jueves, 28 de marzo de 2013
El espectáculo está en la calle
Afirma González
Climent que “la correntada metafísica del cante se hace teología en la saeta. Pero
una teología que no ha cedido su intuición directa de las cosas ni, menos que
menos, el limo activo de lo humano”. La solidaridad alivia dolores. Las dolorosas
son la encarnación de nuestra pena. Por eso canta el flamenco. Por eso canta
saetas. Para aliviar a la Virgen su pena. Para aliviarse, con ella, del dolor propio,
haciéndolo solidario con todos los que lo escuchan, los que contemplan el
corazón acosado de puñales. Dice Lorca que la saetera canta por no seguir
mirándose en la alberca.
La
saeta consiste en cantar coplas alusivas a la pasión y muerte de Cristo con las
melodías y los ritmos de la seguiriya y la toná. No se trata de un cante muy
antiguo, aunque enlaza con una tradición de cantos religiosos, en su forma
musical completamente ajenos al flamenco, que se remonta al menos al siglo
XVII. La saeta es por tanto un género preflamenco y también es uno de los
últimos en sumarse al corpus estilístico de este arte. La primera referencia
escrita a la saeta es de Fray Antonio de Ezcaray ('Voces del dolor',
1691), que afirma que las cantaban en vía crucis “los reverendos Padres del
Convento de Nuestro padre San Francisco, de Sevilla”. Ésta y otras noticias
posteriores se refieren a cantos didácticos y narrativos de religiosos y
misioneros que se interpretaban en vía crucis y pregones litúrgicos. Muchas de
estas saetas primitivas son al parecer fragmentos de series narrativas mayores,
incluso de los evangelios. Primero las cantaban los religiosos y luego las
cantó el pueblo. El Diccionario de Autoridades las define en 1803 como
“coplillas sentenciosas y morales”. Sin embargo, desde sus mismos orígenes se da
en la saeta una tensión entre lo litúrgico y lo dramático, lo didáctico y lo
cívico. Cuando el pueblo se adueña definitivamente de la saeta, a mitad del
siglo XIX según los expertos, es cuando triunfa lo afectivo. Las letras se
dramatizan y las autoridades eclesiásticas lanzan invectivas. Algunas de estas saetas preflamencas subsisten
en Marchena, Alhaurín el Grande, Puente Genil, Castro del Río, Arcos de la
Frontera, etc. Son los restos de un fenómeno, la saeta popular preflamenca, que
no se limitaba a Andalucía sino que se extendía por toda España.
La
saeta se hace flamenca, sin dejar de ser popular, a principios del siglo XX.
Cádiz, Jerez y Sevilla se disputan aún hoy su paternidad, para la que se citan
los nombres de Enrique el Mellizo, La Serrana, Antonio Chacón, Medina el Viejo,
Manuel Torre o Manuel Centeno. Más allá de polémicas localistas no cabe duda de
que la saeta flamenca es hoy lo que es por su vinculación a la fiesta mayor
sevillana. Todos sus grandes intérpretes históricos (a los señalados hay que
añadir los nombres de Manuel Vallejo, El Gloria, Niña de los Peines, Niña de la Alfalfa, Tomás Pavón, Antonio
Mairena, Juan Valderrama o Manolo Caracol) cantaron desde los balcones de
Sevilla. El espectáculo, por tanto, está en la calle. Hay algunas actuaciones
programadas, como las del Manuel Cuevas, que le cantará esta noche a la Macarena.
No obstante, lo mejor de la saeta es cuando esta surge, sorpresiva, de una garganta
anónima en medio de la noche preñada de música, aromas, imágenes y sentimiento.
Es ahí cuando, por descuido, la emoción nos atrapa y nos inunda. Es el momento
de disfrutar, por tanto, de este genuino fenómeno flamenco popular y callejero.
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sábado, 23 de marzo de 2013
Alegría
‘Artesano’. Cante:
Miguel Poveda, El Lombo. Guitarra: Manuel Parrilla, El Bolita, Jesús Guerrero.
Palmas y coros: Luis Cantarote, Carlos Grilo, Joaquina Amaya, Ana Mari
González. Piano. Joan Albert Amargós. Baile: La Lupi. Percusión: Antonio
Coronel, Paquito González. Lugar: Auditorio Fibes, Sevilla. Fecha: 22 y 23 de
marzo. Aforo: Lleno.
‘Artesano’ es un
pequeño tratado de geografía flamenca: Jerez, Cádiz, Málaga, Sevilla, la Unión.
Es también una instantánea de los diversos estados de ánimo flamencos que
conforman la historia personal de Poveda y de los que atraviesa el cantaor en
la actualidad, dominados por la alegría y la entrega energética. Son, para
empezar las cosas de Cádiz: al mal tiempo mucho compás. Pero no es sólo Cádiz.
