por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







lunes, 30 de mayo de 2011

Cantando bajo la lluvia

Morente, BSO
Producido por Enrique Morente y José Manuel Gamboa


La banda sonora de 'Morente', el filme de Ruiz Barrachina, es el boceto de lo que podría haber sido el último disco del perfeccionista irredento que fue el cantaor

No podemos considerarlo el último disco de Enrique Morente. En todo caso, la banda sonora de la película sobre el cantaor firmada por Ruiz Barrachina. O, teniendo en cuenta lo que hizo con 'Morente sueña la Alhambra', la anterior experiencia cinematográfica del cantaor, ni siquiera eso: el disco 'Morente sueña la Alhambra' tiene conexiones más que evidentes con la música de la película, pero es algo muy distinto. Morente tenía plena conciencia del disco como artefacto artístico, y por eso hizo de 'Morente sueña la Alhambra' una obra aparte, y superior, a la película. En este caso no ha tenido la oportunidad de hacerla y así, 'Morente, BSO' es, casi, casi, la 'música incidental' del filme homónimo.
 
Esta edición tiene un error de bulto: ninguno de los responsables de la misma, productores, editores, correctores, ha caído en la cuenta de que faltan los nombres de los músicos en los créditos. ¿A que parece increíble que en 70 páginas de libreto a doble tamaño del habitual a nadie se le haya ocurrido decir quién toca la guitarra, las percusiones, la batería? En los créditos de la cuarta página se consignan los nombres de los fotógrafos, del autor del grafismo, de los autores del libreto... Al parecer, a los editores les interesa más señalar que Luis García Montero y Miguel Ríos han escrito unas líneas en homenaje a Morente, por cierto deliciosas las del viejo rockero, que los músicos que intervienen en el disco. Así es imposible que nos creamos aquello de "compre copias originales en beneficio de los músicos". El cantaor, como señala Gerardo Núñez en el libreto, trabajó por hacer peña, por hacer clan, por unir a la familia flamenca, como atestigua fehacientemente la película de Ruiz Barrachina. Todo lo contrario de la errata que estamos señalando y en la que me he extendido por considerar que está en la antípoda del espíritu Morente. Que evidencia, no obstante, en dónde se sitúan los intereses de las empresas de comunicación, escrita o audiovisual: en el celebritismo por encima de la artesanía, en la importancia del nombre frente al trabajo bien hecho. Y así les va. Porque en esto el interés del público está en otro lado, que seguirá escuchando gratuitamente, pese a la ley Sinde, en la red, en tanto no se le ofrezcan contenidos de calidad a cambio de su bien ganado dinero.
Cantando 'El ángel caído'

El disco tiene la calidad de sonido de una grabación en directo, y la calidez, humana, de ello mismo. No presenta grandes novedades puesto que se trata del repertorio último de Morente, tomado en gran medida de 'Pablo de Málaga'. Pero, claro, cualquier repertorio, cualquier recital de Morente era algo nuevo, ya que el cantaor reinterpretaba cada uno de sus temas, de sus cantes, de sus silencios. Nacían cada noche, cada noche eran algo nuevo. Esta circunstancia, el tratarse de un registro hecho en directo, condiciona también un repertorio básicamente festero, construido en torno al impulso rítmico propio de la noche y la fiesta: bulerías, tangos, alegrías; guitarras frenéticas, con escasos matices; percusiones con gigantismo. En el aspecto vocal este disco es un gran desmentido hacia los que decían que los discos de Morente eran un producto de laboratorio. Lo eran, sin duda, pero no en lo que se refiere a la capacidad vocal del cantaor, que aquí matiza y vocaliza como siempre. De hecho una de las gracias de los discos de Morente es que siempre incluían algún cante grabado en vivo. Óigase, si no, esa portentosa malagueña de Chacón bajo la lluvia.

Dos son las novedades que ofrece esta obra. Una de ella es la dicción perfecta y 'naïf' de Soleá Morente en 'Palabras para Julia'; la calidez del deseo y el aliento frío del mármol en la misma expresión. Y qué dulce filigrana de guitarra. La otra es la profunda melancolía de 'El ángel caído' que pone la voz del cantaor, superando por la vía directa la veta críptica de Antonio Vega, compositor de la pieza. Es el germen de un nuevo proyecto, entre los muchos que habitaban en el cajón de ideas morentinas, un disco monográfico con temas de Antonio Vega.

martes, 24 de mayo de 2011

La guitarra en la encrucijada

El tocaor Antonio Rey presenta su segundo disco con las colaboraciones de Farruquito, Arcángel y Estrella Morente

'Colores del fuego' Antonio Rey. Con Estrella Morente, Arcángel y Farruquito. Producido por A. R. Emi

El segundo disco de Antonio Rey, en el que da el salto, como se decía antes, a una multinacional del disco, revela las claves de la guitarra contemporánea: velocidad en el mástil, técnica desbordante, influencia de la danza y serena producción en el estudio de grabación, como es habitual en la música instrumental de hoy, de inspiración jazzística. Se abre con unos tangos relajados, de serena inspiración, como ocurre en la mayor parte del flamenco grabado contemporáneo que, en gran medida, no dará a las generaciones futuras la verdadera medida del flamenco actual. No obstante, las líneas melódicas que dibuja Rey en estos tangos son pulcras y desnudas, de un enorme aliento melódico, lírico, efecto al que contribuye la mandola de Josemi Carmona y el uso de la zona aguda del diapasón en algunas de las variaciones. Con los pies del Farru.

Las primeras bulerías de Colores del fuego cuentan con el baile de Farruquito, sobre una misma línea de falsetas desnudas, pulcras, y relajadas. Guitarra y palmas. Más tierra por mayor uso del pulgar y los graves que se alternan con momentos de intimidad, cercanos a la canción melódica popular, con un estribillo arpegiado final delicioso. La otra entrega buleaera incluye la voz de Arcángel, una nueva descarga energética donde el referente de Paco de Lucía se hace aún más patente en los temas, tanto en su concepción como en los arreglos, y también en las variaciones. La influencia jazz se nota especialmente en las rumbas, sobre todo en el tema principal de la primera Río de miel, cantable y articulado en torno a unas pocas notas, el arreglo, así como en la sección rítmica de bajo (Alaín Pérez) y batería (Antonio Coronel); por no hablar del tumbao de los teclados. Una descarga de optimismo en tonos mayores con la voz de Julia Manzano diciendo una letra de Farruquito.




