Baile, coreografía y
dirección: Leonor Leal. Cante: Rocío Márquez. Guitarra: Paco
Iglesias. Percusión: Raúl. Botella. Dirección escénica: Víctor Zambrana. Lugar: Sala Joaquín
Turina, Sevilla. Fecha: Jueves 6 de diciembre. Aforo: tres cuartos.
Es una de las más interesantes
bailaras del momento. Por su contundencia, sensualidad y entrega. Lo
acontecido el jueves por la noche nos la presenta en una encrucijada:
la tierra y el cielo, la tradición y la cabeza, seducción y huida,
lujuria y austeridad, Eros y Tánatos. Lo normal es que cada
generación viva Eros y Tánatos, que son experiencias universales, a
su manera. Leonor Leal se identifica con las melodías, las letras y
hasta las coreografías tradicionales. Pero es en la puesta en
escena, en el vestuario, sin duda la más superficial apariencia,
donde mira hacia ... hacia otras tradiciones que se llaman, desde
hace décadas, danza contemporánea o teatro contemporáneo o
ascética centroeuropea. La seguiriya funcionó como un reloj, al
igual que la farruca.
La contención, el virtuosismo rítmico
masculino, la austeridad, la rigidez y hasta la castración, en lo
que se refiere al espacio utilizado o privilegiado, como en el
atuendo y demás elementos de la puesta en escena. En los tangos y
las alegrías la cosa encalla porque los tangos son Caribe, África
pura, lujuria, exceso, miel, Dionisos, caderas. Ritos solares de
fertilidad, como los abandolaos de mediterránea lujuria. No digo que
dos cosas contradictorias, y hasta opuestas, no se puedan conciliar:
en la experiencia humana se concilian a cada segundo. Digo que esta
conciliación no tuvo lugar en la noche del jueves. La bailaora no lo
tiene claro y, consecuentemente, el público tampoco. Leal se debate
entre lo que es, una bailaora deliciosa, y lo que quiere ser. Las
fórmulas flamencas (melódicas, líricas, coreográficas) son
abstracción pura, porque fue el tiempo el que las escanció. Leal
convirtió, con tremenda elegancia, la pura tragedia, Tánatos, de la
seguiriya, en fina desazón. Cuando llegó la entrega al Eros, se
escamoteó y nos escamoteó. Aunque fue emocionante al dar un paso
más allá del metro cuadrado en el que se mantuvo en la primera
parte del espectáculo. Mas el amor siguió esperando.
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