por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







domingo, 30 de septiembre de 2012

Vuelve la épica


XVII Bienal de Flamenco. ‘Mis bodas de oro en el cante’. Cante: Pansequito. Guitarra: Antonio Higuero, Manuel Valencia. Violín: David Moreira y José Gregorio Lovera. Flauta: Francesco. Piano: Antonio. Palmas: Rafael el Eléctrico, Rafael Junquera, Chicharito. Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: viernes, 28 de septiembre. Aforo: Casi lleno.



Pansequito prescindió, en buena medida, de la austeridad formal que se ha venido imponiendo, para bien, en sus últimos recitales. Ha vuelto a la épica. No sólo por la forma categórica de decir el cante. También por la longitud de epopeya de esas largas series de versos ligados que lo convirtieron en un héroe en los festivales de los años 70. Libertad de formas pues para atacar, a su manera, los cantes clásicos en tiradas sin fin por soleares, seguiriyas, tarantos, alegrías y bulerías. También canciones por tangos o bulerías por soleá, y uno de sus éxitos discográficos, ‘No me importa lo que digan’, para el que subió a las tablas Aurora Vargas cincelando la voz con el baile por bulerías que remató a dúo la flamenca pareja. Hubo también oropeles en el acompañamiento instrumental. El cantaor nacido en La Línea fue objeto de varios homenajes a lo largo de la noche, uno de ellos ofrecido en el mismo escenario por su admirado, y admirador, Curro Romero. También fueron varios los homenajes que ofreció Panseco desde la escena: Camarón, Lola Flores, Pastora Imperio, Caracol ...




El del Puerto, lugar donde pasó su infancia y adolescencia el intérprete, canta siempre con la máxima expresión, dando de sí todo ese timbre deliciosamente tostado que posee. Y lo hace con tanto gusto, con tanto énfasis, que se sale de la melodía clásica, que se deja llevar por su poderío vocal para alargar el tercio y ligarlo con el que sigue. Todo el cante suena delicioso en su voz broncínea.

Impresionante la seguridad técnica de un joven tocaor jerezano, Manuel Valencia que, al margen de acompañar magistralmente al cantaor en las seguiriyas, hubo de asumir la responsabilidad de un toque en solitario por cuestión de minutaje. También Antonio Higuero estuvo seguro y tan sensible al cante como en él suele ser habitual. Y eso, tratándose de un cantaor tan libre y de inspiración como Pansequito, tiene un mérito enorme. La cosa acabó con unos potentes fandangazos “pa la afición” como en esas noches estrelladas de verano de las que tantas veces ha sido protagonista nuestro cantaor.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Cinco años con Gerardo

XVII Bienal de Flamenco. 'Travesía'. Guitarra: Gerardo Núñez, Manuel Valencia. Cante: David Carpio, Rafael Zambo. Baile: Carmen Cortés. Percusión: Ángel Sánchez 'Cepillo'. Contrabajo: Pablo Martín. Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: Jueves, 27 de septiembre. Aforo: Casi lleno. 



Cinco años de ausencia de la capital del flamenco de uno de los grandes tocaores de todos los tiempos, gozosamente contemporáneo nuestro. Cinco años en que estuvimos con Gerardo en los Vaivenes Flamencos de Alcalá de Guadaíra, los dos años en que se celebró, En Clave de Sol en la finca de Trebujena en la que Núñez organiza su anual encuentro musical. El público que no se haya desplazado a estos y otros lugares del orbe a los que Gerardo Núñez ha llevado su música comprobó que todo y nada ha cambiado en la música de Gerardo Núñez. La energía, la vitalidad, el compromiso musical y humano, sigue siendo el mismo. Las piezas de su nueva entrega discográfica se integran con toda naturalidad en el repertorio habitual de Núñez. El tocaor ha aprendido del flamenco, del toque y del cante de su tierra, del baile, que climax y valle son estricta y necesariamente complementarios. A ello une varios conceptos fruto de su bagaje con sus amigos Erico Raba, Perico Sambeat, Danilo Pérez o Arto Tuncboyaciyan y demás 'jazzeros': la solidaridad y el compañerismo, el entendimiento, el diálogo, el espacio para el otro, como para uno mismo. Por eso una de los números centrales de su espectáculo sigue siendo, sólo que ampliado y 'mejorado', el minishow de los Laurel y Hardy del grupo que son El Cepillo y Pablo Martín, la base, la médula, junto a las composiciones de Núñez, de la propuesta del guitarrista jerezano. ¡Cuántas horas de vuelo tienen estos tres señores juntos! 





Cinco años muy largos, por eso ayer supieron a poco las casi dos horas de concierto. Todo ha cambiado y nada ha cambiado, porque lo que ha hecho Núñez es profundizar en sus rasgos definidores: contundencia, energía, diálogo, complicidad, honestidad insobornable. Entrega, compromiso. De ahí los 110 minutos de toque, cante y baile, porque Núñez sabe, con la que está cayendo, lo que cuesta una entrada de teatro. 
Aún más música, cuando ya parecía que no era posible, más energía, más entrega, más velocidad, más soniquete, más vértigo en las cuerdas, más bordón, bordón y bordón: Jerez en el corazón. El secreto del cambio, para Gerardo Núñez, del crecimiento, de la evolución, es permanecer fiel a sí mismo. En cinco años el tocaor no se ha apartado ni un ápice de él. Si acaso ese filo de melancolía, siempre presente en su obra conviviendo con las explosiones de vitalidad, se ha hecho menos reticente, las escasas ocasiones en las que aparece. Ha ocupado su espacio con naturalidad.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Fuenteovejuna del siglo XXI

XVII Bienal de Flamenco. 'La consagración'. Estévez/Paños y Cía. Dirección, baile y coreografía: Rafael Estévez, Valeriano Paños. Baile: Antonio Canales, Antonio Ruz, Rosana Romero, Macarena López, Sara Jiménez, Carmen Manzanera, Sara Arévalo, Ana Latorre, Carmen Angulo, Andoitz Ruibal, Daniel Morillo, Jesús Perona, Manuel Ramírez. Cante: Rafael el Falo, El Galli, Sandra Carrasco, Israel Fernández. Iluminación: Olga García. Lugar: Teatro de la Maestranza, Sevilla. Fecha: Martes, 25 de septiembre. Aforo: Un tercio.