En la nana también son los tonos mayores, el optimismo, lo dominante. A través de un discurso sencillo, como corresponde a la inspiración infantil de la pieza. Dejándose estar en cada una de las notas, sin prisas, y en la forma de una melodía directa y sentimental. A ritmo de fandangos entra la voz de Estrella Morente para llevarnos al séptimo cielo de la infancia. Una pieza llena de colorido y serenidad, en la que el tiempo y el vértigo de la guitarra flamenca contemporánea de repente se detienen en el mundo de la infancia sin miedo a sentirse cursi. Potencia esta sentimentalidad los coros emocionados de Pedro Heredia. Las falsetas están apenas insinuadas, lánguidamente apoyadas sobre la melodía principal, como era menester, puesto que ésta es un verdadero hallazgo, pletórico de color, tanto en la guitarra como en la voz de Estrella Morente.

Con Vicente Amigo nos ofrece Rey un dúo de guitarras a ritmo de fandangos que no son sino dos apuntes melódicos, dos formas de la guitarra contemporánea, la lírica, íntima, etérea, de Vicente Amigo, y la más nerviosa y juvenil de Rey.

Las alegrías son bailables, cortitas y plenas de energía. La soleá también presenta un fuerte acento rítmico, casi metronímico, con baile, palmas y cajón. Es decir, muy bailable, con lo que el estilo pierde parte de la solemnidad y efectividad melódica que también forma parte de su esencia. Por algo se llama soleá. El disco se cierra con una balada sentimental que, al menos, ofrece veracidad.

domingo, 22 de mayo de 2011

Seguir leyendo a Mairena

'Antonio Mairena, la forja de un clásico del cante flamenco'
José Cenizo
Córdoba, Almuzara, 286 pp.


José Cenizo firma un ensayo sobre el cantaor en el que abunda en la imagen que Mairena hizo de sí mismo. Esta obra es un acercamiento a la figura de Antonio Mairena que combina lo biográfico con la interpretación de lo que su obra y su vida significó, y sigue significando. En el primer aspecto el libro sigue fielmente las memorias del cantaor, publicadas en 1976. No aporta en este sentido novedad alguna, sino que asume de forma acrítica el texto mairenista, un texto que verdaderamente pide a gritos una revisión crítica. Quizá no era el momento ni las circunstancias, pero hemos perdido la oportunidad de tener una biografía fruto de la pluma de un investigador tan entregado a la causa mairenista como riguroso en sus técnicas.
 
En el segundo aspecto, José Cenizo se posiciona claramente desde la introducción de este libro: Mairena es el cantaor "más grande e influyente, junto con Camarón de la Isla, de la segunda mitad del siglo XX". La figura de Mairena resulta hoy tan fundamental e incuestionable en su faceta de intérprete, creador y recreador del legado, como controvertida en sus aspectos literario-ensayísticos. Estas controversias son apuntadas en un par de ocasiones, aunque de una manera notarial, testimonial: por ejemplo, Cenizo saca poco jugo de acontecimientos como la concesión a Antonio Mairena de la Llave de Oro del Cante, un hecho fundamental en la consideración pública del cantaor y también del propio galardón, prácticamente muerto en aquel momento. Sin duda, Mairena ha sido el más prestigioso de los cantaores en obtener el citado galardón, aunque resulta muy interesante, para conocer de primera mano como era el mundo del flamenco en 1962, leer las notas que Anselmo González Climent, miembro del jurado, llevó a cabo en la fase de deliberación, publicadas en 1990 por la revista Candil de Jaén.


Otros aspectos de este libro sí resultan abiertamente controvertidos: por ejemplo la clasificación que hace entre críticos "muy devotos de Antonio Mairena" y otros que critican esta "obediencia ciega" (pp. 198-199). Significa abundar claramente en un cisma que obedece a claros criterios propagandistas del que muchos han hecho y siguen haciendo negocio, sobre todo en los ámbitos de ciertos festivales y peñas, descalificando a los que alguna vez pusimos un pero a la obra ensayística (jamás a su enorme talla como cantaor) de Antonio Mairena que, como todo ser humano, tenía sus grandezas y sus pequeñas miserias, situándonos en el campo de los antigitanos. Por supuesto que, conociendo a José Cenizo, este favor al pensamiento totalitario de polaridades irreconciliables ha sido involuntario. Pero ya se sabe que el infierno está lleno de buenas intenciones. Particularmente, y puesto que Cenizo me cita, digo que me considero más mairenero que el que más y reto a cualquiera, incluido el propio Cenizo, a un debate de ortodoxia cantaora mairenista.





La obra de Mairena es hija de su tiempo, tanto al nivel musical como al ensayístico. Si la primera brilla como uno de los grandes monumentos artísticos del siglo XX, la segunda, sin duda necesaria en su tiempo, aunque sectaria, porque nació en buena parte del resentimiento, debe ser tomada hoy de manera crítica, por lo que resta. No quiere ello decir que no debamos seguir leyendo a Mairena, claro. Como he dicho muchas veces, hay que salvar la figura del enorme cantaor que fue Antonio Mairena de los mairenistas.

viernes, 20 de mayo de 2011

Cuanto afán, cuanto escarmiento

Cía. Xagua. Idea original, dirección, coordinación, coreografía, baile y performer: Noemí Martínez Chico. Guitarra: Tino Van der Sman. Cante: Rosa Ángeles Clavijo, Vicente Gelo. Vídeo-jockey y espacio sonoro: Guillermo Marrufo. Codirección: Manuel Cañadas. Dramaturgia: David Montero. Coreografía guajira: Alicia Márquez. Lugar Teatro del Duque de Sevilla. Fecha: 13, 14, 15, 20, 21, 22, 27, 28, 29 de mayo.



