'El mar de mi ventanta' Niño Josele. Con Paco de Lucía, Tomatito y José Enrique Morente. Warner/Dro
El quinto disco del guitarrista almeriense
Niño Josele se ajusta más a los cánones flamencos contemporáneos que sus
dos entregas anteriores, de corte jazzístico.La
soleá debía haber estado acompañada por la voz y ahora está sola. Muy
rítmica y, no obstante, dotada de esa seguridad salina característica
del toque de Josele. La melodía es tan deliciosa que hasta resulta
superfluo el acompañamiento de nudillos y palmas sordas. Tan flamenca:
sobre la rueda de acordes tradicional se suceden las melodías,
saltarinas, columpiadas sobre el bordón, estrictamente modales. En el
último minuto y medio las variaciones melódicas surgen del arpegio hacia
otros territorios melódicos más pop. Esta soleá fue concebida para la
voz de Enrique Morente.
La minera es el único toque de puro
concertismo solista de este disco. Lírica y solar y con la tensión
propia de las técnicas flamencas: ligados, pulgar, picados...
temperamento, en fin. Josele no renuncia a progresiones melódicas más
cantables, pero sin apartarse del sentido tradicional de este toque,
fundado por Ramón Montoya, de quien asume el despliegue técnico que
lleva a cabo. Claridad salina, serenidad. Las notas se suceden con
naturalidad, sin atropellarse. Fluidez y contemplación. Sin duda lo
mejor del disco.
El resto de esta obra es puro ritmo: bulerías,
tangos y rumbas, los dos primeros estilos por partida doble y el la
rumba representada por tres toques. La primera bulería, dedicada a Chick
Corea, es frenesí, tenso, seco y algo distante, un mano a mano con
Tomatito en la más pura tradición paquera. En la segunda, 'Dulce canastera',
el contrapunto lo pone el bajo de Carles Benavent. Es un toque con
estribillo masculino y cante, más tranquilo, más pausado con abundantes
usos de la tonalidad mayor. El guitarrista comparte protagonismo con la
voz desgarrada de Duquende. En esta misma onda de estribillos y
soniquete, los tangos 'Luna mora'. Una descarga contundente con el
enérgico bajo eléctrico de Alain Pérez y la voz sentimental de Lola de
Morón. La sombra de Paco es alargada. 'Granada enamora' es una canción por tangos paraos
de letra más bien convencional y protagonizados, en lo vocal, por José
Enrique Morente. El estilo de este joven cantaor granadino está más
cerca del de su hermana mayor que del de su padre, demostrando un enorme
dominio rítmico en el comienzo de la pieza. Las hermanas del cantaor,
Soleá y Estrella, ponen las voces en los estribillos.
Tanto Paco de Lucía hay en este disco, que al final aparece la guitarra del genio algecireño: se trata de una rumba titulada 'Caribeña'.
Paco lleva años sin ofrecernos un disco nuevo, pero se prodiga en un
buen número de grabaciones ajenas. Nada más aparecer la guitarra del de
Lucía la pieza se llena de luz, de pulcritud. Hubiese resultado un
número genial de ser un puro dúo de guitarras. La percusión y el bajo
cubanos son de compromiso. Tomado de forma aislada, el tema arpegiado
con el que se inicia la pieza, en tonos mayores, es de las más billantes
melodías que presenta esta obra. Nos recuerda al 'Monasterio de sal'.
Y, a pesar de no tener citas directas, hay continuas referencias a pregones soneros tradicionales en el poderoso tumbao. Es una inyección de vitalidad y fuerza. Por los mismos aires caribeños 'Valgame asere'
introduce sin complejos los vientos en el tema principal y los
arreglos, en un guiño a los dos últimos discos, más jazzísticos, del
guitarrista. En esta onda se sitúan las variaciones de saxo tenor y bajo
eléctrico, todas ellas en un tono de gran vitalismo, que dan la réplica
a las de guitarra. El frenesí se ve reforzado por los pies de Juan de
Juan. La melodía de 'Cabo de Gata' es muy parecida a otras de la
guitarra contemporánea que nos ofrecieron José Antonio Rodríguez o
Vicente Amigo, o el propio Josele en 'El sorbo' (2000).
Este
último disco, firmado a cuatro manos con Javier Limón, sigue siendo el
mejor del Niño Josele, pese a los que luego nos ha brindado en
solitario. 'El sorbo' es uno de los fenómenos musicales del flamenco contemporáneo que, no obstante, pasó de puntillas. Una obra fresca, naïf y mágica, lejos de los tics profesionales que luego han afectado a Limón y Josele en sus respectivas carreras.
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