La primera parte de la obra son los 50 minutos seguidos más redondos y enjundiosos de lo que llevamos de festival, donde éste cobra su sentido de ser un espacio para la búsqueda que equilibra y justifica su otra parte, la de escaparate. El final de estos 50 minutos, a los que siguió un descanso "por imperativo legal", es impactante y hermoso, el colofón de una propuesta inteligente, comprometida, verosímil a pesar de su costumbrismo "soviético", brillantísima en el aspecto coreográfico, tanto en las individualidades como en los movimientos de grupo, fruto de una intensa búsqueda de la compañía, un largo bagaje intelectual y físico, una voluntad de aprender, de llegar al fondo, de desgranar.



El coreógrafo de la segunda parte es el tiempo, con los nombres de Lenin, Stalin, Hitler, Franco. La segunda parte es una historia muy triste, sobradamente conocida, redundante, la de todas las revoluciones y sus finales infelices. ¿Había que contarla, hay que contarla? Algunos espectadores creyeron que sí. Yo pienso que estaba contenida en ese vibrante cuadro que es la última escena de la primera parte. Todo lo que vino a continuación, guerra, muerte, desolación, traición, es de sobra conocido. Aunque quizá sea necesario volverlo a contar. Por supuesto que la coreografía hace una lectura verosímil, poderosa, impactante, de la poderosa e impactante música de Stravinski. El compositor ruso ha inspirado esta obra que, no obstante, funcionaría mejor sin Stravinski. El realismo soviético, proclive a lo obvio, firmaría la obra al completo. Y firmaría también la primera parte, naturalmente, donde sí existe una progresión dramática y emocional. Donde el trabajo con la tonás del campo es asombroso. Quizá sea necesario ajustar el número de la seguiriya. Pero, con todo, esta parte, austera, soviética, realista, se acerca a una obra maestra: la coreografía de las diferentes labores del campo esta diseñada y resuelta con una contundencia y hondura admirable. El espectador, este espectador, no puede apartar la mirada de lo que sucede. La segunda parte bebe de Eisenstein, Lang y Chaplin, y también de Goya, tanto como de Stravinski. La presencia de la 'estrella' Canales, a pesar de lo bien que resuelve su parte, no aporta gran cosa a una propuesta que es, por vocación y definición, básicamente grupal. El compromiso coreográfico y humano, en los tiempos que corren, hacen de ésta una obra imprescindible.

martes, 25 de septiembre de 2012

La fiesta infinita

XVII Bienal de Flamenco. 'Así soy yo'. Cante: Aurora Vargas. Guitarra: Antonio Higuero, Diego Amaya. Voz, guitarra y composición: José Gálvez. Palmas: Rafael el Eléctrico y Rafael Junquera. Palmas y coros: Mive Vargas, Felipa de Jerez. Violín: David Moreira, José Gregorio Moreira. Piano: Antonio. Flauta: Francesco. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Lunes, 24 de setiembre. Aforo: Lleno.

Es la fiesta del compás. Lujuria del ritmo. Africanía del cante jondo. Aurora Vargas es una excelente anfitriona. Y, si está motivada, como ocurrió anoche, la diversión está asegurada. En la primera parte se sintió encorsetada. Pero era una austeridad necesaria para que la voz fluyera con la necesaria concentración en tonás, seguiriyas y malagueñas. Los cantes de Chacón y del Mellizo nunca suenan en su voz como exigen los cánones. Esa es su facultad, su facilidad, su necesidad, hacer el cante a su forma. Íntima, concentrada, austera, firmó una primera parte precisa, formalmente muy acabada y de gran emoción.




Pero luego llegó su terreno, la fiesta infinita. Cantó, bailó, jaleó: fue feliz y nos hizo felices. Un ritmo que no se acaba nunca. Soniquete, fiesta a la forma de Sevilla. Esta cantaora y bailaora festera simboliza la forma sevillana de hacer la fiesta flamenca: más pausada que en Jerez, más solemne que en Cádiz, brillante, colorista, íntima y medida en su carácter dionisíaco. Lo que le ocurre a veces a Vargas es que, si el contexto no es el adecuado, pierde la concentración, la motivación. No fue, como digo, el caso en la noche de ayer, en donde estuvo inmensa en la fiesta. Después de hacer las tres canciones de José Gálvez que justifican la denominación "estreno absoluto" del programa de mano, cantó por tangos y anunció "ahora por bulerías, por bulerías de las mías". El grupo estuvo muy conjuntado a pesar de los pocos ensayos, que se pusieron de manifiesto cuando la cantaora jaleaba sorprendida un detalle melódico del piano o el violín. Es la naturalidad de lo jondo, que exige su tributo al momento presente, a la capacidad de vibrar juntos en el aquí y ahora. Aurora Vargas ejerció de anfitriona de la fiesta ordenando en la medida de lo posible las intervenciones y exigiendo silencio al grupo cuando, a ritmo de bulerías, cantó la cabal del Loco Mateo.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Si te dicen que caí

XVII Bienal de Flamenco. ‘Oasis abierto’. Cante y dirección musical: Carmen Linares. Guitarra: Salvador Gutiérrez, Eduardo Pacheco. Piano: Pablo Suárez. Percusión: Tino di Geraldo. Coros: Ana María González, Rosario Amador, Carmen Amaya. Invitado: Tomasito. Dirección de escena: Emilio Hernández. Música: Carmen Linares, Luis Pastor. Lugar: Teatro de la Maestranza, Sevilla. Fecha: Domingo, 23 de septiembre. Aforo: Dos tercios de entrada.