El humor, la risa, es el elemento dominante en la pieza. Una risa intelectual, distanciada, aunque en ocasiones se sitúa sin complejos en la comedia física: la mujer fatal de la malagueña del Canario podría haberla firmado Buster Keaton o Charlie Chaplin. Noemí Martínez Chico se ríe de algunos de los tópicos del flamenco desde la visión y la experiencia performática, de la danza-teatro y de otras fórmulas personales. Claro que primero se ríe de Noemí Martínez Chico, de su constante y a veces infructuosa lucha en busca del duende, que es una metáfora y que es una palabra, una palabra que defina una obra que no es un espectáculo de baile, pero tiene baile, ni de cante, pero tiene cante, ni de toque, pero tiene toque, ni de danza-teatro, pero... una palabra en la que ser, en la que signifircase, en la que posicionarse en el mundo. Por el camino se ríe de la mujer fatal flamenca, de los jaleadores especulativos de los tablaos, de la obsesión por el compás, de la búsqueda infructuosa de la emoción, la complicidad de los intérpretes, la competencia ... Mucho afán: baile, fútbol, lucha, remates, bulerías, guajiras, tangos. Mucha lucha: llamadas nocturnas a echadores de cartas televisivos, el gol de Iniesta a Holanda, la adicción a los tragaperras jondos, la desnudez, la Policía. Mucho afán. Y a lo mejor la clave está en los primeros minutos del espectáculo, en donde la sola presencia de la intérprete basta para comunicar una emoción profunda, jonda, que desemboca en la seguiriya de los grillos de Camarón.





También en algunos pasajes de la música de Van der Sman. Digo que puede estar una clave porque ahí está la verdad del ser humano que ha edificado La Guasa, la lucha con todo y la frustración que en ocasiones acarrea esta lucha cuando los resultados no se adecúan a las expectativas, aunque no supiéramos exactamente cuáles eran nuestras expectativas. Las mías eran reírme, y lo hice a mandíbula batiente. Pero me conmovió esta naturalidad para desnudarse de la intérprete sin ningún recurso intelectual. Eso es lo que yo saco de esta pieza, lo más jondo que he encontrado en la misma: las expectativas frustradas que la vida nos ofrece a cambio de tantos afanes, tanta lucha. Esto es lo mejor que nos puede ofrecer la vida, y lo mejor que nos puede ofrecer esta obra, aunque las expectativas fueran otras: las de la pura risa en mi caso.
El autor de las imágenes del espectáculo es José Palomo.

jueves, 19 de mayo de 2011

Esplendor en la hierba

Ciclo 'Miercolé'. Baile: Leo Leal. Guitarra: Paco Iglesias. Cante: Jeromo Segura. Percusión: Raúl Botella. Lugar: Teatro del Duque de Sevilla. Fecha: Miercoles, 18 de mayo. Aforo: Lleno.

Es una visión deliciosa: Natalie Wood por tangos, recién salida del palpitante tecnicolor de los cincuenta. Pese al negro de su falta tableada con el forro amarillo de lunares negros y los zapatos amarillos. A lo mejor gustándose en los marcajes. Gustándose en el gesto mínimo, quizá en el remate más sencillo, más seguro, más sereno. Leal gana con la serenidad, y ha ganado tanta serenidad como para bailar mejor que nunca. Sin lo sombrío del taranto, acentuado por la luz de la sala, no vendría la franca sonrisa de las alegrías. Le preocupa lo que a nosotros no nos preocupa: el frenesí técnico, la velocidad. Ahí se aprieta y ahí se aleja. Pero es en la sencillez, en el dejarse ser, como nos llega al corazón. Nunca la va a abandonar, lo sabe, su capacidad de seducción. Pese al luto que caracterizó el vestuario toda la noche. Leo Leal sigue jugando (supongo que no de manera inocente) a subvertir las convenciones de género de este género de arte: funciona a plenitud en las alegrías con pantalones, gracias ante todo a su gracia, pero también al cinturón de fantasía, por seguir con el tema del vestuario. Gracias a su cadera, a sus muñecas, a sus dedos acariciando su melena corta: a todo lo que recuerda la redondez de la tierra. Naufraga irremisiblemente en la farruca, pese a que doble negación a veces es afirmación. No en este caso, en que lo masculino, el baile, y lo femenino, la bata de cola, se anulan. Me haría más feliz si abrazara sin lucha el círculo: lo redondo, la tierra, la madre, el cabello suelto; pero Leal no baila para hacerme feliz sino, supongo, para serlo ella. Y ella es feliz, a lo que parece, con estos juegos de intelecto, con este travestismo tipo La Cuenca o Carmen Amaya, por limitarnos al género de arte que nos ocupa. Claro que La Cuenca y Carmen Amaya no tenían lo que Leo Leal tiene. Me refiero, claro, a la curva de sus caderas. Por eso sigo en los tangos y no quiero que acaben nunca. Sigo preso de las alegrías, de la alada quietud de la falseta por taranto asiendo su falda-mantón verde más allá de las rodillas: esplendor en la hierba. Y mientras me digo, una vez más, que sí, que no quiero que acabe nunca, ya ha acabado.
 
 

miércoles, 18 de mayo de 2011

El territorio del corazón

Baile: La Farruca, El Carpeta. Guitarra: Juan Requena. Cante: Pedro el Granaíno, José Valencia, Fabiola y un cantaor más (no acreditados). Palmas: Dos palmeros (no acreditados). Piano: Pablo Rubén Maldonado. Lugar: Teatro Central de Sevilla. Fecha: Martes, 17 de febrero. Aforo: Lleno


El espectáculo apela a los valores más básicos, que no únicos, por supuesto, de este arte. El flamenco, desde sus inicios, apela a las emociones básicas, pero siempre ha sabido ser sofisticado. No es el caso de esta obra, eminentemente física, rítmica. La frenética sucesión del compás de amalgama: alegrías, soleares, seguiriyas, a las que sumar el taranto. A un arte tradicional, sobre el que nuestros mayores edificaron un monumento, que es el de saber escuchar: escuchar el cante, la guitarra, responder a sus estímulos. La danza es comunicación. La Farruca, como todos los miembros de esta prodigiosa familia, es una artista de inspiración, con el riesgo que ello supone: la apuesta por momento presente, por lo que surge sobre la escena. Limitando el aspecto conceptual, en este caso más emotivo que otra cosa: el recuerdo de artistas que han marcado a la bailaora como Lola Flores, Matilde Coral o el propio padre de la Farruca. El espectáculo se sustenta en una nada, en un todo: la pura entrega. Se le veía a la bailaora agotada al final de la soleá, que fue sin duda el baile de más emoción de la noche, aquel que consiguió conmoverme en un par de ocasiones. Era la prueba patente de que todo había funcionado como esperábamos, pese a las deficiencias en la puesta en escena, en el sonido. En este territorio del corazón no vale la máscara de la técnica ni otros pretextos para ocultarse. El Carpeta, a su corta edad, mostró una danza tan enraizada y fecunda como suele ser habitual en esta saga.


