por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







miércoles, 9 de enero de 2013

La otra búsqueda





‘Cambio de Sentido’ Dani de Morón. Producido por Dani de Morón. Bujío/La Voz del Flamenco.



En ‘Inmigración’, la composición que cierra el disco, dividida en dos partes, cesa de repente la ansiedad. El alma se serena y da las gracias. El silencio da cabida a la intención, al deseo. La claqueta, que ha sido el enemigo mayor de lo jondo en los últimos tiempos, cesa para mostrarnos que, en efecto, lo que hay en las manos del tocaor es un instrumento musical, ingenio y ternura, manufactura precisa y azar, tiempo y presente. El río, de repente, comienza a fluir de forma natural, no es necesario apremiar al agua puesto que va a llegar al mar de todas formas. Y, aunque es un drama terrible lo que inspiró este tema desarrollado en dos piezas, la obra lo que trasmite es una serena melancolía, una lágrima que fluye con naturalidad, un manantial que brota de una roca, reticente, esforzado y sutil. Porque escuchamos al músico respirar, porque notamos el sonido de su dedo deslizándose en el mástil, la obra es aún más bella y en la noche brilla como una estrella que nos conduce a un lugar seguro, donde el dolor habita, claro, porque somos adultos y sabemos que, como decía el poeta, no hay amor sin espinas.





Pero donde se puede estar seguro de que hay vida y humanidad, que es lo que trasmite Dani de Morón en este toque dividido en dos partes, la primera ‘ad libitum’ y la otra como bulería lenta. La música es vida, porque la música es respiración. En estos tiempos de inhumano frenesí en la guitarra flamenca, en el mundo de lo jondo, frenesí que refleja ciertas realidades sociales, encontramos este oasis de tiempo, en mitad del desierto de la velocidad, este paraíso de ternura en mitad del infierno vertiginoso de los picados.

Es una de las piezas menos arriesgadas desde el punto de vista técnico, físico y armónico. Y, no obstante, es la joya de este disco. Porque se basa en un descubrimiento melódico simple, humano, que está al alcance de la mujer y el hombre de a pie. Aquí cesa la pretensión de asombrar en aras de la pura comunicación de emociones. Cesa el cripticismo en aras de la claridad. Cesa la "jerga de la guitarra" en aras de la voz de los hombres. La inteligencia deja paso a la complicidad. El concepto se hunde a los pies de la vida. 






Con esto no pretendo desacreditar las indagaciones técnicas de este músico brillante. Ni tampoco su calidad como intérprete superdotado. Sólo digo que esas dos virtudes, siendo mucho, son nada comparado con lo que importa. Como dijo Buñuel de Borges: "Sí, es buen escritor, ¿y qué? Buenos escritores los hay a patadas. Lo que importa es otra cosa". Lo que importa es una pieza que tiene el poco eminente nombre de ‘Inmigración (intro)’. Es decir, que parece funcionar en este disco como mero umbral para el tema que cierra la pieza, ‘Inmigración’. Y, sin embargo, es, como digo, la verdadera joya de esta obra rica y hermosa.






Claro que Dani de Morón es un virtuoso, de una precisión absoluta y un toque verdaderamente categórico. Tiene esa fuerza tremenda de su juventud y deseo. Pero, como digo, lo que nos importa es el ser humano que es, que a veces se esconde detrás del guitarrista. Si el músico no pone sobre el tapete sus dolores y placeres, sus iras y miedos, interesa poco al público, más allá de los especialistas. La gente, más humana de lo que Ortega y Gasset hubiese deseado, desea sentir emociones sobre el escenario donde el propio bagaje emocional pueda engancharse y desarrollarse.

En esta misma línea de ‘Inmigración’ se sitúan algunos temas sin adscripción genérica. Los tangos, bulerías, seguiriya, soleá y la rondeña son más fríos, trepidantes, metálicos y fugaces. Un excelente espejo de ciertas condiciones sociales de hoy. Férreos inmutables, extraños, lejanos. Por supuesto que Dani de Morón conoce las raíces, como demuestra en soleá y seguiriya. Y por supuesto que a mí me importan las alas. La discusión no es esa, esta vez. Una obra absolutamente tradicionalista puede ser fría, deshumanizada y de poca tensión emocional. La discusión entre vanguardia y tradición no es una verdadera discusión.

No es el caso de este disco, donde los infiernos y placeres de su intérprete, sin duda a la vanguardia del toque, están más que manifiestos. Es un gran disco. Aunque no se puede ser sublime todo el tiempo. Eso lo entiendo. Pues fíjese si es sutil la caja de ritmos en ‘Momento de calma’: hasta eso me molesta. Es la hora de la guitarra solista y sola, esa es la verdad. Aunque me gusta mucho ese final, tan inopinado, otra de las señas de identidad de este tocaor que huye, como por instinto, del lugar común. Aunque a veces es tan descansado sentirse vulgar ...

Tú lo tienes’ lo entiendo como un canto a la complicidad, a la amistad. Un toque en tonos mayores amable y directo. Como escribí en una ocasión, este guitarrista gana cuando se hace cercano, conforme se aleja del intelectualismo. Claro que es comprensible que no quiera renunciar a su búsqueda técnica, pese a que la que más importa es otra búsqueda.


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