Si te dicen que el poeta cayó, que fue víctima, postrera aunque no la última, de la guerra, di que Miguel Hernández vive. Que ayer su voz se volvió a alzar en la garganta de una cantaora, voz del pueblo, andaluza de Jaén. Brava sobre las piedras lunares del Teatro de la Maestranza, alimentada de siglos de aceituna. El poeta sigue viviendo ayer en cada verso, en cada melodía, sobre todo en las que creó Luis Pastor, y que ayer cobraron nueva vida en la garganta de esta cantaora, voz del pueblo, andaluza de Jaén. La obra se cierra con las imágenes de Madrid acosada por la aviación franquista y jubilosa en su defensa heroica: No pasarán. No pasarán la envidia y la inquina, la mentira, Hernández y Linares alzan su voz contra ella. Hoy. La alzan contra la esclavitud, contra el yugo.



El poeta está vivo, entre nosotros. Incluso sus cosas, su breve hatillo, por esas cosas de la política, reposarán en poco tiempo en un pueblo del valle del Guadalquivir, en Quesada, cerca de Linares. Carmen le ha puesto música y cante. Soleares, seguiriyas, malagueñas. Y se ha buscado su álter ego festero para el Miguel Hernández más luminoso, Tomasito, que le da al Silbo del dale. Dos veces. Bulerías, tangos: fiesta para celebrar la vida, la vigencia del poeta.



Y Linares para lo grave, para clamar contra el desierto de bocas que no besan ('Casida del sediento'), de ojos que no ven ('Mis ojos sin tus ojos'). La voz de Linares, la melodía de Pastor, los versos de Hernández nos hablan a los hombres de hoy, ciegos y ensimismados en nuestras pantallas, mudas como están nuestras bocas para el amor y la palabra libre. La obra termina con un verso de Hernández que, como todos los que escribió durante la guerra y después de la guerra, es una declaración de principios, el poeta se sabía herido, porque era el último verso. Herido por la inquina, la mentira, la envidia. El espectáculo termina con un verso, "No puedo olvidar".



Las canciones de Luis Pastor, dichas por Linares en la intimidad del piano impresionista y recogido de Pablo Suárez, funcionan mejor, mucho mejor que los palos jondos. Morente fue el primer flamenco en comprender que la métrica de Hernández, de Lorca, de Machado, incluso la de inspiración popular, no encaja en las melodías decimonónicas creadas para otros versos, más directos, más desnudos, por Silverio, Chacón o El Canario. La respuesta fue la creación de nueva música flamenca para la nueva letra flamenca. La respuesta de Carmen fue la misma, pues consiguió que las melodías de Pastor sonasen jondas. No podemos, no queremos olvidar. Miguel Hernández está vivo.


domingo, 23 de septiembre de 2012

Coronación


Colores del fuego’. Guitarra y composición: Antonio Rey. Cante: Estrella Morente, Arcángel, Mara Rey, Pedro Granaíno. Violín: Thomas. Piano: Alex Romero. Bajo: Popo. Percusión: Ane Carrasco, Luis de Periquín. Palmas y coros: Gema, Carmen Jurado. Lugar: Teatro Central, Sevilla. Fecha: viernes, 21 de septiembre. Aforo: algo más de media entrada.



¡Qué fuerza, qué descarga de energía flamenca! Como agua para una tierra abrasada fue la música flamenca con la que nos deleitó este nuevo rey de la guitarra en la madrugada del viernes al sábado. Un concierto perfecto, sin un solo desliz técnico: Rey no falló ni una nota. Aunque eso no sea lo más importante, así fue. Una pulsación perfecta, contundente, y viva, elocuente, veraz, jonda. Una partitura sin grandes alharacas: ni en el nivel armónico ni en el compositivo hay deseo alguno de epatar al personal. Todo lo contrario. Pura entrega. Puro corazón. Con solos, el trémolo del inicio, que provocó el delirio de oles entre el público; o la taranta-granaína, tan afilada como íntima. Dúos. Tríos, como el brillante ‘Amistad’ a tres guitarras. Y mucha energía, la que desplegó el grupo en los temas rítmicos: tangos, alegrías, bulerías, rumbas. ¡Qué soniquete hipnótico!



En las bulerías, Arcángel lúdico y noble: la melodía no tiene secretos para él, pero en su voz no hay sombra de impostación, lo que da aún más valor a lo que hace. En los tangos Pedro Granaíno sentimental y roto de emoción. Y la maravilla de la ‘Nana de mi Mara’ con una Estrella Morente tan lírica como próxima y un memorable dúo vocal, la Estrella impresionista y el Granaíno rugiente. Rey sonó flamenco por los cuatro costados en el único recital de guitarra de gran formato, junto a Gerardo Núñez, que veremos en el festival. Este tocaor domina todas las facetas de su instrumento, desde la minucia melódica a la contundencia rítmica que, por otra parte, jamás desborda los límites de la melodía. Es decir, no tenemos la sensación de estar escuchando un recital para baile sin bailaor, sino que, incluso cuando acompaña al baile, que no fue el caso de la noche de que les hablo, no se olvida del lirismo de sus composiciones. Composiciones, y ejecuciones, que tienen la facultad de pellizcar, de buscarnos en nuestra intimidad y de conectarnos con nuestras emociones. A veces con un escueto detalle armónico, con una minucia en la frase musical, que matiza, subraya o altera todo el sentido del discurso. Y eso es un privilegio al alcance de pocos.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Las dionisíacas de Joaquín Grilo

XVII Bienal de Flamenco. 'La mar de flamenco'. Compañía de Joaquín Grilo. Idea original, dirección artística y escénica, sinopsis, escenografía, coreografía y baile: Joaquín Grilo. Cante: José Valencia, Carmen Grilo. Guitarra: Juan Requena. Percusión: Ángel Sánchez 'Cepillo'. Armónica: Antonio Serrano. Palmas: Manuel Jesú Montes, Antonio Lucas Montes, Los Mellis. Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: Lunes, 17 de septiembre. Aforo: Lleno.