Juan Requena tejió una sólida base sobre la que construir este edificio fugaz, hecha de oficio, sobre todo, austera y efectiva. Valencia se entregó como siempre y Pedro el Granaíno más aún, ya que cantó con la presencia de la muerte pesándole en la garganta.

sábado, 14 de mayo de 2011

Hacia la nada

Ciclo 'Jueves Flamencos'. Baile, dirección y coreografía: Fernando Romero. Baile: Elena Algado, Miguel Ángel Corbacho. Cante: Miguel Ortega. Guitarra: Enrique Bermúdez, Diego Losada. Música: Cañizares, Diego Losada, Enrique Bermúdez, Juan José Amador, Ramón Montoya (no acreditado). Lugar: Sala Joaquín Turina de Cajasol. Fecha: Jueves 12 de mayo. Aforo: Media entrada.
Fernando Romero
Dúo 1.

Romero, Corbacho y Algada
Hacer verosímil una rumba desbocada, y descocada, de los años 60 encadenando cuatro o cinco vueltas perfectas es, acaso, el mérito mayor de esta obra. Fernando Romero tiene un gamberro dentro, sólo que el público no lo sabe. Y cuando este yo juguetón sale a la superficie es cuando logra llegar al público. El aire de improvisación, de falso ensayo, le sentó bien a la propuesta. Salvo en las zonas dramáticas, en los breves conatos de actuación entre pieza y pieza, en que la verosimilitud se desmoronó. Tenía todo de falso y muy poco de ensayo.

La gran asignatura es darle la cara al público. Llevar esa complicidad del grupo al conjunto, al momento, al patio de butacas. Por lo demás fue un auténtico tour de force físico, con 60 minutos de baile ininterrumpido de un enorme nivel técnico. Equivocarse es la clave. Porque la perfección hastía. Son tres bailarines superdotados que decidieron poner todos sus recursos al servicio del momento. Solos, dúos, tríos. Pero Romero también quiso bailar el silencio y también bailó el vacío: con su música interior y, en unos breves apuntes de la pieza que abrió el espectáculo, más allá de ella. Hacia la nada. Es lo más valioso, para mi gusto, que ofreció.

Luego se rió de su máscara, de su hieratismo, y quiso mostrar al público que no es una estatua griega, perfecta, sólida, mineral y sin vida. Tan sólo falta que dé media vuelta y le dé la cara al público. Eso es lo más difícil del mundo. Es un ejercicio de humildad casi imposible para un artista. Es una renuncia de la técnica como máscara. Es el reconocimiento de la máscara. No llegó a ocurrir el jueves, aunque percibí un avance en este camino desde la última comparecencia de Romero en Sevilla. El humor es una buena clave para lograr más avances. Incluso la sensualidad, en el caso de Corbacho y Algada. Una sensualidad que sea más física que atlética porque el cuerpo también puede ser, y a menudo lo es, una máscara. Pero la curva de las caderas y, sobre todo, el convulsivo movimiento pélvico del final de la rumba, dan grandes esperanzas.
 Fotos de Remedios Málvarez.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Abrir la tapadera de lo real

Del primer paso. Baile, coreografía y dirección: Rosario Toledo. Cante: David Palomar. Guitarra: Daniel Méndez. Lugar: Teatro Central. Fecha: Martes, 10 de mayo. Aforo: Dos tercios de entrada

Improvisar, en arte, no consiste en dejar las cosas a medio hacer para acabarlas sobre la marcha. Por contra, es necesario afianzarse en una estructura muy sólida, asimilarla como algo innato, para así poder olvidarse de ella y dejar espacio para el momento, para la emoción o la sensación que surge en el escenario. Lo que lastra irreversiblemente esta propuesta es la ausencia de estructura. Ninguna obra de arte puede funcionar sin una sólida construcción y armazón entre sus partes. Sólo hay una excepción, que no lo es: cuando el creador es consciente de ello y quiere construir sobre la ausencia de armazón. Ello requiere un trabajo de poda aún mayor porque la falta de estructura es la más sólida armazón que debe tener una obra, si no quiere caerse. Es la famosa obra abierta. No es el caso de esta propuesta que se inicia prometedora con una miscelánea autobiográfica con apuntes de danza clásica y bolero, historia que salta en pedazos cuando a partir del minuto 30 se suceden tres bailes largos, más un interludio de cante por malagueñas. La puesta en escena termina de despeñarse cuando el cantaor presenta el cante, al guitarrista, y saluda. Hubo, no obstante, momentos brillantes, sobre todo cuando Toledo, que es una bailaora superdotada, escuchó la guitarra de Daniel Méndez, en la primera parte de la obra: Méndez tiene esa capacidad de abrir la tapadera de lo real y Toledo estuvo aquí franca, entregada.
 



Rosario Toledo por Juan Carlos Muñoz

domingo, 8 de mayo de 2011

Honores a Manzanita


Con piel de Manzana. Homenaje a Manzanita. 
Varios intérpretes. Producido por José Ortega. Ojo Música









Producido y liderado por José Ortega, hijo del mítico cantaor y guitarrista de Caño Roto, se presenta este homenaje discográfico con algunos de sus grandes éxitos.

