por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







viernes, 30 de noviembre de 2012

Esta noche respiramos

Baile y dirección artística: Antonio Fernández 'Farruco'. Cante: Antonio Villar, Rubio de Pruna. Guitarra: Antonio Rey. Soniquete: Antonio Polito. Percusión: Isidro Suárez. Flauta: Juan Parrilla. Guitarra: Antonio Rey. Lugar: Sala Joaquín Turina, Sevilla. Fecha: Jueves 29 de noviembre. Aforo: Lleno. 

No hay duda. No hay espacio para la ironía, para la doble lectura. Lo que se ve es lo que hay, ni más ni menos, incluyendo la épica más obvia, la autoafirmación más llana. En tiempos en los que la épica parece reservada para las aventuras regionalistas y deportivas, el arte de esta familia, de este joven bailaor, es una joya preciosa. Nos reencontramos con el baile masculino, viril, elegante, directo, sensual, que no se avergüenza de sí mismo sino todo lo contrario, que se enorgullece, con toda la razón, de lo que es. Claro que no hay pretextos narrativos ni dramáticos: en un simple marcaje cabe el universo completo. El descomponer el ritmo, no por mera curiosidad ni, por supuesto, por pura exhibición de facultades. Romperlo, dividirlo, como se divide el grano: para hacer harina, para alimentarnos de lo pequeño, la nieve del trigo. Es mucha la sabiduría de este joven, que ha aprendido en su casa el arte de dosificar, de ir ablandando el grano, el público, hasta la soleá final, sin instrumentos melódicos, sin percusión que no sea la del propio cuerpo. Ahí el público ya está abierto de par en par para recibir un mensaje que está en las antípodas del cripticismo característico del arte contemporáneo. El mensaje es éste: estamos vivos. Todavía, por un rato, vamos a seguir respirando. Y eso es motivo de fiesta y de orgullo. Por eso la sala Joaquín Turina se ha vestido de fiesta, para celebrar la vida: con algunas luces más de lo habitual, con algunos watios de más. Esta noche respiramos, la tierra nos sostiene. Mañana, Dios dirá. 



El grupo se atiene rigurosamente a estas claves estéticas: entrega absoluta, fe, deseo, carisma y una forma de violencia, de agresión (a la tierra, al patio de butacas, con las luces, con el sonido) que consiste en quererse, en tomar la voz porque hay algo grande que decir. Una forma de agresión que exige una inteligencia innata para ir doblegando la voluntad de los individuos y ser uno solo cuando el patio de butaca al completo da un ole en un remate de la soleá. Olvidarnos de nosotros mismos, gracias a este gurú, es ser más. Y, por una noche, la bestia es un animal doméstico, casi un oso de peluche. La capacidad de trasmisión de Antonio Rey merece capítulo aparte de forma que su intervención en solitario no fue un mero tránsito, como suele ser en estos casos, sino un fino sendero que nos condujo hasta el corazón. El nuestro.

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