Es uno de los grandes bailaores de hoy. Su terreno es la espontaneidad, la libertad absoluta. Por eso, cuando se encuentra enmarcado, como anoche, en una propuesta teatral, no da lo mejor de sí mismo. Aparece en escena coartado por las imposiciones del guión y la puesta en escena. No se trata además de la mejor solución escénica posible: ni el vestuario, ni la escenografía, ni la dramaturgia, ni el maquillaje acompañaban. En el fondo, la puesta en escena es un mero pretexto, ayer más que nunca, para una suceción de bailes, de cantes y de toques. Inmenso Requena toda la noche, dibujando una partitura rica, plena de matices y de compás, tanto en sus solos, en sus dúos con Joaquín Grilo, muy brillante en el taranto, como en el resto de la representación.



La armónica de Antonio Serrano es otro hilo conductor de la obra, un instrumento tradicionalmente ligado a los marineros. Serrano resulta flamenco en cada una de sus intervenciones, sutil cuando es necesario, y pletórico cuando la partitura así lo exige.Carmen Grilo cantó en solitario por soleá y José Valencia espoleó toda la noche a la fiesta, gozosamente, con o sin pretexto.

Joaquín Grilo es ante todo un bailaor lúdico, como volvió a demostrar anoche. Estuvo brillante, pleno de recursos como siempre, en la soleá. Pero donde desbordó fue en el final del número por bulerías, en las guajiras arrumbás, en esa parada de fiesta que su barco hace en el puerto de La Habana, donde recoge también la tradición musical de esta ciudad. Pese a tener el mar como punto de inspiración, este es el único estilo de los mal llamados "de ida y vuelta", es decir, de origen inequívocamente americano, que incluye esta obra. 

 

Muy brillante resultó también en las alegrías, en la zambra, en la fiesta final. En los estilos más expansivos, más sociales, más brillantes, más coloridos, donde su capacidad de improvisación encuentra el cauce apropiado para expresarse. Porque en el desenfreno de la fiesta, este bailaor jerezano no tiene igual en el panorama flamenco actual. Recoge, además, esa tradición festera jerezana que ha hecho de la bulería uno de los estilos más vinculados a una geografía concreta. La fiesta como idioma singular, una forma de comunicar lo mejor de nosotros. La obra llega a Sevilla, tras su estreno en marzo de 2012 en el Festival de Jerez, algo aligerada en su duración y con algunos cambios que la hacen más dinámica y efectiva, relativos a lo coreográfico, con la supresión de la intervención del bailarín contemporáneo, y lo musical.

martes, 18 de septiembre de 2012

El otro, el mismo


XVII Bienal de Flamenco.‘Qasida’. Cante: Rosario la Tremendita, Mohammad Motamedi. Guitarra: Salvador Gutiérrez. Palmas: Los Orucos. Percusión: Antonio Coronel. Kemanche: Sina Jahanabadi. Daf: Habib Meftah Boushehri. Lugar: Claustro del Convento de Santa Clara, Sevilla. Fecha: Domingo, 16 de septiembre. Aforo: Lleno.



Fue, esta vez sí, un diálogo de tradiciones, de civilizaciones. Porque fue un diálogo de personas. Todos los músicos estuvieron todo el tiempo en el escenario e intervinieron en todas y cada una de las piezas. Incluso las voces sonaron en ocasiones al unísono. Sin grandes pretensiones en lo conceptual, buscaron en las escalas modales las vías para el trasvase melódico, de forma que, en ocasiones, era Gutiérrez el que acompañaba a Motamedi o Jahanabi a La Tremendita. Sobre una base de respeto mutuo, de atención absoluta al discurso del otro, cada cual tuvo su espacio sobre las tablas. Profundizando, por la vía del lenguaje común del melisma, en la melodía de la nana, la petenera, la seguiriya, incluso la zambra caracolera y los tangos. Es decir, el sustrato modal, no sólo del flamenco, sino del folclore, y presente en toda la música popular ribereña del Mediterráneo. Si los andaluces somos hijos, a través de los árabes, de la cultura griega, ésta es en buena parte una elaboración del legado persa. Ahí está la vía de unión histórica. Pero, aunque esto sea un pretexto, no se trata de un espectáculo historicista sino basado en realidades concretas, en el aquí y el ahora de la música iraní y flamenca. Más aún, en el aquí y el ahora de Motamedi y La Tremendita.




Y la realidad de Motamedi es que es un músico superdotado. No sólo por su virtuosismo técnico, por la amplitud de su registro, por su asombrosa facilidad melismática. Sino por la capacidad de emocionar, desde el minuto uno. Sea en el susurro, en la intimidad, o en el frenesí, en la descarga de energía. Su canto es íntimo y universal, sacro y popular, mundano y divino. La Tremendita, espoleada por su compañero, se vació en las tablas, se subió al carro del melisma, no para exhibir facultades sino para exprimir su corazón, que es lo que nos importa.

La atención por el detalle, el gusto por lo pequeño que hace grandes. Un diálogo que parte del respeto hacia lo propio para, desde ahí, respetar y abrirse al otro.

viernes, 14 de septiembre de 2012

La noche de los fans

XVII Bienal de Flamenco. ‘Camarón, 20 años’. Cante: Duquende, La Susi, Diego Carrasco, Remedios Amaya, Arcángel. Guitarras:: Raimundo Amador, Paquete, Jesús del Rosario, Miguel Ángel Cortés. Teclados: José Mª Cortina. Percusión: Lucky Losada, Ramón Porrina. Palmas y cante: Enrique Piculabe, Pedro el Granaíno, Simón Román. Baile: Paloma Fantova. Dirección Musical: Tomatio, Luis Monge, Paquete. Lugar: Auditorio Fibes. Fecha: Miércoles, 12 de septiembre. Aforo: tres cuartos de entrada.


Un concierto de puesta en escena sencilla, a pesar de que el proyector falló a las primeras de cambio. Pero pudimos recuperar el vídeo en el cierre del concierto para así irnos a casa con la imagen de nuestro ídolo en la retina. Y es que anoche todos éramos fans. Ese abigarrado y variopinto público que adora a este intérprete.

El triunfador fue un Duquende en un momento de forma impresionante. Ha cambiado la forma de emitir la voz y, si hace unos años tenía como referente al Camarón de la última etapa, ahora nos evoca a ese cantaor poderoso de los años 70 que fue el de la Isla. Tarantas y cartageneras muy brillantes, y un regalo por fandangos. Fue hermoso escuchar a Arcángel cantar por Camarón: un morentiano homenajeando al isleño. Ya conoce la afición lo que se admiraban los dos cantaores, hasta el punto de que el primero en grabar los fandangos de Morente, antes que su creador, fue Camarón. Y qué morentiano: un cantaor imaginativo, versátil, que puso su corazón en las cantiñas para la Perla, la canastera y las seguiriyas ‘Campanas del alba’.



El homenaje de Raimundo fue su ‘Camarón’ que llenó de electricidad y virtuosismo el auditorio de Fibes y la descarga reggae de ‘Lunático’, ambos del disco ‘Blues de la Frontera’. La Susi ejecutó con la unción de una sacerdotisa pagana dos cantes de ‘La leyenda del tiempo’, la nana y las bamberas, ambos con letras lorquianas. Dos cantes basados en melodías tradicionales y que el tratamiento que Camarón, Gualberto y Pachón dieron a los mismos los convirtieron en otra cosa. Amaya y Carrasco echaron mano de su repertorio habitual para homenajear al isleño.


miércoles, 12 de septiembre de 2012

La búsqueda épica de Andrés Marín

XVII Bienal de Flamenco. 'Tuétano' Baile, coreografía, dirección artística y escénica: Andrés Marín. Guitarra: Raúl Cantizano. Baile y palmas: Concha Vargas. Cante: La Macanita. Percusión off: Luis Tabuenca. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Martes, 11 de septiembre. Aforo: Casi lleno.

Era una apuesta muy fuerte. Algo, mucho, se ha ganado. Y algo se ha perdido. Lo mejor de 'Tuétano' es cuando Marín entra en el terreno en el que se siente seguro, que conoce, que domina como pocos, la verdad sea dicha: uno que toca, otro que canta y otro que toca las palmas. Cuando la puesta en escena se limitó a este trío clásico, la obra funcionó a la perfección. El acierto enorme de la propuesta, el cuerpo de la misma, es el diálogo entre el baile y la guitarra. Da igual que se trate de una guitarra eléctrica, que no es precisamente una recién llegada, ni a la música ni a lo jondo. En la partitura que ha elaborado Raúl Cantizano, que está inmenso, la petenera suena a Stravinski. A los romances y las bulerías suceden pasajes dignos de Ritchie Blackmore, Ted Nugent, Metallica y John Cage. Aunque lo mejor es cuando la bulería suena a Metallica y John Cage y la petenera a Ted Nugent. Si inmenso está Cantizano, inmensa, como suele, le responde la danza de Marín. No obstante, casi todos los efectos de la puesta en escena se revelan efectistas, desde la mesa con espejo hasta las gallinas del último acto, que no es sino una broma. El público, el mejor director de escena que conozco, señaló bien dónde debe ir el final de la obra cuando se confundió pensando que había finalizado porque el escenario quedó en completa oscuridad durante unos segundos. La propuesta, el intento, era eliminar toda la carne para irnos al puro hueso. Pero aún quedan muchos elementos epidérmicos que limar. También la participación de Concha Vargas y La Macanita resulta superflua. No porque no se trate de enormes intérpretes sino porque Marín no le ha sacado el jugo a su participación. Lo femenino sigue estando completamente ausente del universo poético de Marín. El espectáculo está pidiendo a gritos una dirección de escena. Por ejemplo, el texto que recita el bailaor no se entiende en absoluto en el patio de butacas. La broma de las gallinas, que no es más que eso, una broma, resulta inoportuna y rompe con la atmósfera íntima, solemne, épica, que hasta ese momento dominaba el espectáculo. Marín se lleva bien con la épica; su lucha, su búsqueda, como la de todos nosotros, lo es. Y esta ruptura de la épica irrumpe para llevarnos a ningún sitio. Para llevarnos al final. El intenso camino de búsqueda del bailaor sevillano es una de las aventuras más interesantes a las que estamos asistiendo en los últimos años los aficionados al flamenco. Pero en esta búsqueda Marín aún no se ha encontrado.



Ya estoy escuchándolo, lector pejiguera, diciéndome: "Pero eso no vale, la apuesta era todo o nada, a vida o muerte". Y no voy a ser yo el que le quite la razón. Pero tampoco se la voy a dar.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Un general cartaginés


XVII Bienal de Flaemnco. José de la Tomasa / Julián Estrada / Adela Campallo. Cante: José de la Tomasa, Julián Estrada. Guitarra: Antonio Moya, Manuel Silveria. Baile: Adela Campallo con El Extremeño, Juan José Amador (cante), Juan Campallo, David Vargas (guitarra), Torombo (palmas) y José Carrasco (percusión). Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: 9 de septiembre. Aforo: Casi lleno. 

Tiene perfil de medalla, de general cartaginés. Cuando aborda los estilos fundamentales de su casa, soleares y seguiriyas, la solemnidad emana a oleadas desde la escena al patio de butacas. Pocos recitales de cante clásico vamos a escuchar esta Bienal. Así que todo lo que ayer dijo este sevillano de la Alameda nos lo bebimos como fieles en una ceremonia sagrada. La emoción directa de la seguiriya, el rito circular de la soleá. Esos medios tonos maravillosos que van ganando terreno sobre el grito en la garganta de Tomasa, flamante Premio Nacional de Flamencología. El aroma que confiere a cada cante: el intimismo de la taranta, la lucha por la vida de posguerra en los fandangos, con ecos de Aznalcóllar, El Sevillano y otros supervivientes a la desolación del cuartito, en la más terrible de nuestras historias recientes. La granaína, la malagueña de Gayarrito que con unción recibimos. Había mucha sed de Tomasa, incomprensibles sus prolongadas ausencias de los escenarios en su tierra: pero trate usted de entender a los programadores de flamenco y se volverá loco. 



