por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







lunes, 4 de junio de 2012

Postales de feria 2012: Caseta de los niños perdidos




When the train left the station
It had two lights on behind,
The blue light was my baby
And the red light was my mind.
All my love was in vain.
(Robert Johnson)

Estamos sentados a la orilla del Barraco de la Arena. Ella me lo dice:
- M: Ahora él es lo más importante para mí, más que la música o la danza. Y lo hice por respeto a él, para cuidarlo.
- N:  Además, ella es una muchacha muy cuidadosa, muy responsable.

Le lanza un huevo y la muchacha lo atrapa cuidadosamente, para no romperlo, en el aire. Es un huevo cocido, hueco por dentro. También atrapa el segundo huevo. Pero el tercero se le escapa. Se ríe. No pasa nada. Ya ha demostrado con los dos primeros huevos que es  una mujer cuidadosa, responsable. Se ríe con su pelo rizado, con su carita morena, con sus ojos preocupados. Si no fuera tan responsable tal vez los ojos serían más francos. No hay de qué preocuparse esta tarde. El sol se está yendo poco a poco. Sólo se escucha el canto de las chicharras. Del verano.

Robert Johnson
Ya no me gustan tanto las películas de vaqueros tristes como en mi adolescencia. Los westerns crepusculares, que dicen los inteligentes. Aunque fue una película de Peckinpah la causante de nuestra separación. Sé que no es exactamente así, pero suena más literario. ¿O no? En mi adolescencia hubiese pensado que sonaba literario.
'Blood on the tracks' Bob Dylan
Me sentí como un niño perdido. Rodeado de miles de personas, caballos, botellas vacías, cacharros con luces azules y rojas y vendedores de globos. En el centro del universo, el ombligo del mundo, y completamente perdido. Pensé “otro amor en vano”. ¿De dónde sacarían los negros esa fuerza para cantar rotos y chulos? Lo de Mick Jagger lo entiendo, era un adolescente mimado. Como adolescente en crisis yo escuchaba a un judío sesentón de voz nasal al que no le entendía una palabra, sino el dolor. Más roto que chulo, no dejaba de ser un bluesman. Había llegado hasta mí el disco más dolorido de la historia, ‘Blood on the tracks’. El hombre, el niño, cantaba hasta con felicidad la desolación. Cuando no se ha tenido otra cosa sino la desolación uno puede hacer de ella una forma de vida e, incluso, sentirse cómodo dentro. De manera que, al salir, te sientes perdido. Allí estaba yo, en el centro del universo y perdido. Encontré a mi padre, una tarde fría de otoño. Allí, con 42 años y solo y perdido. Hay noches en las que la caseta de los niños perdidos es todo el recinto ferial. Nunca me habían dejado a través de SMS. Fui ‘Ojitos’ de Buñuel. Fui el vagabundo de ‘Luces de la ciudad’: me acuerdo cuando intenté devolverle la vista. Y siempre que me acuerdo me viene a la memoria esta sevillana de Isidro Muñoz:

Pasando la vi
Por el puente
Silencio que no
Se despierte.

 Si no querías despertar, ¿verdad? Quise ser un héroe por vez primera. El soldadito, el príncipe, en lugar de la doncella en apuros. Quise salvarte pero ¿a quién le interesa la salvación? La vida en la feria es de otra calidad, intensa, exclusiva. La lógica con la que intentamos atrapar la realidad habitual es completamente inútil en la feria. Por eso no me sorprendió cuando, al volverme a ver quien me tocaba por segunda vez en el hombro, me encontré con tu cara brillante, impoluta, marmórea. Linda. No fue una sorpresa pero sí que me dio un vuelco el corazón. Me aparté a un lado, miré a N. Ella te besó, te abrazó. Viniste a mí. Te abracé. Impoluta, marmórea, estatutaria, linda, te dejaste hacer pero convertiste el abrazo en sendos besos forzados en las mejillas. Me dolió. Pero entiendo que estabas cuidándolo. Que estabas cuidando lo vuestro. Puedo entender que ahora sea tu prioridad, aunque eso no invalida el que una vez fui el hombre de tu vida. Pero, ¿te tengo que encontrar cada abril?
Nunca me habían abandonado a través de un SMS.

'Niños perdidos' es el número 4
Juan Carlos Romero e Isidro Muñoz

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