'Los hilos del tiempo'. Ciclo 'Flamenco Viene del Sur'. Baile y coreografía: Alicia Márquez, Ramón Martínez. Cante:
Pepe de Pura, Antonio Núñez 'El Pulga'. Guitarra: Juan Requena, Óscar Lagos. Percusión: Paco Vega. Luga:Teatro
Central, Sevilla. Fecha: Martes, 19 de
marzo. Aforo: Lleno.
El lugar propio de Ramón Martínez es la intimidad, la fiesta pequeña, la
cercanía. Con ello no quiero restarle mérito a su arte, sino todo lo contrario:
recuerden que las esencias se guardan en tarros pequeños. Por eso lo mejor de
su actuación fue la bulería, donde se mostró cómplice con el público, con los
músicos, con el cante, con su sombra en la pantomima, con los sombreros. Ahí
despareció la solemnidad de la soleá, que a fuerza de énfasis (por la fuerza)
se hizo reiterativa. Como reiterativas fueron las partes dramáticas de una obra
que se explica a las mil maravillas con el baile, que es lo que mejor saben
hacer estos dos. Dos que se comprenden, que se compenetran en los pasos a dos,
el primero mecánico y gélido, cibernético, el segundo lírico, muy bello, y el
tercero de fiesta, por alegrías. Cómplices y complementarios.
La obra se
pretende solemne, casi grandilocuente, pero funciona mejor en la intimidad, en
la letra pequeña: recuerden, también, que el centro se distingue por su
levedad. Cuando cae lo solemne (también en la seguiriya) se suavizan las formas
y de las caderas de Márquez brotan, sinuosas, sugerencias mil, elegante
familiaridad, discreta seducción. También en el número dedicado a la madre,
sentimental y directo.
Elogio de lo pequeño, del intimismo, de lo cercano, lo
familiar: el flamenco sabe de emociones más que la mayoría de las artes
occidentales porque juega esta baza del hombre, y la mujer, que anda por la
calle, que compra en el mercado, que toma café en el bar de la esquina. Además
de lo dramático y grandilocuente, a la obra le sobran unos minutos para
funcionar como un reloj.
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