Cuando presentó a Antonio Moya hizo un guiño, por lo que entendí, al reciente y fallido ciclo de los 'Diálogos en el Alcázar': "la orquesta barroca de Utrera", que estuvo sensible al cante, íntimo, delicado en las falsetas y contundente a la hora de marcar el soporte armónico de la voz. Adela Campallo ha comprendido que los bailes no pueden ser eternos. Su estilo sigue siendo muy físico, masculino, de fuerza, de precisión y de estilización radical en donde, en ocasiones, parece desaparecer la vida, el alma. Dura, cibernética, metálica, inclemente, a veces asfixia y se asfixia, pese al poderío físico del que hace gala. Se supo rodear de un grupo con sus mismos valores musicales. La feminida se cuela en su danza de puntilas, delicadamente, en la punta de sus dedos, en la torsión de sus muñecas, de su tronco. En la plasticidad de su baile. Un par de números deliciosos, lo mejor que le he visto, con dos pespuntes de caramelo del Torombo. De Julián Estrada puedo decir aquello del maestro Caracol de que el cante no es para sordos: los matices se pierden. El único defecto de la velada fue el exceso de duración.

domingo, 9 de septiembre de 2012

¿Para qué tanto afán?


XVII Bienal de Flamenco. 'Rosa Metal Ceniza' de Olga Pericet. Baile: Olga Pericet, Jesús Fernández, Jesús Caramés. Cante: Miguel Ortega, Miguel Lavi, José Ángel Carmona. Guitarra: Javier Patino, Antonia Jiménez. Dirección escénica: David Montero. Dirección, producción, coreografía: Olga Pericet. Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: Sábado, 8 de septiembre. Aforo: Tres cuartos de entrada. 


Me sorprende y me enoja que, mientras que los discípulos ocupan los lugares de honor de este festival, los maestros de lo jondo, que son personas que tienen que dormir sus horas y tomar sus medicinas, queden relegados a las tantas de la madrugada, en sitios de condiciones regulares, con barras que expiden bebidas alcohólicas y otras sustancias letales. Digo esto porque, mientras que esta joven cordobesa, que por cierto abrió con un delicioso homenaje a la escuela bolera, se enseñoreaba de las tablas del Lope, el maestro Bobote, que lleva 40 años marcando el flamenco contemporáneo, tomaba posiciones en el Hotel Triana. Y no es la última vez que el caso se va a dar en esta Bienal. Esto no puede traer nada bueno: conviene no ofender a las momias. Ha sido una gran idea darle una noche de protagonismo al Bobote, pero no se ha tenido el valor de llevarla a su cabo. 




Me emocioné en el paso a dos, antes de la soleá. La parodia no tenía gracia alguna. O sí, pero un fondo de tristeza enorme. Reirnos de nosotros mismos nos provoca esta mezcla de llanto y risa. En la pieza Pericet exageró, llegando al paroxismo, sus movimietnos espasmódicos, el frenesí de sus manos y pies y cabeza, de su cuerpo entero. En las cantiñas y en la seguiriya pensaba "¿a qué tanto afán, tanto agravio?". Si supiera que tanta prisa no conduce a nada, que corriendo tanto no se llega a sitio alguno. Todos los del cementerio tuvieron prisa en alguna ocasión. Aunque era enternecedor contemplar ese deseo infantil por agradar, por mostrarse, nos mostró en varias ocasiones su ropa interior, por colmar nuestra atención. Y resultó que era todo el rato plenamente consciente de lo que estaba pasando. En la soleá quedó ese marchamo, bailó con ese empaque que quedó del paso a dos. Y también la bata de cola, que movió de una forma absolutamente heterodoxa, le ayudó a desprenderse de cosas, a buscar lo esencial, que a veces es el vacío, la nada. Tanto afán, para nada. En ese momento entiendo que sí, que sabe a dónde va. Que ese baile frenético, estresado, espasmódico, no es sólo un mero reflejo de estos tiempos nuestros estresantes, espasmódicos, en donde los ojos no se detienen jamás, y menos sobre otros ojos, sobre otro corazón. Estilizó tanto este sentimiento de orfandad, de esfuerzo en vano, que en la petenera se quedó a solas con la voz. Y luego a solas. Y entendí que ese reflejo de nuetro tiempo frenético, ese espejo del infierno de Dante, el imperio del ruido, era un ejercicio plenamente consciente. Y con la consciencia surge la intención, sea en forma de denuncia o de lamento. 


Claro que las dos primeras partes de la obra son extensas en demasía para el mensaje que contienen: las cantiñas no sirven para nada, las seguiriyas no sirven para nada. Cuando llegó la fiesta de Jesús Carmona, las bulerías 'efectistas' del programa de mano, aplaudí enfervorecido, como todo el teatro. Yo también soy de pueblo. Y resulta que no, que ella sabía todo esto. Entonces, ¿para qué alargar el espectáculo durante hora y media, si con cinco minutos del paso a dos fue suficiente para las lágrimas que nos tocaba verter? ¿Para qué maltratar el mantón y el suelo en las cantiñas? ¿Para qué tanto golpe? ¿Para qué tanto intelectualismo en el programa de mano, tanta pedantería? ¿Para qué tanto afán, tanto agravio? El mejor artista que pisó ayer el Lope es Patino, que apenas tuvo espacio para expresarse.





sábado, 8 de septiembre de 2012

María Pagés, la bailaora

XVII Bienal de Flamenco. 'Utopía'. María Pagés Cía. Baile: María Pagés, Isabel Rodríguez, María Vega, Aloma de Balma, José Barrios (coreografía farruca), José Antonio Jurado, Paco Berbel, Rubén Puertas. Cante: Ana Ramón, Juan de Mairena. Guitarra: Fity Carrillo, Rubén Lebaniegos. Voz, guitarra y cavaquinho: Fred Martins. Chelo: Sergio Menem. Percusión: Chema Uriarte. Música: Carrillo, Lebaniegos, Martins e Isaac Muñoz. Iluminación: Pau Fullana. Dirección, esenografía, vestuario y coreografía: Paría Pagés. Lugar: Teatro de la Maestranza, Sevilla. Fecha: Viernes, 7 de septiembre. Aforo: Lleno. 