Fue uno de los más grandes, en el flamenco y en el pop melódico de raíz, que en sus manos y su voz convergieron hasta hacerse la misma cosa. Siempre ejerció de guitarrista, en todas las etapas de su carrera artística. Desde sus inicios, en los 60, en el tablao Los Canasteros, pasando por etapas fundamentales de las obras respectivas de Enrique Morente, Gato Pérez o el primer Duquende. Además, en sus discos siempre incluía una o dos piezas instrumentales en las que daba rienda suelta a su facultad como creador de brillantes melodías para la guitarra a ritmo de bulerías o tangos. Pero al gran público llegó como cantante de rumbas pegadizas, que es la faceta artística en la que se centra este homenaje que se inicia con una nueva versión de Verde. Se trata de un tipo de rumba lenta de gran aliento lírico, tanto en el contenido literario como en la melodía, con influencia de los cantantes melódicos italianos y en portugués que tan populares fueron en nuestro país en los 70. Los discos de Manzanita (1956-2004) brillaron siempre por la austeridad de su producción, aunque fuera utilizando una orquesta sinfónica: jamás abusó el de Caño Roto de los arreglos. No es el caso de este disco. El productor del mismo, José Ortega, hijo de Manzanita, ha pensado que eso es lo que puede aportar a unas composiciones que ya son clásicos de la música popular española. La idea, supongo, sería actualizar el sonido Manzanita. El problema es que el sonido de este disco es bastante más rancio que el de los originales de Manzanita. En la producción musical, hace muchos años que dejó de interesar la sobreproducción entendida como suma. Hoy la producción es lima, pulido de los elementos superficiales. Porque no estamos para fuegos de artificio, con la que está cayendo. Por supuesto que brilla la calidad compositiva de Manzanita y asumimos que el color impresionante de su voz, la emoción de la interpretación, era uno de sus grandes valores. Así lo vemos en canciones tan directas como 'Dentro de tu alma' o 'Por tu ausencia', con una Rosana íntima, próxima, como es ella como cantante, en el coro poderoso de 'Libérate', la dulzura salvaje de Montse Cortés en 'Tu boca de caramelo', otro estribillo impagable, el torrente vocal de Guadiana y la guitarra de Juan Requena en 'El rey de tus sueños'. También en esa explosión de vitalidad que es 'Para que vuelvas' con La Mari de Chambao, de subyugante coro. Creo que este último tema es lo mejor del disco y no sólo por la calidad de la composición, también porque la voz de La Mari, sin ser gran cosa como saben en lo que se refiere a técnica y potencia, pero con un aire tan personal que ha marcado el flamenco pop contemporáneo, y los arreglos de Toni Romero, le dan un aire de flamenco actual bastante interesante, que confiere, esta vez sí, nueva vida a una pieza que está en nuestra memoria sentimental.





Parrita lleva a cabo el dueto 'Paloma Blanca': nos encontramos ante un clásico vivo de los autos de choque de nuestra adolescencia. José Ortega sigue la línea cantaora de su padre teniendo en cuanta, claro, que el brillo tímbrico de Manzanita sigue siendo único, lo será por siempre. Manzanita era tierra, agua y también fuego.


Lo que me sorprende enormemente es que en ningún lugar, ni en los interiores, ni en la contraportada, ni en el libreto, aparece mención alguna de los autores de las canciones, como si estas surgieran de la nada. La mayoría de los temas los compuso Manzanita pero hay algunos otros autores de los que no se hace mención, como ocurre, por ejemplo, con Cecilia. Lo que, acaso, es indicativo del espíritu que domina este disco, donde los arreglos y la producción final parecen tener más peso que la calidad propia de unos originales bellísimos. Como ocurre con la mayoría de las grabaciones actuales, que parecen más fruto de técnicos y productores que de artistas. El ejemplo máximo en este sentido es el popular 'Ramito de violetas' que se nos presenta deslucido de todo color y aroma, pese a contar con la voz original del propio Manzanita, que canta a dúo con su hijo, como en 'Verde'.

viernes, 6 de mayo de 2011

Postales de feria (III): Voy a serle fiel a mi corazón

Mi amiga F. de la que hablaba antier, es una mujer de verdad, que sabe de qué va la vida. Nada que ver con las niñatas estas que yo me encuentro por las noches y que se llevan a mi pájaro detrás. Esas niñas que, a veces, me dan calabazas, y otras duermen conmigo. Esas niñas a las que, a veces, juro amor eterno y otras me caso con ellas. Si se me cayera el pelo o tuviera arrugas en la frente quizá no atraería a este tipo de muchachas.


Le pido a David que espere un momento, que en seguida vuelvo. Salgo del portal y me voy en busca del tugurio en el que dejé a mis amigos. Habíamos quedado en irnos pero llevo un rato mirando a la puerta del local y no salen. Estoy buscando a una muchacha morena. La puerta del local, se abre a una escalera descendente completamente sumergida en la oscuridad. También el portalón de al lado, que pertenece al mismo antro y que también está abierto, se abre a lo negro. La música suena, lenta, suave, poderosa, y sé que mis amigos están abajo, haciendo el amor a compás. Siento envidia. Pienso, “podría estar con ellos, haciendo el amor, si me hubiese trabajado a la morena”. En verdad la morena me gusta. Pienso que podía estar ahora haciendo el amor en la oscuridad con una muchacha morena. Pienso que no entiendo a las mujeres pero que en la oscuridad todos los gatos, también los negros, son pardos. Que cuando hablan los cuerpos se callan los miedos, aunque sé que no es cierto. Llevamos el miedo en la frente, en la garganta, y también en el sexo. Y el valor, naturalmente.

David y la muchacha se levantan cuando me ven regresar. La muchacha se había despedido ya de mí, pero me han esperado los dos. Ahora tiene el pelo rubio recogido y se abraza a él. Se van a montar en la moto. He cogido el primer vidrio que he encontrado en una mesita baja. El mío estaba pegado con una grapa mientras que éste que tengo ahora en mi mano es totalmente liso. No obstante, vacío su contenido en mi gaznate. El vino denso está caliente.

David me enseña una rueda de acordes con su pequeña guitarra eléctrica, roja. Me enseña para qué tipo de distorsión sirve cada uno de los botones. Me dice que me ha visto alguna vez con una guitarra como esa.

 -  No, yo no tengo una guitarra así.

Le voy a decir que mi guitarra es española cuando un tipo al que no miro nos interrumpe. Como yo me interrumpo en mi gesto de no mirarlo. Como me interrumpo ante la ojitos. Como me interrumpo ante la morena. Como me interrumpo ante ti. Interrumpirme me salvó la vida en otro tiempo, y ahora es un hábito. Un vicio. David le pide al tipo que haga una llamada y da tres golpes contra el suelo. David le dice que no va así.

Sí, puede hacerse también la llamada de esa manera.


Voy a decir para justificarme que me enseñaron a hacerlo unos viejos de Jerez, pero David admite de buen grado mi comentario y le da validez ante su alumno. Entonces viene un aire y me lleva.


-¿Dónde están tus amigos?
- No los encuentro, deben de haberse marchado a casa- Lo cierto es que están todos haciendo el amor en la oscuridad.




Es la primera vez que estas crónicas afectan a mi vida social. Así que voy a tener que plantearme el dejarlas. Por ejemplo: varias personas se sorprendieron ayer de verme en el Real sólo porque antier dije que no volvería más a la feria. Qué tontería. Me sorprende que alguien dé crédito a los embustes que digo aquí. Eso sí, para mí, todos son absolutamente verídicos. Tampoco conseguí, al final de la noche, que mujer alguna bailara conmigo por tangos. No las culpo, después de lo que dejé dicho aquí. Y lo asumo de buen grado porque héroe es en puridad el que acepta su destino a sabiendas. Todavía hay una puerta cerrada en mi corazón. Todavía no es el tiempo de abrirla.

Eso sí, por sevillanas me volví a dar un estupendo atracón: la sorpresa de la noche fue para mí Manuela, que decía no acordase de los pasos de las sevillanas. Manuela es una de las personas que más quiero en el mundo porque es la mitad de uno de los cuatro hombres que más quiero en el mundo. Soy muy afortunado de haberlos encontrado. Por suerte, tenía anoche a dos conmigo. Me sentía seguro, en casa, después de mucho tiempo. Manuela baila mejor que las bailaoras profesionales con las que estuve esa misma noche, con perdón. Es una mujer hecha y derecha, claro. Sobre todo por cómo se arrojaba sobre mis brazos en los cierres de cada copla. Qué difícil encontrar una mujer que se arroje así, con esa entrega absoluta, en los brazos de un hombre. De éste hombre.

También volví a bailar, casi fugazmente, con la que ya se está convirtiendo en mi india favorita. La vi bien, tranquila, al lado de su hombre, entregado. Le di un abrazo al hombre, aunque apenas hemos cruzado dos palabras. Para mí, con todo, es un hermano.

Tienes el pelo largo, muy largo. Eso significa que hace mucho tiempo que dejaste de visitar mi cama. Nunca había tenido una amante rubia. Hay un muro entre nosotros. Nosotros, sí, que en tiempos ocupamos el mismo espacio físico. Te veo envejecida y vital. Veo cómo te diviertes, cómo cantas, cómo te ríes, y me gusta. Hay un muro entre tú y yo. Claro que sentí deseos de darte un largo abrazo. Claro que te sentí allí cerca, a menos de un metro, bailando con otro y yo con otra, y sabiendo que un tiempo fuiste mía. Que de entre todas las mujeres que había a mi alrededor, fuiste mía. Pero no voy a derribar este muro. Ese tren ya partió. Tampoco tú quieres que yo lo haga: ¿de qué te serviría un pelele, un hombre sin dignidad? No por tener la razón: te la doy toda. Pero de mi dignidad ya no puedo dar un gramo, porque la perdí muchas veces confundiendo esa debilidad con amor. Ahora no puedo tocarte cuando esa misma mañana me estuve tocando pensando en ti. Eras, hubieses sido, una amante prodigiosa. Fuiste una amante prodigiosa.  

- Me había apostado conmigo mismo que besabas bien.

Tu boca de leche, de crema. Fina y poderosa. Nadie te conocería en mi cama cuando dejas la falsa modestia a los pies del lecho y te haces grande. Cuando la tensión de tu boca, la rabia contenida de tantos años hacia la vida, desaparece. Y tus labios entonces se hacen grandes, hermosos, redondos, serenos, dibujan un círculo perfecto y rodean con una caricia encarnada y cremosa mi boca, mi pecho, mi sexo. Tu boca dulce, lenta, entregada, se demora en una ínfima porción de mi piel. Tienes mucho que dar, y eres una gran mujer, no puedo decir otra cosa. Siento que nuestros caminos se separaran porque yo también tenía ilusiones. Todavía muchas noches, en este relato mismamente, hago juegos de palabras con tu nombre, que me encanta. Si me encanta tu nombre es porque tú me encantas, claro. Quise construir, por vez primera, una relación adulta con una mujer. No es que no entienda a tu niña herida, a la que adoro, como no podía ser menos. Pero no puedo permitirle, ahora no, que rija nuestras vidas. Mi vida. No te abandones, porque no estás sola. La vida ha sido generosa contigo, te ha dado belleza y alegría, y una red familiar densa. Hoy me volveré a tocar recordando lo guapa que estabas ayer. Me aguarda aún una temporada de soledad, de rendir cultos a Onan. Voy a serle fiel a mi corazón.

Todo pasó, este tren ya se fue. Te descubro en la noche y mi corazón permanece tranquilo, sereno, en la porción de albero que la vida me ha entregado hoy. Los borrachos pasan a mi lado y me dicen algo que no entiendo. Nos damos de bruces más tarde, cuando hago una maniobra para bailar con M., en el estrecho espacio de la caseta. “Me alegro de verte”, es lo que dices. Cuando me voy sin despedirme de los puestos de buñuelos te busco con la mirada, me pregunto si no es que venías con C. detrás de mí. Me doy cuenta de que todavía no hay ningún hombre a tu lado. Ojalá lo encuentres, te lo deseo de corazón. Todavía quiero verte, abrazarte. Pero hay un muro que se interpone entre tú y yo y que no me ha permitido darte un abrazo, como era mi deseo. Tan sólo un abrazo. Pero yo no puedo saltar este muro, y lo sé, y lo sabes. Y así, se nos va pasando la vida, construyendo muros y abriendo puertas.

Cuando se fueron mis amigos, mis amigos más queridos, me sentí un poco huérfano, aunque estaba con tres mujeres muy hermosas. Dos de ellas niñas, muy niñas. Y una mujer hecha y derecha. Sólo tiene un defecto, que tiene novio. Hay noches en que compite con la luna en belleza. Está alcanzando la serenidad. También me encontré con la de los ojitos del día de antes, y la dejé correr, pese a todo, aunque no dejó de acosarme con su mirada. Nos vamos construyendo muros. Con nuestras deslealtades, con nuestros miedos. Pero yo he prometido serle fiel a mi corazón. No me quejo de que no bailaran tangos conmigo porque héroe es en puridad el que acepta a sabiendas su destino y sé que todavía hay una puerta cerrada en el muro de mi corazón. He prometido serle fiel a mi corazón.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Postales de feria (II): la peor patá de la historia

La gente imagina cosas, yo no soy responsable.
No voy más a la feria. Ni este año ni el que viene.
Ha sido, en verdad, la peor patá de la historia.

Voy con un niño pequeño de la mano. Y cuando ve a otro, a otra, se siente instintivamente solidario y despierta mis deseos de cuidarlo. De cuidarla. Pero el niño está en un lugar seguro: “tengo en el pecho una jaula, en la jaula dentro un pájaro, el pájaro lleva dentro del pecho un niño cantando, en una jaula, lo que yo canto”: Vicent-A. Prada.