Quizá la noticia es cantar la minera de Pencho Cros ante 6.500 personas en dos
días. Pétrea, mineral, fina, plena de semitonos, de matices. Allí donde el
adorno se convierte en esencia. Miguel Poveda ha ofrecido dos conciertos
históricos este fin de semana en Sevilla. Su afición y su dominio técnico,
ritmo y melodía, su carácter camaleónico y, probablemente, su origen extra
andaluz, le permiten identificarse con todo el orbe flamenco. También estuvo
Jerez, Santiago y La Plazuela, y Triana: más fiesta. Los tangos como forma primaria,
alegría, sexo franco. En un mano a mano con La Lupi y ese coro femenino
múltiple y dionisiaco. Todas las emociones flamencas, desde la nana de Bernardo
a la malagueña de Chacón pasando por la soleá trianera. Inteligencia, un grupo
de lujo. Y una novedad: un dominio escénico asombroso.
Miguel Poveda se volcó,
se rompió y, el viernes, al filo de las tres horas, pidió disculpas al público
por irse a dormir y que tenía que volver el sábado. También la copla íntima,
desolada, con el piano omnisciente de Amargós y la percusión polivalente de Coronel.
Y la Lupi: ¡qué alegrías! Todas sus intervenciones fueron maravillosas. Y las
alegrías sublimes. Qué bailaora múltiple, entregada, visceral, técnica,
plástica y viva, próxima. Rotunda y bella, de melosa carnalidad. Todo el cante
y toda la copla a la forma actual. La inteligencia de Poveda es tomar la
melodía, el ritmo y la emoción básica del legado para darle la envoltura
contemporánea, gracias sobre todo a los arreglos del Bolita. Jesús Guerrero es
un clásico recién nacido: qué soleá marchenera morosa, solemne, épica e íntima.
Tientos y seguiriyas en las manos de Manuel Parrilla fueron un dibujo en
movimiento, una forma en constante mutación. Parrilla convierte en sorpresa lo
que es tradición jerezana.
Y Sevilla: la banda de las Tres Caídas irrumpe en escena
y la marcha solemne da paso a la saeta dolorosa. Lole y Manuel en el recuerdo
para dos o tres letras con todo el sabor del Tardón de Juan Manuel Flores: todo
color. El final del concierto fue otro regalo, un par de temas de su nuevo
proyecto, sobre textos lorquianos: el ‘Soneto de la carta’ musicado por Amargós
y ‘La leyenda del tiempo’. Un fin de fiesta espectacular al que aún le quedaba
el epílogo que fue la patá por bulerías, un nuevo dúo con La Lupi, para
responder a una petición del público, ‘Tres puñales’. Sensualidad y lirismo en
la voz, enormes músicos, gran puesta en escena, pulcritud en los arreglos y una
estructura tan abierta como precisa. Es, fue, será, uno de los conciertos del
año en Sevilla. Esta noche repite, no se lo pierda (si puede).
Fotos: Curro de María.
miércoles, 20 de marzo de 2013
Las esencias se guardan en tarros pequeños
'Los hilos del tiempo'. Ciclo 'Flamenco Viene del Sur'. Baile y coreografía: Alicia Márquez, Ramón Martínez. Cante:
Pepe de Pura, Antonio Núñez 'El Pulga'. Guitarra: Juan Requena, Óscar Lagos. Percusión: Paco Vega. Luga:Teatro
Central, Sevilla. Fecha: Martes, 19 de
marzo. Aforo: Lleno.
El lugar propio de Ramón Martínez es la intimidad, la fiesta pequeña, la
cercanía. Con ello no quiero restarle mérito a su arte, sino todo lo contrario:
recuerden que las esencias se guardan en tarros pequeños. Por eso lo mejor de
su actuación fue la bulería, donde se mostró cómplice con el público, con los
músicos, con el cante, con su sombra en la pantomima, con los sombreros. Ahí
despareció la solemnidad de la soleá, que a fuerza de énfasis (por la fuerza)
se hizo reiterativa. Como reiterativas fueron las partes dramáticas de una obra
que se explica a las mil maravillas con el baile, que es lo que mejor saben
hacer estos dos. Dos que se comprenden, que se compenetran en los pasos a dos,
el primero mecánico y gélido, cibernético, el segundo lírico, muy bello, y el
tercero de fiesta, por alegrías. Cómplices y complementarios.
La obra se
pretende solemne, casi grandilocuente, pero funciona mejor en la intimidad, en
la letra pequeña: recuerden, también, que el centro se distingue por su
levedad. Cuando cae lo solemne (también en la seguiriya) se suavizan las formas
y de las caderas de Márquez brotan, sinuosas, sugerencias mil, elegante
familiaridad, discreta seducción. También en el número dedicado a la madre,
sentimental y directo.
Elogio de lo pequeño, del intimismo, de lo cercano, lo
familiar: el flamenco sabe de emociones más que la mayoría de las artes
occidentales porque juega esta baza del hombre, y la mujer, que anda por la
calle, que compra en el mercado, que toma café en el bar de la esquina. Además
de lo dramático y grandilocuente, a la obra le sobran unos minutos para
funcionar como un reloj.
martes, 19 de marzo de 2013
Llover para arriba
Lo que me pasó es que me confundí,
Otra vez.
Intenté
cruzar el puente
Otra vez,
El puente
que va a tu casa.
Sin recordar
Que ya no
vives allí.
Lo que me
pasó,
Otra vez,
Es que forcé
la situación.
Apreté las
tuercas
Quise forzar
el río.
Pero el río
no puede
Subir la
cuesta.
Y por eso,
Tengo que
cantar
Esta canción
Otra vez.
Encender una
candela
En tu
recuerdo,
Prender esta
llama
Para apagar
este fuego.
El cadáver
está ahí,
Entre
nosotros,
Y yo no
quiero verlo.
Hay un
muerto
Que nos separa.
Y es nuestro
amor.
Me
reconociste,
Me
abrazaste.
Y yo tomé
por un
‘bienvenido’
Lo que era
Una
despedida.
Esa noche
soñé
Que íbamos
A un
concierto
De Bruce
Springsteen.
Que
cantábamos juntos
Que te
abrazabas
A mi espalda.
Sentía
Tus pequeños
senos
Suavemente
Apretados
Sobre mí
Mientras
coreábamos
Una canción
Que no
entendíamos
Pero que
hablaba de nosotros.
Y, cuando
desperté,
Te escribí.
Y en tu
respuesta
Me hiciste
saber
Que nuestro
amor
Está muerto.
Que es un
cadáver,
Entre
nosotros.
Que nos
separa.
Y nos une.
Que ya no
conduciré
Por la
noche.
Que no
atravesaré
La niebla
del puente
Para buscar
tu casa.
Porque ya no
vives allí,
Encima de la
colina.
Ahora ya no
sé dónde vives
Y trato de
averiguar,
En la mañana
lluviosa,
Dónde vivo
yo.
Me equivoqué
Otra tez.
Traté de
forzar el río,
Otra vez.
Pero el río
no puede
Subir una
colina.
Intenté
cruzar
El puente,
Otra vez,
Pero tú ya
no vives
En la casa
de la colina.
De nuevo
siento,
Que después
del concierto
Conduzco mi
coche
A través de
la niebla
Paso el
puente
Y me cruzo
Con otros
coches,
Lentos,
Morosos,
Insufriblemente
morosos,
Que me hacen
perder el tiempo
El tiempo de
estar contigo.
De amarte
deprisa.
Porque sé
que
Debajo del
pantalón
No hay ropa
interior.
Así quieres
tú,
Deprisa.
Deprisa
conduje
Toda la
noche.
Deprisa
Entraste en
mi cama
Y te fuiste
Deprisa.
Otra vez.
Y lo que más
me duele
Es que te
fueras
Sin
despedirte.
La otra
noche
Te encontré.
Tienes el
pelo más corto,
Estás más
delgada
Y más joven.
Me abrazaste
tres veces
Y me vine a
casa con tu olor,
Impregnado
de ti.
Soñé
contigo.
Esa noche
soñé
Que
estábamos en un
Concierto de
Bruce Springsteen.
Que tu
cuerpo menudo
Se apretaba
contra el mío,
Que me
sentía poderoso,
Al fin,
Protegiéndote.
Al día
siguiente
Me hiciste
saber,
Que no era
un abrazo
De
bienvenida.
Que era el
adiós
Que no me
diste entonces,
Hace nueve
meses.
Que todo
está muerto.
Que hay un
cadáver
Entre
nosotros.
Que nos une
Que nos
separa.
Que ya no
volveré
A conducir
en la madrugada.
A conducir
toda la noche
A buscarte
allí donde estés,
Donde tu
labor
Te lleve.
Eres una
mujer
Resuelta en
lunas,
El tuyo
Es un
trabajo nocturno
Y el mío
Fue
Conducir
toda la noche
Para llegar
a ti,
Para hacerte
el amor
Después de
un concierto
En un sofá
De un hotel.
Soñé que conducía
Toda la
noche,
Que te
compré unos zapatos,
Que atravesé
El país
para dormir
contigo,
Para hacer
el amor
Como ayer.
Que los
ángeles
De nuestro
amor
Me protegían
En la
autopista
De la
velocidad
Y de la
noche.
De los
coches suicidadas.
Hay mucha
gente desesperada
En la
carretera,
Y ahora soy
uno de ellos.
Desperté y
no volví
A comprarte
unos zapatos
De niña.
Los dejaste
Al sol
Y se
estropearon.
Desperté
Y me hiciste
saber
Que ya no
quieres
Ningún regalo
Que lleve mi
firma
O mi olor.
Que hay otro
Que te hace
Las cosas
que
No te hice
yo.
Que sabe
Lo que yo no
supe.
Que no se
equivoca,
Otra vez,
Al tratar de
forzar el río.
Que sabe
Que el agua
Siempre va
Hacia el
valle.
Que sabe que
tú
No vives más
En aquella
casa
De la
colina.
Que sabe
El sitio
exacto
En el que
moras,
El número
De tu nueva
casa
De tu nuevo
peinado
De tu nueva
talla,
De tu nueva
edad.
El día
exacto
En el que
volviste
A nacer.
Y yo
Me he vuelto
A equivocar
cruzando el
puente
forzando el
río.
Al luchar
contra
La
corriente.
La corriente
nunca
Vuelve.
¿quién ha
visto,
Alguna vez,
Llover para
arriba?
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