por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







martes, 23 de octubre de 2012

La tierra de Argentina


'Un viaje por el cante' Argentina. Producido por José Quevedo 'Bolita' para LP.



La tierra de Argentina es todo el planeta jondo, como demuestra esta obra. Es uno de los grandes fenómenos del cante onubense, sin duda la provincia jonda con más proyección en lo que al flamenco vocal se refiere en los últimos tiempos. Un desmentido hermoso, denso, categórico, a los agoreros de turno, a esos que llevan 150 años pronosticando el fin de lo jondo. Esta cantaora, a sus 27 años, es una artista madura y de enorme proyección. Como tantos intérpretes de Huelva, fue a partir del fandango de su tierra, de cuya amplia variedad estilística ofrece una nueva muestra en esta entrega, el punto de partida de su eclosión artística.

En febrero de 1914 el maestro Antonio Chacón publicó una placa, con la guitarra de Ramón Montoya, conteniendo el famoso cante que la bailaora y cantaora Pepa de Oro se trajo unas décadas antes de uno de sus periplos sudamericanos. El disco se llama ‘Milonga argentina’, que ahora retoma nuestra intérprete como ‘Milonga Argentina’, plateando lo que fuera dorado por el amor a este arte de Pepa y de Chacón, el verdadero creador del primer canon jondo. El secreto de esta alquimia, donde no hay depreciación del metal sino legítima apropiación de la tradición, es esa poderosa facultad vocal de la de Huelva, esa densidad y oscuridad preñada de su timbre, esa naturalidad para decir el ritmo y la melodía. La adaptación de Argentina convierte en contemporánea una composición decimonónica. Pero no le va a la zaga, en lo que se refiere a instalar en presente puro una tradición, el arreglo instrumental, con un José Quevedo inspirado y entregado. Siendo completamente fiel al espíritu original, Argentina convierte este cante decimonónico en una canción sentimental de hoy mismo. En su voz está también este trayecto de ciento y pico de años que el flamenco ha llevado a cabo. En el estribillo, en tono mayor, surge el ritmo porteño de la manera más natural. Lo cierto es que la milonga de Pepa de Oro ha permanecido todos estos años en el más absoluto de los silencios, con excepciones notables como la de Luis de Córdoba, olvido en el que la encerró la milonga de Escacena que, sobre todo en las voces de Angelillo, Marchena y Valderrama, resultó más fotogénica a los oídos de la afición.

Esa es la tónica de esta tercera entrega discográfica de Argentina: rescatar estilos o variantes poco conocidas de los cantes tradicionales, actualizarlos y vestirlos con los ropajes armónicos y sentimentales que hoy dominan en el flamenco. Así el garrotín, prácticamente limitado al ejercicio de la danza flamenca, y que hoy retorna Argentina en una brillante fiesta por tangos, lo que permite enlazar la pieza, acaso de origen asturiano, con los cantes del Piyayo, posiblemente nacidos en Cuba. Este último cante es un buen ejemplo de cómo se pueden incorporar, con naturalidad, los estribillos en los cantes tradicionales: basta con tener un poco de afición y algo de respeto por los que vinieron antes. Tientos y tantos se originan también en Cuba, y es por eso que las primeras noticias de su aflamencamiento aparecen en Cádiz. En las cantiñas también se fija la cantaora en otras geografías jondas, partiendo de Cádiz, con escalas en La Línea, Utrera y Córdoba. Otra gran demostración de poderío vocal, serenidad y empaque en el decir y entrega flamenca. Y en la línea gaditana del Mellizo, de gracia, ligereza y jondora, se sitúan la guitarra flamante del Quevedo, clásica a más no poder también cuando quiere, como aquí se evidencia, y la voz aérea, pero pletórica, de tierra, de Argentina. Eso sí, en los tangos no puede evitar la cantaora la querencia extremeña tan propia de los cantaores onubenses, así como calas en otras geografías jondas como Triana. El frenesí de la fiesta llega hasta Jerez en su máximo esplendor: la cantaora canta con ese timbre hermoso, denso, entregado, propio de la bulería de esa tierra. La que es, probablemente, la más carismática guitarra jerezana de hoy, la de Diego del Morao, pone los acentos santiagueros a la pieza.


La correspondiente entrega por Huelva trascurre en las melodías creadas por Rebollo, Juan María Blanco, El Gloria y Morente: tres prodigios de complicidad, equilibrio, naturalidad, contundencia, dulzura y elocuencia. Luz y brillo a espuertas. De Huelva a Málaga por el camino del fandango: Jabera y Lucena es otra fiesta. En tierras picassianas retoma el cante de Baldomero Pacheco, uno de los cantes menos conocidos del repertorio malagueñero: no todo es Mellizo, Canario y La Trini. Impresionante la seguiridad de la voz y el desgarro del toque del Bolita. La interpretación de esa taranta denominada por su creador, El Cojo de Málaga, como murciana, se encuentra hoy prácticamente circunscrita al Festival de las Minas. Pero aquí la ejecuta Argentina acordándose de su creador y de otros intérpretes históricos de este cante como el genial Gabriel Moreno. Por Linares también, como Moreno, la taranta y por Andújar, sin salir de la provincia de Jaén, en la caña homenaje a Rafael Romero. En los cantes trianeros destaca la gran solemnidad que le imprime la guitarra de Eugenio Iglesias.




Es emocionante que una de las cantaoras mejor dotadas y de más éxito del presente se marque esta obra tan clásica como absolutamente contemporánea. Este disco, como las comparecencias en vivo de su intérprete, es un bálsamo para el alma, una verdadera descarga de energía positiva, de la que tan necesitados estamos. El cante tradicional en una voz recién acuñada. El sueño de la afición.


                       

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