Baile:
Rafael Campallo. Cante: José Valencia. Guitarra: Juan Campallo.
Percusión: José Carrasco. Lugar: Sala Joaquín Turina. Fecha:
Jueves, 8 de noviembre. Aforo: Casi lleno
La pulcritud. La claridad. El mensaje es lo que se ve, ni más ni menos. El mensaje se edifica sobre una técnica insuperable, asombrosa. Pero todo se construye con naturalidad. Es la línea clara de la danza flamenca. No hay pretextos étnicos ni conceptuales o narrativos. Lo que se ve es lo que es. Y lo que es: una obra magnífica. Austera. Precisa. Clara. Natural.
La pulcritud. La claridad. El mensaje es lo que se ve, ni más ni menos. El mensaje se edifica sobre una técnica insuperable, asombrosa. Pero todo se construye con naturalidad. Es la línea clara de la danza flamenca. No hay pretextos étnicos ni conceptuales o narrativos. Lo que se ve es lo que es. Y lo que es: una obra magnífica. Austera. Precisa. Clara. Natural.
Campallo edifica su discurso sobre una técnica desbordante. Pero la técnica no es el discurso. La limpieza insuperable de su zapateado le ha servido para construir una forma de ser flamenco única y reconocible, personal. Y ese centrado prodigioso que convierte en natural, en elegante, todo lo que emprende. Pura percusión corporal, pero sin saturar al espectador. Dominio absoluto del compás pero sin énfasis, porque la confianza en las propias posibilidades es absoluta. Campallo mostró, en los tangos del taranto, que en el baile masculino cabe el movimiento de caderas: en su momento, en su medida. También hizo una demostración, en los marcajes, de como mueve el hombre flamenco las manos. La técnica, asombrosa, no es el fin sino el cimiento. Campallo se posa con garbo en la tierra y convierte en etéreo un baile tan arraigado como el suyo. José Valencia puso el contrapunto de desbordante poderío y Juan Campallo hizo una rondeña en la línea reticente de la guitarra contemporánea. También José Carrasco dispuso de un solo para su lucimiento exclusivo.
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