Es la
primera vez que un escritor flamenco obtiene el magno galardón de
las letras españolas. Por supuesto que el ejercicio jondo, en
especial en los últimos años, no es la actividad principal de este
poeta y novelista, que desde hace una década confiesa que se
mantiene totalmente alejado del mundo de lo jondo. No obstante, su
vínculo con el flamenco le llevó a publicar tres libros sobre el
tema, a colaborar en la serie de televisión ‘Rito y geografía del
cante’ a principios de los setenta, y a producir la magna obra
discográfica ‘Archivo del cante flamenco’ de Vergara (1968),
verdadero hito del disco jondo y Premio Nacional de Flamencología.
‘Luces
y sombras del flamenco’ (Madrid, 1974) cuya tercera edición,
revisada, publicó la Fundación Lara en 2006, es sin duda la
principal obra jonda del flamante Premio Cervantes José Manuel
Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1928). En ella se aúna la
estética de la pureza del neotradicionalismo mairenista (“... lo
que sí parece evidente es que el flamenco, al ser trasplantado de su
humilde área nativa a otros multitudinarios horizontes, perdió
buena parte de sus soportes nutricios.(..) ese innegable auge
artístico (se refiere a la situación actual) se ha verificado ya
fuera del claustro materno en que se gestaron social y culturalmente
las primitivas formas gitano-andaluzas.”), la idea de una supuesta
“etapa hermética”, y lo moral-racial. Afirma este autor que el
flamenco “ha sido siempre algo muy parecido a una protesta sin
destinatario” afirmación que supone relacionar, de alguna manera,
la supuesta degeneración artística de hoy con el “aburguesamiento”
de sus intérpretes (así lo dice explícitamente respecto a lo que
llama ‘Etapa teatral’, y considera que la actual situación de
total profesionalismo exige una nueva forma de entender el flamenco,
y desde luego, una nueva forma de mostrarse diferente de la que
estima ha sido la genuina en el pasado: la reunión). Porque, de
hecho, sitúa el origen del flamenco en relación a la confluencia de
diferentes factores expresivos de unas razas oprimidas.
Por
eso relaciona las supuestas influencias musicales árabes y
hebreas con las persecuciones de que fueron objeto moros y
judíos. “Con anterioridad a las postrimerías del siglo XVIII, el
flamenco aun permanecía oculto dentro de una especie de doméstico
anonimato, sin trascender de esos reducidos ámbitos sociales
bajoandaluces en los que se iría desarrollando lenta e
indecisamente. (...) esa recóndita forja del flamenco concuerda de
lo más bien con la vida oculta, con la marginación de los expresos
grupos de tránsfugas (gitanos y moriscos) que serían los encargados
de refundirlo y transmitirlo a la posteridad. Su mismo carácter
inicial de rito, obediente al código secreto de esas comunidades
raciales, le iría vedando su normal proyección pública”. Podemos
concluir que la teoría flamenca de Caballero Bonald suscribe una por
una las tesis e hipótesis mairenistas, que la investigación ha
desmentido casi en su totalidad, y que ésta tenía más que ver con
su actitud militante en contra del régimen franquista que con la
realidad histórica de este arte. Por eso tiene sentido que con el
final del franquismo su interés por lo jondo se minimice.
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