por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







jueves, 6 de diciembre de 2012

Para decir adiós a S.


Soleá de Triana


Ella es toda una mujer
Con los pies en la tierra,
Que canta, que baila y que
Nunca sienta la cabeza.


No le importa preguntar,
Pero quiere que la entiendan,
El alma en libertad,
Lo jondo por las venas.

Su vida sentimental,
Es como un cuento de hadas.
A veces es la bruja buena
Y otras la bruja mala.




Milonga sentimental



Un vaso roto,
Y en el salón
Las pruebas esparcidas
De nuestro amor
Sin medida.

La pila plena de platos
Y el alma hecha pedazos.

Pero luego se miró
Al espejo y se vio
Llena de amor
Hasta los huesos.

Me dejaste en el salón
Una rosa solitaria
Y en el colchón
Tu olor;

La toalla arrugada,
El coletero por los pies.
Los sueños que me dejaste,
El sabor de la miel.

En la alcoba
Un vaso roto
Y un montón de platos
En el fregadero.






Le gustan los zapatos
Y no tiene miedo a preguntar
Si el amor que yo le tengo
Si es amor en realidad.

No puede dormir
Si no se lava los dientes.
Y los fines de semana
Va a comprar con sus clientes.

Es una sentimental
Con miedo de confesarlo.
La almohada le dirá
Lo que anhela su regazo:
Mi cabeza reposar.

Para no verla llorar
No le dije que la amaba,
Pero lo que siento por ella
Lo llevaba yo en la cara,
Como la suya lo lleva.

Era un amor que tenía
Minutos y horas contadas,
Fecha de caducidad,
La muerte programada.

Yo un ser de ficción,
Ella una mujer sin medida.
No cabía más salida
Que devorarnos los dos.

Cuanto más la recuerdo
Más solo me encuentro.
He aquí el misterio
Que aconteció en calle Febo.

Dos que se quisieron
Y se olvidaron,
Son los que trataron
De luchar contra el tiempo:
Estaba contado.

Veinticuatro puñaladas
Le den al avión de Lisboa,
Veinticinco suspiritos
En el asiento de cola.

Donde estará mi muchacha
Por la noche y a deshora,
Las campanadas de Alfama
La desvelan a estas horas.

Y pensar que no volverá
A morirse entre mis brazos
A vivir por unas horas
A recomponer los pedazos
Del corazón que la añora.

A la fuerza me mataste
Por la boca me morí,
Me preguntan si te quiero
Y yo digo que sí.

Hermosa eres
Extraña felicidad derramas.
Los ojos quietos
La lengua que no para.
Son puros fantasmas
Las manos arrebatadas.
La gloria del nombre,
Extenderte en la cama,
Llenarte de amor,
Vaciarse de savia,
Colmarse de senos,
Pasarse de raya,
Indultar a los toros,
Apremiar las murallas,
Perder el decoro,
Sufrir de papaya,
Mal de mango,
Fiebre de bayas,
Ira, descargo,
Violencia maya,
Azteca descaro.

Ninguna promesa
De amor eterno.
Tan sólo algo de lumbre
En este invierno.


Fuiste el amor primero
De mis cuarenta y tres años.
Nada más y nada menos;
Corriente en los pantanos
Y una fuente en el desierto.
Vida del camposanto,
Primavera de un invierno,
Fe de los paganos,
Paraíso en el infierno.





Bulerías mexicanas


La Paquera de Jerez
Cantando por bulerías,
La pone a mi prima a cien.

La almohada ‘toavía’ conserva,
El olor de sus cabellos,
La forma de su cabeza.

Por poco me vuelve loco
Qué arreones pegaba
Mi prima la de Toronto.


México se llama
La tierra de mis sueños,
El nombre que a mí me calma.

Tú me echaste una cadena,
Ay, alrededor del cuello,
Primita la jalapeña.



Final


Para decir adiós a S.
Es necesario
Clausurar el invierno
Inaugurar el verano.
Enterrar a los muertos
Y tender la mano
Al mañana.

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