He estado cinco minutos en la confitería, mirando los pasteles. No sabía cual elegir. No sé cuál elegir. Te habrás dado cuenta de algo: desde hace cosa de un mes no tengo paladar. Al principio la dieta fue muy buena, deliciosa. Pero ya estoy harto de la abstinencia. Tan sólo mi amiga F, que además es una de las mujeres de mi vida, me ofreció de madrugada un delicioso postre de despedida. Todavía me mueve, ¡cómo me mueve! Lástima que esté tan lejos: a la vuelta de la esquina. Tú haces un dobladillo con el planeta, y allí está ella. La vida no me sabe a nada. Y, de repente, tengo una explosión emocional brutal, como aquello de la columna vertebral que te contaba ayer.

Fue la que me ofreció una solución, tan amable y benigna como todas las suyas, a mi problema. Mi problema fundamental: “eres un ayudador. Eliges a la persona que quieres salvar”. A los ayudadores no hay quien los aguante, aunque a mí no me va mal el serlo. Mi maestro Jorgito Llano me lo dijo así, y él, que ha salvado de la muerte a tanta gente como la que ha acompañado en ese trance final, no se equivoca nunca. Así que ofrecí mi ayuda, porque me la pidió, a la linda india americana S. Aunque ella es más valiente que Jerónimo y Cochise juntos. “Déjale espacio a tu hombre. Déjale que te cuide, que te de cosas. Tiene mucho que darte. Déjale que te saque a bailar. Es un guerrero. A ningún hombre le gusta que su mujer tenga más huevos que él”. Cuando ella me sacó a bailar, quiero decir que me obligó a bailar, hice un gesto raro, que captó en seguida porque es muy inteligente. Es brillante, también como mujer: el pelo negro, rizado, fuerte. La piel tensa, dorada y metálica. Brocha y zaína. Aunque me violentó su proposición, o mejor dicho imposición, me gustó bailar con ella. Fue con la que más disfruté bailando, porque, en parte, se dejó llevar. Hasta donde se lo permitió el Cochise que lleva dentro. Sé que es una pareja con un gran futuro y así se lo hice saber. Porque los dos saben bailar y, ya lo dijo Sócrates, “nunca des la espada a un mal bailarín”.
         Salto de una cosa a la otra sin solución de continuidad, en una suerte de escritura automática, pero las cosas están así. En realidad estoy durmiendo. Llevo cuatro horas dormido (¿cuatro solo?). Es la peor feria de la historia, quiero decir la peor patá.

Ah, sí, la Maestranza: Morante, dos pases con el capote. Essau, dos orejas en su alternativa, la primera con un toro verdaderamente brillante. El Cid, nada. Estuvo mejor que Morante, claro. Pero nada. Hay muchos que están mejor que Morante todos los días, no tiene ningún mérito.

-         Y ella, ¿es complicada?
-         Ella no, pero ella sí- dije señalando a la francesa. Nunca he hablado con la francesa.
-         Pensaba que me ibas a decir que según tú ninguna mujer era complicada. Sólo los hombres.
-         Por eso te la he indicado a ella.
-         Los hombres son más complicados que las mujeres, por tanto.
-         Los que hay está noche aquí sí lo somos. Por eso no entendemos a las mujeres. No porque vosotras los seáis: tú eres transparente, como mujer. Es el hombre que llevas dentro el que te complica las cosas. Deja salir a la mujer. Tú sabías que tu hombre era complicado cuando lo elegiste. Lucha por él. Emplea tu fuerza en esa lucha. No contra él sino con él. Sé que tiene dudas, las va a tener toda la vida. Y, siempre, miedo. Pero es él más valiente de todos los que estamos aquí. Incluyéndote a ti.
-         Si nunca has cruzado una palabra con él.
-         Lo conozco muy bien, porque es como yo. Sé lo que está pensando ahora mismo, mirándonos hablar con el rabillo del ojo. Es buena persona.
-         Por eso estoy aquí, porque es buena persona. Pero ya le he dado un ultimátum.
-         No luches con él. Deja que te saque a bailar. Ponte una falda. No emplees tu fuerza física enorme en esa dirección. Déjate llevar. Déjate. Mira a tu madre. Toma la alternativa: sé la mujer que eres. Si como hombre eres un morlaco, imagínate lo que puedes ser como mujer. Y los dos juntos, ni te cuento.
-         Mi madre manda, manda mucho.
-         Mira a tu abuela. Estoy seguro de que no aprobaría cómo vas vestida esta noche.
-         Pero si este traje de pantalón es muy lindo.
-         Y negro también. Pareces el segundo de esta la tarde. Mañana ponte una falda de lunares. Y, si puede ser un traje de flamenca, mejor.


Lo que me dijo F: toda la noche me hiciste ojitos. No es que yo sea alguien especial. Se los hiciste a todos. Yo me resistí porque te tengo calada, desde la primera vez que te vi. De hecho, ayer fue la segunda. En mi pueblo tienen un nombre muy feo y explícito para esto. No obstante, ya bien avanzada la madrugada, me dejé caer y te pedí que bailaras conmigo. Me dijiste que sí en la puerta de la caseta, pero no me seguiste. Cómo eres. Cómo serás, que luego, a través de tu amigo mariquita, fuiste tú la que me pediste un baile.
         - ¿No hay ningún hombre que saque a bailar a esta mujer?- Por supuesto que yo era el único hombre presente.
-         Pero si te invité hace un rato, y no quisiste.
-         Ah, sí, no me di cuenta.

Cuando subimos a la tarima pasó lo que tenía que pasar: la música cesó de repente. Me pasó lo mismo con tu amiga, en la caseta de la peña. Por cierto que, cuando me despedí de tu amiga, me dijo su nombre. Yo le respondí:
-         Sé perfectamente como te llamas.
-         Es que, cuando nos encontramos, no te saludo. O a lo mejor eres tú el que no me saluda.
-         Mira que eres mala persona, no saludarme- le espeté sin darle opción a la falsa alternativa que me planteaba.
La gente imagina cosas, yo no tengo la culpa. Bastante tengo con las que imagino yo: ¿puedes creer que todo lo que cuento en este blog creo que ocurrió de verda? Anoche se me olvidó la cámara en casa, así que no hay fotos.


