La empresa valenciana Cifesa se
inicia como distribuidora y exhibidora, pasando en 1934, con ‘La hermana San
Sulpicio’ a la producción. Propiedad de la familia Casanova, empresarios
germanófilos. El modelo fue siempre la comedia musical alemana. Producciones
caras, encargadas a directores veteranos, ya consagrados en el mudo como Benito
Perojo o Florian Rey. Después de la guerra siguió produciendo cine de este
corte, con Florian Rey como director estrella. Incluso rodó dos películas,
‘Carmen la de Triana’ y ‘La canción de Aixa’, en los estudios de Berlín durante
la guerra, bajo la protección del régimen nazi. Según testimonios, Hitler era
un gran admirador de Imperio Argentina. La excepción a esta inspiración
conservadora serán las obras de Benito Perojo, cosmopolitas o, incluso, uno político, ‘Nuestra
Natacha’, que, filmada en 1936, no llegó a estrenarse. Perojo, en la posguerra,
se ha de olvidar de sus comedias sofisticadas para meterse de lleno en un cine
“folclórico” y tradicionalista. Con todo, vemos que el cine de Cifesa es
eminentemente escapista, bien a través del costumbrismo, bien en forma de
comedia sofisticada.
Sin embargo Fernando Rey es claramente tradicionalista, pese a ciertos apuntes sociales en ‘La aldea
maldita’ (1932) rodada antes de que Cifesa iniciara sus producciones. Incluso
se muestra clerical en algunos títulos como ‘Nobleza baturra (1934), que al
parecer era una de las películas favoritas de Hitler. Con el estallido de la
guerra, se muestra abiertamente profranquista y se va a rodar a la Alemania
nazi.
‘La hermana San Sulpicio’ (1934)
Es una de mis películas favoritas
del periodo, con una de mis actrices favoritas de todos los tiempos. Basada en
la novela homónima de Palacio Valdés (1889), es una comedia pura, un musical
puro. En el sentido de que no hay alusiones a la actualidad y que el elemento
musical tiene el único sentido de entretenimiento. Hay cantes, no bailes.
Es una producción relativamente barata, por ser la primera de la productora:
100 mil pts. De las que 26 mil van para su estrella, que ya lo era en el cine mudo, con
el mismo director, con el que se casó en esta época, y con el que tuvo la
primera hija de ambos. No presenta ningún conflicto de clases ya que todo se
desarrolla entre la alta burguesía. La única alusión política es el militante
carlismo del protagonista masculino que lo acerca a la familia de la
protagonista femenina y le permite acceder e intimar, incluso conseguir un
trabajo con el tutor de la monja. Tiene un elemento religioso que es al mismo
tiempo levemente turbador: es la historia de una monja que prefiere el cante
flamenco y el amor carnal de un hombre al claustro, a los cantos religiosos y
al amor espiritual de Dios.
El cante flamenco está presentado
con toda naturalidad sin vincularlo a los tópicos decimonónicos de noche, clases
bajas y gitanos. Por el contrario, la que canta, con toda naturalidad como digo, es una
monja procedente de la clase social alta sevillana. Un puro y divertido
entretenimiento. Me gusta que el flamenco esté aquí desprovisto de todo
contexto social y racial, desligado de la noche y del alcohol, porque de hecho
representa, no una estilización artística sin más, sino una realidad: la de que
el flamenco es la música popular del periodo y una película musical se hace por
tanto flamenca. El flamenco ocurre en los salones de la alta burguesía y lo
cantan, con toda naturalidad y sin ningún pretexto las señoritas herederas y
comparte el mismo espacio que una sonata de Beethoven o un lied de Schubert. Al
final, vestida a la última moda, con sombrero y boa al cuello, y la risa más
fresca que una fuente, suenan las sevillanas instrumentales. De la popularidad
del flamenco en este periodo da cuenta el hecho de que la actriz más famosa del
momento canta y baila el estilo tan tranquilamente.
Rey había tratado temas sociales,
levemente, en ‘La aldea maldita’ (1932) y aludiría al tema del honor sexual en
‘Nobleza baturra’ (1935), pero esto es una comedia pura. También es una
película flamenca, no sólo porque fuera la música más popular de la época,
también por cuestiones económicas, claro, porque una cantaora y un guitarrista son más baratos que una orquesta y un ballet. Conforme el cine musical autóctono
conquista más público, pasa de flamenco a orquestal. También ocurrirá en las
películas de Angelillo. Aparece fugazmente Pepe de la Matrona, del que se
escucha también su voz cantando por soleá. En todo caso la película no trata de
flamencos ni de gitanos, sino de una monja que ríe. La música incidental,
orquestal, es de Turina, aunque hay algunas composiciones originales para
ciertos pasajes.
Imperio Argentina no era una
cantaora de flamenco sino una actriz polivalente que lo mismo cantaba copla que
tango argentino que jotas aragonesas. Debutó con la versión muda de esta obra
en 1929, a cargo del mismo director. Es de suponer, por tanto, que tuvo que
estudiar para cantar los estilos de flamenco que hace en la película. Hay que
decir que los hace muy bien, con mucha gracia y frescura. Es la historia de
una monja que ríe, y la risa es nada menos que la de Imperio Argentina. Las
alusiones sexuales son directas.
La película evidencia la mano
maestra de un veterano director en detalles de estilo como los picados, primeros planos, encuadres poco
habituales, planos largos. La obra es básicamente contemplativa, con
elementos paisajísticos, un lento fluir vital, como el de la novela decimonónica
de la que procede. Un transcurso lento, moroso, suave, sin grandes conflictos
ni pasiones, sin grandes dramas ni grandes comedias, con cierta voluntad
artística por parte de su director, pero muy sutil, muy atemperada. Con algún
detalle surrealista como el del marido que llega a casa borracho y maulla. Un detalle propio de los aires
liberales característicos del periodo es cuando, en una visita a las cuevas de Aracena,
las parejas aprovechan la oscuridad para besarse y hacer el amor.
El mismo director, Florian Rey,
que, en cierto modo, inventó el musical flamenco con esta película, lo
destruiría más tarde con ‘Morena Clara’, creando el modelo de “cine folcórico”
de inspiración flamenca pero no flamenco, sino orquestal, que se impondría en
el franquismo. Precisamente la abundancia de medios sería lo que mataría al
flamenco, aunque en la segunda película el tema fuera, aparentemente, más
flamenco y más gitano. Así pues el musical de cante flamenco, que encontraremos
ya, tan sólo, de forma estricta, en otra película, ‘La hija de Juan Simón’,
quedó abortado prácticamente para siempre. A partir de entonces el cine
flamenco estará centrado en el baile, pero nunca más en el cante. Lo cierto es
que el cante flamenco ya no volverá a las cotas de popularidad que gozó en los
años 20 y 30 del siglo XX.
‘La hermana San Sulpicio’ no es
ni de lejos una españolada, género que, según Roman Gubern, lo inventaron los
franceses. No hay gitanos, ni toreros, ni siguiera flamencos profesionales, no
hay tabernas sino salones burgueses, aristocráticos, claustros religiosos, las
aguas termales de Marmolejo, carlistas, médicos gallegos y un delicioso paseo
en barca por el río Guadalquivir. Es una comedia burguesa con cante flamenco,
una rareza que jamás se volverá a repetir, ni siquiera en las personas de
Rey-Argentina. Por eso le tengo tango cariño al film. Es la primera producción de
Cifesa y está rodada en los estudios Orphea de Barcenola, los mismos en los que
luego se rodaría ‘María de la O’.
Ahí os dejo a la fiera por peteneras: