XVII Bienal de Flamenco.‘Qasida’.
Cante: Rosario la Tremendita, Mohammad Motamedi. Guitarra: Salvador Gutiérrez.
Palmas: Los Orucos. Percusión: Antonio Coronel. Kemanche: Sina Jahanabadi. Daf:
Habib Meftah Boushehri. Lugar: Claustro del Convento de Santa Clara, Sevilla. Fecha:
Domingo, 16 de septiembre. Aforo: Lleno.
Fue, esta
vez sí, un diálogo de tradiciones, de civilizaciones. Porque fue un diálogo de
personas. Todos los músicos estuvieron todo el tiempo en el escenario e
intervinieron en todas y cada una de las piezas. Incluso las voces sonaron en
ocasiones al unísono. Sin grandes pretensiones en lo conceptual, buscaron en
las escalas modales las vías para el trasvase melódico, de forma que, en
ocasiones, era Gutiérrez el que acompañaba a Motamedi o Jahanabi a La
Tremendita. Sobre una base de respeto mutuo, de atención absoluta al discurso
del otro, cada cual tuvo su espacio sobre las tablas. Profundizando, por la vía
del lenguaje común del melisma, en la melodía de la nana, la petenera, la
seguiriya, incluso la zambra caracolera y los tangos. Es decir, el sustrato
modal, no sólo del flamenco, sino del folclore, y presente en toda la música
popular ribereña del Mediterráneo. Si los andaluces somos hijos, a través de
los árabes, de la cultura griega, ésta es en buena parte una elaboración del
legado persa. Ahí está la vía de unión histórica. Pero, aunque esto sea un
pretexto, no se trata de un espectáculo historicista sino basado en realidades
concretas, en el aquí y el ahora de la música iraní y flamenca. Más aún, en el
aquí y el ahora de Motamedi y La Tremendita.
Y la
realidad de Motamedi es que es un músico superdotado. No sólo por su
virtuosismo técnico, por la amplitud de su registro, por su asombrosa facilidad
melismática. Sino por la capacidad de emocionar, desde el minuto uno. Sea en el
susurro, en la intimidad, o en el frenesí, en la descarga de energía. Su canto
es íntimo y universal, sacro y popular, mundano y divino. La Tremendita,
espoleada por su compañero, se vació en las tablas, se subió al carro del
melisma, no para exhibir facultades sino para exprimir su corazón, que es lo
que nos importa.
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