La farruca es el camino. Ahí sacó el mucho baile que tiene dentro. Apuntó cosas en el mismo sentido en los silencios del martinete, con la música sencilla y deliciosa de Fity Carrillo, y en las alegrías finales. Me refiero al silencio de las alegrías. 'Utopía' puede ser el comienzo de un camino, pese a que las alegrías que cierran la pieza, sin duda lo más flojo de la representación, se titulan precisamente 'Fin del camino'.




'Utopía' cumple con lo que se espera de un espectáculo de María Pagés: coreografías sencillas pero efectivas, bien ejecutadas y perfectamente resueltas, amables transiciones, puesta en escena no muy arriesgada pero funcional, vestuario natural, aliado de los intérpretes y generoso con el público, escenografía solvente, en este caso colaborando en algunas secciones con la coreografía, buenos movimientos de grupo, pulcritud en la puesta en escena. Lo que se dice un trabajo bien hecho. Y, en lo que a la intérprete se refiere, torsiones inverosímiles, extremidades que parecen no tener fin y un vestido rojo y ceñido, en este caso en el martinete. El nuevo camino, del que 'Utopía' no es exactamente punto de partida porque ya en obras anteriores de la sevillana estaba presente, el camino de la farruca, es la austeridad. 



                                        


Ahora le sientan mejor los 'leggins' que el vestido rojo y ceñido. La primera parte del espectáculo es un impulso intimista y septentrional, un paisaje desnudo, una tenue luz hacia dentro, el espejo insoportable en que reconocernos. La nada, el silencio. Pagés es una bailaora resultona, graciosa, inteligente, seductora y colorista. En esta obra ha renunciado a parte de su luz, de sus colores, a esos detalles de picardía, humor. Ha renunciado, en una medida, al ingenio. Pero lo que se apunta en este inicio del que hablo se va diluyendo y, conforme avanza la obra, 'Utopía' se parece más a otros espectáculos de María Pagés, de los que coge, incluso, algunos recursos como el de los abanicos de la guajira. Me gusta mucho la María Pagés graciosa, vivaz, dicharachera, ingeniosa. Pero creo que la propia intérprete es consciente de que, para seguir adelante, es necesario internarse con resolución por el camino del vacío y la muerte, el silencio, la nada. Atreverse a entrar en una senda que, por ahora, permanece meramente apuntada. Llegará a ser barroca, ingeniosa, vivaz, lo que ella es. Pero a todo artista le llega el momento de enfrentarse a su máscara y a su reverso. Y la máscara de Pagés lleva ya un tiempo avisando. No será Angelita Vargas o La Farruca, ni lo pretendiera, como dice la copla. Pero, con valentía, puede llegar a ser María Pagés. Me refiero a la artista María Pagés, la bailaora.




viernes, 7 de septiembre de 2012

La Farruca, sola y en soleá


XVII Bienal de Flamenco. ‘Las huellas’. Cía. La Farruca: Con La Farruca, El Carpeta, El Granaíno, Mara Rey, Juan Requena, Bernardo Parrilla, Paco Vega, Octavio Lozano. Anuj Arjun Mishra Kathak. Con Anuj, Smriti, Kantika, Dharamnath y Vikas Mishra y Hridya Desai . Teatro Tascabile Di Bergamo. Lugar: Real Alcázar de Sevilla. Fecha: 6 de septiembre. Aforo: Casi lleno

La Farruca derramó toneladas de adrenalina por soleá. Estos días ha circulado, por enésima vez, un malentendido en torno a la creación de Antonio Montoya 'Farruco'. No se trata de un arte rancio y primitivo, aunque sí primitivista. Es un fruto contemporáneo de una estética muy concreta. Por fortuna, tenemos grabaciones cinematográficas del baile flamenco desde los orígenes de ambos géneros, practicamente. Así, podemos comprobar que como bailaba Farruco, como baila su familia, jamás se bailó en la historia. Es fruto personal de un concepto, el de pureza, acuñado en un momento histórico, un fruto de la estética mairenista. Es decir, de ayer mismo. Una estética, eso sí, que apela a los valores y emociones básicas del ser humano. Pero el grado de sofisticación, de estilización, de civilización, que exige esta conexión con lo emocionalmente básico, se pone de manifiesto si tenemos en cuenta que no siempre se da esta conexión desde el cuerpo a la emoción. El flamenco es un arte abstracto y emocional, mientras que el 'kathak' es narrativo y, por lo visto anoche, hasta descriptivo y didáctico. La propuesta evidenció lo alejados que están estos dos artes, uno antiguo, nacido en los siglos XV-XVI, y otro, el farruquero, contemporáneo, creado en los años 50 y 60 del XX.

