por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







miércoles, 19 de septiembre de 2012

Las dionisíacas de Joaquín Grilo

XVII Bienal de Flamenco. 'La mar de flamenco'. Compañía de Joaquín Grilo. Idea original, dirección artística y escénica, sinopsis, escenografía, coreografía y baile: Joaquín Grilo. Cante: José Valencia, Carmen Grilo. Guitarra: Juan Requena. Percusión: Ángel Sánchez 'Cepillo'. Armónica: Antonio Serrano. Palmas: Manuel Jesú Montes, Antonio Lucas Montes, Los Mellis. Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: Lunes, 17 de septiembre. Aforo: Lleno.

Es uno de los grandes bailaores de hoy. Su terreno es la espontaneidad, la libertad absoluta. Por eso, cuando se encuentra enmarcado, como anoche, en una propuesta teatral, no da lo mejor de sí mismo. Aparece en escena coartado por las imposiciones del guión y la puesta en escena. No se trata además de la mejor solución escénica posible: ni el vestuario, ni la escenografía, ni la dramaturgia, ni el maquillaje acompañaban. En el fondo, la puesta en escena es un mero pretexto, ayer más que nunca, para una suceción de bailes, de cantes y de toques. Inmenso Requena toda la noche, dibujando una partitura rica, plena de matices y de compás, tanto en sus solos, en sus dúos con Joaquín Grilo, muy brillante en el taranto, como en el resto de la representación.



La armónica de Antonio Serrano es otro hilo conductor de la obra, un instrumento tradicionalmente ligado a los marineros. Serrano resulta flamenco en cada una de sus intervenciones, sutil cuando es necesario, y pletórico cuando la partitura así lo exige.Carmen Grilo cantó en solitario por soleá y José Valencia espoleó toda la noche a la fiesta, gozosamente, con o sin pretexto.

Joaquín Grilo es ante todo un bailaor lúdico, como volvió a demostrar anoche. Estuvo brillante, pleno de recursos como siempre, en la soleá. Pero donde desbordó fue en el final del número por bulerías, en las guajiras arrumbás, en esa parada de fiesta que su barco hace en el puerto de La Habana, donde recoge también la tradición musical de esta ciudad. Pese a tener el mar como punto de inspiración, este es el único estilo de los mal llamados "de ida y vuelta", es decir, de origen inequívocamente americano, que incluye esta obra. 

 

Muy brillante resultó también en las alegrías, en la zambra, en la fiesta final. En los estilos más expansivos, más sociales, más brillantes, más coloridos, donde su capacidad de improvisación encuentra el cauce apropiado para expresarse. Porque en el desenfreno de la fiesta, este bailaor jerezano no tiene igual en el panorama flamenco actual. Recoge, además, esa tradición festera jerezana que ha hecho de la bulería uno de los estilos más vinculados a una geografía concreta. La fiesta como idioma singular, una forma de comunicar lo mejor de nosotros. La obra llega a Sevilla, tras su estreno en marzo de 2012 en el Festival de Jerez, algo aligerada en su duración y con algunos cambios que la hacen más dinámica y efectiva, relativos a lo coreográfico, con la supresión de la intervención del bailarín contemporáneo, y lo musical.

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