por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







lunes, 19 de julio de 2010

Morente de ida

El cantaor granadino Enrique Morente presenta una segunda entrega con grabaciones en directo, registradas entre 1984-1994 El disco se inicia con un homenaje al maestro, al que se fue, Mario Maya: todo me recuerda a ti y no estás. Todo me evoca tu figura, tu baile, tu rostro, tu mirada, y no estás, y tengo que ir diciéndote adiós, seguir diciéndote adiós. Tu voz se va alejando. Por cabales, la guitarra luminosa de Manolo Sanlúcar, Morente pletórico de voz y los pies del maestro que se fue. Las terribles cabales de Silverio Franconetti Aguilar: y hay quien dice que este payo suavizó el cante flamenco. Pues si esto es suave, esta voz terrible, esta pena, este corazón roto, en carne viva, si esto es suave... La cabal de Silverio es, acaso, la música más radical, más inexplicable, más salvaje que ha compuesto ser humano alguno, y así es como la ejecuta Morente, roto de emoción y pleno de saberes y voz. Una pieza honda y en tonos mayores. La pieza que abre este disco, un cante-baile-toque por cabales de más de diez minutos, es una joya irrepetible de la historia contemporánea del flamenco con tres maestros en plenitud de facultades y de conocimientos. La pena es que yo no estuve esa noche de 1994 en el Generalife. Pero aquí estoy. Él se fue, nosotros permanecemos y nuestro deber es seguir, seguir sin él, con él en el corazón. Los derechos de esta grabación están destinados a la Fundación Mario Maya.

Dos son las entregas soleaeras del disco: una grave, casi adusta, con el sonido dubitativo y la emoción doble. Un toque retumbante, sólido, arrollador. Una voz entregada, abismal. Aires trianeros. Rotunda, solemne: increíble la capacidad de extraer dignidad en estado puro de un corazón roto. La segunda, con la guitarra de Paco Cortés, menos solemne, de oficio puro. Morente se arroja sobre la melodía sin red. Más Triana y más rabia. Enrique Morente estaba aquí de voz como un trueno, aunque yo prefiero esa voz dolorida, mermada de potencia física pero sabia de amaneceres, que presenta hoy. La grabación es del año 84. Tonás arrebatadas, fuera de toda lógica, rotas, enloquecidas de desafección flamenca, con deliciosos vaivenes a tonos mayores.

El año del centenario de Hernández se va sin pena ni gloria para los flamencos pero Morente, que fue el primero en dedicar un disco al de Orihuela, retoma hoy su versión de las ‘Nanas de la cebolla’ de 1971, con la guitarra de Rafael Riqueni. La melodía es la misma y parece otra: Morente le añade las arrugas que su corazón ha incorporado desde entonces, con unos quiebros vocales sutiles, casi imperceptibles, con contratiempos de bossa en la guitarra, con las melodías de las noches que desde entonces han sido, provocando una sorprendente variedad melódica en una composición de juventud más bien monótona.

Otro homenaje, otro centenario: Rafael Romero ‘El Gallina’, el trasmisor contemporáneo de la caña y el polo. La gracia de la versión de Morente es que le resta solemnidad al paseíllo característico de estos cantes, de manera que los hace algo más dinámicos. Por malagueñas, dos viejos conocidos morentianos, El Canario y un tal Gayarrito. Un cantaor más potente y también más bronco (a lo que contribuye la escasa calidad del sonido), con la adrenalina del escenario de 1989, hecho de menos el intimismo y la libertad total con respecto al canon con las que canta hoy por malagueñas: cosas que pasan, lo que para algunos es una merma para mí es un plus. Más Málaga por rondeñas y jaberas con un sonido pésimo.

Por tientos una melodía propia sobre el poema ‘El sueño va sobre el tiempo’ del drama lorquiano ‘Así que pasen cinco años’ ya incluido anteriormente en discos de estudio. La segunda entrega en estudio del disco, de ayer mismo, es una descarga familiar por bulerías, con bailes y jaleos. Morente de hoy, menos pletórico de voz, más lleno de emoción.

Él hizo del disco de estudio flamenco un artefacto artístico, una bomba de relojería retardada para el corazón y sus regiones, con la técnica sonora como aliada, y ahora se descuelga con una serie de grabaciones en vivo. Tengo que repetir que estas grabaciones pertenecen a un Morente de ida, pleno de voz y con todo el deseo de seducción intacto. Tengo que repetir que prefiero al Morente de vuelta de hoy, que no canta “para que se le escuche, ni porque su voz sea buena”, sino tan sólo por una necesidad fisiológica de expresarse, esto es, “para que se le vayan un poco las penas”.