'Carmen, biografía de un mito' Juan Manuel Rodríguez Gordillo, Fundación Lara, 252 pp.
Desde el punto de vista flamenco, lo más interesante de esta publicación es la afirmación de que el gitano y la gitana, como tipo, aunque presentes en la literatura española desde antes de Cervantes, habían pasado prácticamente desapercibidos en la misma. Algo parecido podríamos decir de la literatura y las artes escénicas. No es hasta el siglo XIX cuando el gitano se erige en prototipo de individualismo, libertad, exotismo, primitivismo, etcétera, tan del gusto de los exaltados románticos. El mismo impulso romántico que dio origen a 'Carmen' (y a 'El trovador', por ejemplo) es el que da origen al flamenco: primero como tipo romántico y luego como género musical y dancístico derivado del primero. De hecho en la obra original, la de Mérimée, Carmen baila y toca las castañuelas, de la misma manera que en el capítulo 4 de la novela se señala que en Andalucía las jóvenes gitanas más bellas "bailan danzas por dinero".
Mérimée encontró en Andalucía lo que buscaba: su imaginación desbocada de bandoleros, gitanos, navajas, toreros, mujeres fatales... y vascos, que le parecían unos tipos muy exóticos. Pero también la luz, el agua, los paisajes, los toros, las callejuelas, la Fábrica de Tabacos, etcétera. Es un ejercicio de fantasía de un novelista, que, desde París, conformó el tipo de la "españolada". Pero de un novelista que conocía el terreno, el paisaje y el paisanaje aunque sólo estuvo 30 días en Sevilla en este su primer viaje, por el que sentía devoción y fascinación, que está en la obra, según detalla pormenorizadamente Rodríguez Gordillo. Por supuesto que fue el éxito de la ópera de Bizet lo que elevó a cotas de universalidad el intento de esta novela que combina, con más o menos acierto, erudición con fantasía de erudito, amor a España y a lo español y mirada externa. La tesis de Rodríguez Gordillo es que la españolada es fruto de la ópera, no de la novela, y que ésta última está más cerca de las fuentes inspiradoras que la ópera, lo cual resulta incuestionable. Mérimée llevó a la práctica el deseo de su maestro Stendhal de escribir una novela de temática española, si su proyectado viaje a España se hubiese confirmado, así como su recomendación de creer en la realidad de la ficción, aunque por supuesto, con un alma más racional y menos brillante.
Rodríguez Gordillo trata en esta obra de devolver a Carmen a sus orígenes literarios creyendo que de esta manera le resta algo del tópico que al mito le ha caído con el paso de los ciento y pico de años. Para ello dedica un importante capítulo biográfico a su autor, Prosper Mérimée, y así descubrimos el vínculo personal y literario que lo unió a uno de los personajes fundamentales en el origen de la literatura de temática flamenca, el costumbrista Estébanez Calderón, gracias al cual hemos accedido a algunos de los primeros nombres de la historia del flamenco, que en el medio siglo XIX era puro presente: El Planeta, El Fillo, etcétera. Mérimée, y por tanto Carmen, son contemporáneos de las primeras noticias que en torno al arte flamenco registra la literatura, y en esta línea debemos incluir la novela del autor francés.
De todas las versiones que la novela y la ópera propiciaron en 167 años, hay una línea que la devuelve a sus orígenes andaluces y flamencos, que pasa por la 'Carmen burlesque' en la que Chaplin baila flamenco, y que llega a la versión de Gades-Saura de 1983, filme y ballet. Las imágenes que ilustran esta reseña están tomadas de la última versión de la Compañía Antonio Gades, protagonizada por Stella Arauzo y Adrián Galia. Por supuesto que a Gades le ocurrió con Carmen exactamente lo mismo que a Mérimée con España: encontró en el mito lo que su corazón anhelaba encontrar. Si el francés se perdía por la mujer fatal, Gades lo hizo por la mujer libertaria, en lo que a lo sentimental se refiere, llevando su marxismo de formación intelectual hasta lo sexual: "Carmen tiene un concepto de clase, no tenía propiedad privada sobre sus sentimientos". Es lo que tienen los estereotipos, que cada uno puede ver en ellos lo que desee. Tampoco otros ballets flamencos, incluso llevados a la escena por mujeres, como el de Sara Baras, han logrado dotar de más carne humana al personaje creado por Mérimée.
Interesante recorrido por la Carmen, Juan, un abrazo.
ResponderEliminarOle tú, amigo, un abrazo, me alegra saber de ti
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