no guía el espectáculo precisamente porque todo él está al servicio de aquella. Por eso, siendo homérico y barroco, siendo omnívoro, proteico, como es, es un bailaor más tranquilo. Se aprecia en la puesta en escena, menos rígida, más fluida, en la recurrente aparición del humor. Hay un diálogo con su pasado que es el nuestro. Ya no es cuestión de vida o muerte, ni para él, ni para nosotros, y por eso se permite hacer bromas consigo mismo, con nosotros, con el público. Con su pasado, que es el nuestro.
"La muerte es el público" era una broma ayer, cuando antier, en Arena, era una tangible realidad. O la nana de Tábula rasa. El espectáculo es, en cierta manera, una versión, una continuación, un remedo, una resolución de lo que se planteaba en Tábula rasa. Donde allí no había diálogo, aquí hay interacción. Donde había drama, aquí hay ruptura de los límites y hasta comedia. Israel Galván está cada día más joven y más libre. Lo que allí era puro conflicto aquí es propuesta de acción. Lo que allí era estanco pretérito aquí es porvenir. Lo que en Tábula rasa era emoción pura, desbocada, doliente, tortuosa, febril, categórica, insoportable, aquí es un espectáculo perfectamente digerible, algo largo quizá. La nana de Tábula rasa queda resuelta en La Curva. Pero el espectáculo continúa e Inés Bacán, descomunal por soleares, por martinetes de Antonio Ruiz Soler, por seguiriyas, acaba entonando 'Los ejes de mi carreta'. Recuerdo otra canción de Ataulapa Yupanqui, que cantaba Chano Lobato: "Le tengo rabia al silencio, por lo mucho que perdí, que no se quede callado quien quiera vivir feliz". Courvoisier da soporte armónico a la voz modal de Inés Bacán, después de haber dialogado con la hemiola y la rueda armónica de soleares y seguiriyas. Si la Tábula rasa es tiesa, rígida, recta, moral, masculina y adolescente, La Curva es femenina, sinuosa, dulce y madura y contiene una promesa o posibilidad de felicidad en su resolución. El silencio es un ensayo, una posibilidad en La Curva, meramente apuntada y desmentida por una puesta en escena barroca. Que no se quede en silencio quien quiera vivir feliz. Doliente e imprescindible Inés Bacán y Bobote el soporte exacto, la segura red de tierra que permite a Galván hacer sus cabriolas en el aire. Es un privilegio ser su contemporáneo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario