XVII
Bienal de Flamenco. 'De la punta a la raíz'. Baile: José Galván,
Merche Esmeralda, Rafaela Carrasco, Belén Maya, Pastora Galván,
Rafael Campallo, Adela Campallo, Farruquito, Manuela Ríos, Hiniesta
Cortés, Isabel López, Yolanda Heredia, Pilar Ortega, Miriam Conde,
Beatriz Santiago, Julia Acosta, Manuel Betanzos, Ángel Atienza,
Marco Vargas, José Luis Vidal 'Lebri', Alejandro Rodríguez, Raúl
Gómez, Franciso Mesa 'El Nano', Juan Aguirre. Cante: Miguel Ortega,
Antonio Campos, Moi de Morón, Antonio Zúñiga. Guitarra: Rafael
Rodríguez, Juan Antonio Suárez 'Cano', Jesús Torres, Ramón
Amador, José Luis Silva 'Morito'. Palmas: Antonio Moreno 'Polito'.
Dirección: Rafaela Carrasco. Lugar: Teatro de la Maestranza,
Sevilla. Fecha: Domingo, 30 de septiembre. Aforo: Lleno.
La pulcritud, la precisión formal de Rafaela Carrasco y el arte de abrirse al otro, al momento presente, a la inspiración, de Matilde Coral. La combinación podría ser explosiva, pero el resultado es uno de los números más brillantes del espectáculo con el que anoche se clausuró la XVII Bienal de Flamenco de Sevilla. Se trata de la más emocionante de las cantiñas que le he visto bailar a Carrasco, categórica pero también seductora, estricta pero a la vez social, sonriendo y gustándose en los movimientos. Toda roja, toda bahía, y con "el cuádriceps abierto, ofrecido: el sueño de un librepensador" que le aconsejaba la maestra desde la imagen proyectada en la pantalla justo en el intermedio del baile.
La pulcritud, la precisión formal de Rafaela Carrasco y el arte de abrirse al otro, al momento presente, a la inspiración, de Matilde Coral. La combinación podría ser explosiva, pero el resultado es uno de los números más brillantes del espectáculo con el que anoche se clausuró la XVII Bienal de Flamenco de Sevilla. Se trata de la más emocionante de las cantiñas que le he visto bailar a Carrasco, categórica pero también seductora, estricta pero a la vez social, sonriendo y gustándose en los movimientos. Toda roja, toda bahía, y con "el cuádriceps abierto, ofrecido: el sueño de un librepensador" que le aconsejaba la maestra desde la imagen proyectada en la pantalla justo en el intermedio del baile.
Fue uno de los momentos de máxima emoción de una noche dedicada a los maestros de Sevilla. Farruquito con su soleá también me puso a temblar, acordándose de las formas de su abuelo. El mejor homenaje hubiese sido dar un espacio en el festival a los discípulos de estos maestros venerables y venarados, Mario Maya, José Galván, Manolo Marín, Matilde Coral, Farruco, Adelita Domingo, etcétera: muchos de estos discípulos, incluyendo algunos de los que intervineron ayer en la obra, me han manifestado su voluntad, frustrada, de haber estado en este festival con una obra propia. Por ejemplo, la joven Escuela Sevillana no ha estado representada en el mismo.
A
modo de resumen
Ninguno
de los protagonistas de la gala de clausura ha tenido presencia en la
Bienal con un espectáculo propio. También he echado de menos a esa
generación de bailaores que ahora se encuentra en su gran momento de
creatividad: Rocío Molina, María Ángeles Gabaldón, La Choni,
Luisa Palicio ... Israel Galván y Marco Vargas y Chloé Brûlé
vinieron con sendas reposiciones de espectáculos estrenados en
nuestra ciudad hace menos de un año. Las ausencias en la guitarra
sería una lista interminable (con Paco de Lucía, Tomatito, Vicente
Amigo a la cabeza), ya que sólo ha habido dos conciertos de guitarra
de gran formato en el festival, pero lo más doloroso es que la
generación más creativa del momento, encabezada por Cano, Diego del
Morao o Jerónimo Maya, también ha estado ausente de la Bienal 2012.
Lo mismo puedo decir del cante, la generación que hoy se encuentra
en plena madurez, Estrella Morente, Miguel Poveda, Mayte Martín,
Arcángel con su propia compañía, no ha estado. Y no hablo de los
clásicos. Ahí estuvieron El Torta o Agujetas, que Jesús Quintero
tuvo el acierto de programar en el ciclo alternativo de su teatro,
para ponerse las botas. Es un tío inteligente y brillante. Y a los
clásicos que sí han venido a la Bienal, a veces no se les dio su
sitio: El Carrete, La Cañeta, Cancanilla o El Bobote se merecían un
espacio más adecuado para expresarse, por lo que son y han sido en
este arte.
