XVII Bienal de Flamenco. ‘Oasis abierto’. Cante y dirección musical: Carmen Linares. Guitarra: Salvador Gutiérrez, Eduardo Pacheco. Piano: Pablo Suárez. Percusión: Tino di Geraldo. Coros: Ana María González, Rosario Amador, Carmen Amaya. Invitado: Tomasito. Dirección de escena: Emilio Hernández. Música: Carmen Linares, Luis Pastor. Lugar: Teatro de la Maestranza, Sevilla. Fecha: Domingo, 23 de septiembre. Aforo: Dos tercios de entrada.
Si te dicen que el poeta cayó, que fue víctima, postrera aunque no la última, de la guerra, di que Miguel Hernández vive. Que ayer su voz se volvió a alzar en la garganta de una cantaora, voz del pueblo, andaluza de Jaén. Brava sobre las piedras lunares del Teatro de la Maestranza, alimentada de siglos de aceituna. El poeta sigue viviendo ayer en cada verso, en cada melodía, sobre todo en las que creó Luis Pastor, y que ayer cobraron nueva vida en la garganta de esta cantaora, voz del pueblo, andaluza de Jaén. La obra se cierra con las imágenes de Madrid acosada por la aviación franquista y jubilosa en su defensa heroica: No pasarán. No pasarán la envidia y la inquina, la mentira, Hernández y Linares alzan su voz contra ella. Hoy. La alzan contra la esclavitud, contra el yugo.
El poeta está vivo, entre nosotros. Incluso sus cosas, su breve hatillo, por esas cosas de la política, reposarán en poco tiempo en un pueblo del valle del Guadalquivir, en Quesada, cerca de Linares. Carmen le ha puesto música y cante. Soleares, seguiriyas, malagueñas. Y se ha buscado su álter ego festero para el Miguel Hernández más luminoso, Tomasito, que le da al Silbo del dale. Dos veces. Bulerías, tangos: fiesta para celebrar la vida, la vigencia del poeta.
Y Linares para lo grave, para clamar contra el desierto de bocas que no besan ('Casida del sediento'), de ojos que no ven ('Mis ojos sin tus ojos'). La voz de Linares, la melodía de Pastor, los versos de Hernández nos hablan a los hombres de hoy, ciegos y ensimismados en nuestras pantallas, mudas como están nuestras bocas para el amor y la palabra libre. La obra termina con un verso de Hernández que, como todos los que escribió durante la guerra y después de la guerra, es una declaración de principios, el poeta se sabía herido, porque era el último verso. Herido por la inquina, la mentira, la envidia. El espectáculo termina con un verso, "No puedo olvidar".
Las canciones de Luis Pastor, dichas por Linares en la intimidad del piano impresionista y recogido de Pablo Suárez, funcionan mejor, mucho mejor que los palos jondos. Morente fue el primer flamenco en comprender que la métrica de Hernández, de Lorca, de Machado, incluso la de inspiración popular, no encaja en las melodías decimonónicas creadas para otros versos, más directos, más desnudos, por Silverio, Chacón o El Canario. La respuesta fue la creación de nueva música flamenca para la nueva letra flamenca. La respuesta de Carmen fue la misma, pues consiguió que las melodías de Pastor sonasen jondas. No podemos, no queremos olvidar. Miguel Hernández está vivo.
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