No hubo diálogo, sino monólogos sucesivos. El único intento de entendimiento fue un desencuentro, el que se produjo, sobre la amalgama de la bulería, entre El Carpeta y Smriti y Kantika Mishra. La puesta en escena fue lamentable, con un extemporáneo cuentacuentos en el que se mezclaban, sin acreditar, una narración de Manuel Machado y una anécdota atribuida a Pastora Pavón. El acierto mayor de la puesta en escena fue devolver a los flamencos su sitio en la soleá. La Farruca tensó el ritmo, tensó la emoción. Tensó su cuerpo, escapándose de toda regla postural para arrojarse al compás de doce tiempos y dejar, como decía al princpio, que la emoción fluyera a borbotones. En ese momento el espectador tenía un único mandato: dejarse llevar por su columna vertebral. Ahí cesa el pensamiento, el análisis de la situación, y sólo cabe arrojarnos a lo que sentimos. Y lo que sentimos es que el único diálogo posible es el de las emociones básicas que nos igualan a todos los humanos, en todas las latitudes. Lo que expresó La Farruca fue el dolor de la pérdida, la rabia por el abandono. No en los gestos grandilocuentes del final, que ya no importaban porque el trabajo estaba hecho. Lo que expresó esta mujer con su cuerpo es que algún día no estaremos pero que anoche estábamos. Vivos y dispuestos para aprovechar el aire en nuestros pulmones, el vértigo de nuestro cuerpo lamentándose en el espacio. En la soleá, La Farruca nos dio nuestro sitio, el que nos pertenece por flamencos y por humanos. El sitio de los vivos. De los que sufren, de los que gozan. El sitio de los que nacen y mueren en soledad. En soleá.

jueves, 6 de septiembre de 2012

La pasión según Morente



'Morente, la pasión'. Dir. Juan Verdú Realización: J. Blanco. Telemadrid
 
La pasión, según Morente, era, por este orden, la familia, los amigos, el cante jondo, Lorca, la poesía, Miguel Candela, Picasso... La enumeración es de José Enrique Morente, en su única, agudísima, intervención en este documental. Esto es obra de familia, de amistad: Aurora Carbonell, Estrella y Soleá Morente, José Enrique, Javier Conde, Rosario Muñoz, Ángel Gabarre, Antonio Carbonell, Montoyita, Pepe Habichuela, Carmen Linares, El Bola, José Manuel Gamboa, Juan Verdú, director del filme. Gentes que lo amaron, a los que amó. Gente que lo ama. De los que aman a los que aman a Enrique Morente. Tercera parte de una trilogía audiovisual morentina. 'El padrino III', que es esta obra, es la mejor de la trilogía, o se sitúa a distancia de otros homenajes audiovisuales o literarios que por ahí han sido. 




Por eso estos 50 minutos son un regalo insoportable, porque toda la pasión morentina se incluye en esta obra que es, de alguna manera, la última obra de ese gran director de escena que fue Morente. Se conducía, a sí y a sus huestes, que eran su familia, con la seguridad y la ambición artística de quien se sabe dueño del escenario. Fueron muchos años de trato con las tablas. Su lucidez, su atrevimiento en la escena, se manifiesta aquí en un concierto inédito, de los muchos que ofrece este documental: Benicassim 2006, Colegio de Médicos, Perelada, Oviedo 2010. Pero aquí me refiero a la Suma Flamenca, los Teatros del Canal 2010, en que el grupo al completo sale a escena vestido de barberos picassianos, con la corbata roja colgando del sombrero, mientras barren la barbería. A las entrevistas, inéditas, con familia y amigos, con el propio Enrique, se unen los conciertos inéditos mencionados. 




Todo ello hace de ésta una obra imprescindible, el último concierto de Morente, la tercera parte de su trilogía audiovisual, 'Sueña la Alhambra' (2005) de Sánchez Montes, de la que se incluyen algunos pasajes, y 'Morente' (2011) de Barrachina. Decía 'El Padrino III', porque Enrique Morente adoraba a la familia y hacía familia y para Morente lo primero era la familia. Una familia tan extensa, como señala Antonio Carbonell, que abarca a cientos de desconocidos porque, lo dijo Mercé, ser amigo de Enrique Morente no tenía mérito, era muy fácil. Morente amaba de verdad. Y, porque amaba, no era tonto. Sabía que darse era ganarse. El montaje, tan sutil como magistral, de este documental, lo evidencia. El montaje es morentino al cien por cien, no en vano el director es su 'hermano' Juan Verdú. Sutilmente, sin que el espectador lo note, Morente vive en las imágenes porque va contestando cada una de las preguntas, cada una de las dudas, cada una de las cuitas que el aficionado, el amigo, el espectador de 2012 se plantea, en las voces, en las preguntas que formulan Verdú y Gamboa. Lejos de toda pedantería, que Morente detestaba. Por cierto, Gamboa formula la mejor tesis en torno a la revolución musical de Morente, cuando dice que unió oriente y occidente, introduciendo en el legado jondo occidental, soleares, seguiriyas, etcétera, los semitonos, las armonías, las melodías de tarantas y malagueñas orientales. ¡Ole! Tan sencilla como genial explicación de lo que este hombre fue: pegamento de culturas, de músicas, de personas al cabo. 








Pepe Habichuela, el don de la oralidad. La película no está empaquetada al vacío: en medio de la entrevista con Gamboa en el Candela surge la imagen de Gloria Candela que tanto alimentó a Morente y a la noche madrileña. La película es también un homenaje a Miguel Candela, con una malagueña, otro inédito, compuesta en su memoria por Morente. La entrevista con toda la familia en una terraza de Lavapiés es morosa, reticente, hermosa y lenta, cálida como un atardecer de otoño en un Madrid maravilloso y desierto. La película es un homenaje a Madrid, Morente de Madrid, al Madrid flamenco y al flamenco en Madrid. A las calles que vieron la pasión de la pareja Aurora Carbonell-Enrique Morente, que dio como fruto esta familia bulliciosa y serena. 







 



Enrique Morente nos habla, en 2012, en este filme. En su propia voz, a través de los inéditos, gracias al montaje, nos habla a los hombres y mujeres de hoy. Y nos habla también en las voces de los entrevistados. El valor de su discurso abarca todo tiempo y lugar en los que lata un corazón humano. Morente le hablaba, le cantaba, no al payo, al gitano, al culto o al plebeyo, al rojo o al negro, sino al corazón. Porque, como decía Terremoto, el flamenco se lo merece todo el mundo. Aurora Carbonell, una de las mujeres más lúcidas de nuestro tiempo, lo dice así, certera como saeta: "Nos ha dejado tanta riqueza humana que estamos alimentados hasta que Dios quiera". La cosa acaba con el último vals, la palabra de Lorca, la voz de Cohen, la música de Enrique Morente, la familia, "este vals de os quiero siempre".