Entre
lo que he echado, no de menos sino de manos a la cabeza, encabeza con
diferencia la lista el Teatro Tascabile di Bérgamo que presentó
tres espectáculos, dos de ellos de contenido ni remotamente
relacionado con lo jondo. Y el que sí tuvo presencia jonda,
‘Huellas’, fue una lamentable imposición a una de las artistas
más importantes de hoy, La Farruca, que se saldó con una puesta en
escena ridícula y ofensiva. Lo del Teatro Tascabile di Bérgamo es
totalmente inexplicable. También a Manuela Carrasco se le impuso un
guión que lastró definitivamente su propuesta.
La
Bienal 2012 será recordada por los momentos que figuraban fuera de
programa: la soleá del Pele en el Alcázar, la soleá de la Farruca,
el fin de fiesta en la clausura de Manuela Carrasco, que se desquitó
de esta manera de la afrenta sufrida. Tan sólo dos espectáculos me
sorprendieron para bien desde el propio programa oficial: el
brillante concierto de Antonio Rey y la sobrecogedora propuesta de
Estévez/Paños ‘La consagración’, sin duda el mejor espectáculo
de la Bienal, pese a sus irregularidades. El flamenco tiene esa
capacidad de salirse del papel, pero no podemos esperar que siempre
sean los márgenes los que salven los papeles. Definitivamente a la
programación le ha faltado el amor que se le supone, y en algunos
casos también el respeto, a este arte y se ha inclinada más a las
formas relacionadas con el ballet y el clásico, que a las formas más
genuinas del mismo.
Y
el flamenco de calle, sin duda la revelación de esta Bienal: Rosario
Toledo y su ‘Vengo’, Varuma Teatro en el Mercado de Triana, la
Asociación de Artistas Flamencos en el Parque de María Luisa ...
nos regalaron los momentos de mayor comunión con el público. Pero
no puede ser, otra vez, los márgenes, los cachés más bajos, los
espacios y las condiciones técnicas más difíciles.
Fin
de fiesta
Pero volvamos a la gala de clausura: Belén Maya recordando a Mario Maya en su legendario martinete sentado: hubo un momento en que su rostro expresaba la misma seguridad hastiada que su padre en sus mejores interpretaciones. Rotunda, vital, maravillosa. El grupo, en el que estaban algunos de sus discípulos, Pilar Ortega, Marco Vargas, Ángel Atienza o Manuel Betanzos, interpretó previamente la coreografía 'Tiempo' del maestro Maya. José Galván entregando el testigo del baile a su hija en la fiesta que siguió a su soleá académica. Ese centrado tan característico de su baile, que imprime en todos y cada uno de sus discípulos. Rafael Campallo por tangos, desatado, para Manolo Marín, procedentes de la coreografía del maestro 'Flamencos del Altozano'. Vibrante y voluptuoso Rafael Rodríguez en la zambra, íntima y contemporánea, progresiva. El baile y cante por garrotín para Adelita Domingo de otra maestra, Merche Esmeralda. Hiniesta Cortés dionisíaca por fiestas. Manuela Ríos seductora, esas caderas prodigiosas, en el garrotín... fueron muchos los momentos para recordar de una gala que se extendió casi hasta las dos horas y media, lo que es mucho después de un mes de festival.
Foto de Antonio Acedo |
Pero lo mejor estaba por llegar. Quizá no sea correcto decir lo mejor, porque de esta manera parece que le resto valor a la gala, y no es mi intención. Diré por tanto que lo más flamenco vino al final. Una vez que terminó el espectáculo, su directora, Rafaela Carrasco, tuvo el atrevimiento y la valentía maravillosa de romper el guión, de pedir a los maestros y artistas presentes en el teatro que subieran al escenario. La que principió, y acabó, la fiesta, fue la maestra Matilde Coral. Se arrancó con una pataíta improvisada a la que siguieron Isabel Bayón, Concha Vargas, Cristina Hoyos, Javier Barón, etcétera. Manuela Carrasco, desembarazada, con su túnica blanca y sin calzado, se marcó una patá de quitar el hipo, prodigiosa, cuando unos minutos antes estaba sentada en su butaca tranquilamente. Así es el flamenco, de espontáneo, de natural. Una celabración, de baile, de toque, de cante, de la vida. También Carmen Ledesma dio una pequeña lección de cómo gozar en una fiesta improvisada. Y, cuando la cosa empezaba a decaer, la maestra Matilde Coral, a gritos desde la escena, a la regidora: "Telón, echa el telón". Ole.
Termina de esta manera brillante una edición extraña y ciertamente descafeinada del magno festival sevillano. Larga vida a la Bienal de Flamenco.
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