-         Es demasiado tarde querida, han puesto las dos últimas solo porque se lo he pedido al camarero, para bailarlas con la indita linda. Tenías que haber aprovechado cuando te lo pedí antes.
Su amigo se entonó y bailamos una, pero ya la noche estaba muerta. Con todo, la rematé en la penúltima caseta, con mi vuelta por bulerías. No quería irme a dormir sin bailar por bulerías así que cuando el cantaor C. se entonó, salí a bailar. La caseta, bulliciosa, nadie escuchaba. C. no me miró. Yo marqué y me fui y todos apartaron la vista. Fue la peor patá de la historia. La noche estaba ya muerta mucho antes. Cuando empieza a circular la cocaína es que la noche está muerta. Y ahí te dejé, a las claritas del día, haciéndole ojitos a otro que estaba menos cansado.

martes, 3 de mayo de 2011

Postales de feria (I): El día de mi boda

(Sé que todos lo estabais esperando, pero por fin está aquí de nuevo. Vuelve, mejor que nunca, ‘Postales de feria’. Con más amores y desamores, más celos, noches,  manzanilla, pasiones, toros, abandonos, sevillanas, pescaíto, adulterios, rebujito, traiciones, dramas y comedias. Con más japoneses que nunca. Por petición popular, después del enorme éxito obtenido por el serial el año pasado, lo retomo con esta primera entrada).


A la puerta del bar Reyes, al que me dirigí tras la corrida del sábado, para hacer tertulia taurina con los amigos de Conrado, me asaltó una mujer. De unos treinta años, pelirroja, me salió al paso:
-         ¿Quieres casarte conmigo?
-         ¿Esta noche?
-         Anda ya, soso, cásate con ella- me dijo su amiga, igual de ebria que ella, dándome un empujón.

Qué difícil es saberse. Saber lo que quieres comer, cada vez. Estoy cansado. He dormido muy poco en los últimos días: y todavía no ha empezado, oficialmente, la feria. He dado muchas palmas por bulerías. Todo el mundo habla de Manzanares y nadie dice nada de mi corazón vacío de esta noche, de estos días, de aquella tarde en la plaza. Conforme fueron cayendo los cinco toros, caían mis ilusiones. La sangre surgía a borbotones y resbalaba por la pata del animal hasta el albero. Fue en el sexto de la tarde, que se vino tan cerca que se podía oler la hemoglobina. Y mi alma se iba, con mis deseos muertos, a hacerse barro en la arena. 


Por la noche miré los clásicos del desamor y me quedé con Casablanca. Y así, me dormí, conseguí dar una cabezada emborrachándome con Rick.

Estuve inquieto toda la mañana, como siempre que voy a una corrida. Llovió y llovió y mi corazón se alegraba de ver las semillas germinar en el campo de mi recuerdo. Se alegraba de pensar que gracias a la lluvia no tendría que ver el espectáculo de la muerte. No hoy. Los alrededores de la plaza eran un hervidero. Es el ambiente de un día grande. Le doy gracias a mi amigo Conrado, que me facilitó el subir a la grada. Al cielo. Manzanares fue algo único, extraño, que no sé si volveré a ver: el toreo lento, que no se acaba nunca. El toro infinito, que embiste, franco, noble, una y otra vez. No sabía que había toros así. La eternidad en un molinete. La mano baja. El hombre que se detiene justo a las puertas de la muerte para crear lo eterno. Estoy seguro de que a Manzanares no le hubiese importado morir en ese momento. Como me ocurrió la noche que me seguiste. Mi mano marcaba el camino y tu alumbrabas los medios con tu luz. Me ofrecías  una vela encendida.


¿De qué taciturnos labriegos británicos, de qué industriosos sembradores de patatas a la luz de las velas, que pasan la tarde viendo germinar un tubérculo bajo la lluvia, procede tu calma? Esto es una despedida, tú no lo puedes leer. Porque, si no, me quedaría así para siempre. Así de imbécil, digo. Te has ido. No hay otra posibilidad. Pero tengo que agradecerte dos cosas: tu franqueza de esta tarde. Y el haberme hecho resucitar algo que parecía muerto: el deseo, la alegría de saberme vivo. Aquella noche que estuviste mansa y noble, como pensaba yo, en mi ofuscamiento, que no podía serlo una mujer. Pero no hay ofuscamiento que cien años dure y tú me sacaste de él, esa noche. Aunque yo me había enamorado de ti antes, la primera vez que te vi. Eso es una despedida, no mires. Y si por un azar extraño, miras en esta dirección, no eches cuentas. Esto es una despedida, tú y yo somos toro pasado, todo pasado. Esto es una despedida. Conservaré aquel primer encuentro por siempre, los cinco minutos que dura esta vida. Aquella noche de claridad, también. Le agradezco a M. que propiciara, sin proponérselo, nuestro encuentro. Aunque éste se iba a producir tarde o temprano, porque en estas cosas es la columna vertebral la que manda, le agradezco que te pusiera en mi camino. Frente a mí. Esto es una despedida, y ya va para larga. Pero aquella noche no acabará nunca. Como la faena de Manzanares.

Hay un momento en el que la columna vertebral, mi columna vertebral, toma el mando. Los chorros de adrenalina surgieron con la faena de muleta de Morante, esa es la realidad. Los toreros se movían sobre la arena como lo que son, profesionales de la muerte, diligentes siervos del más allá, de la nada. Mientras en mi corazón iba muriendo el amor de ti. Esa misma tarde me diste, una tras otra, todas las calabazas que cultivaron tus antepasados en los campos del Midlands. Claro que, porque me dieras calabazas, no voy a decir que eres una hija de la Gran Bretaña. Tampoco es eso. De hecho me cuesta verte. Porque te amo. Entre mis ojos y el ser humano que eres se interpone el velo del amor. Es extraño, al mismo tiempo hermoso y lamentable, pero nunca te veré. Nunca sabré la mujer que eres. Cuando mire hacia atrás no veré tu recuerdo sino la imagen que mi deseo se formó de ti. Te veré, por siempre, con los ojos de los dioses. Seré un dios por ti. Un dios que galopa por las dehesas del desconsuelo, pastueño. Aunque yo lo que deseo, y ya no va a ocurrir, es verte con los ojos de un hombre, del hombre que soy. Ver la mujer que eres. No me interesan las diosas, no me gusta acariciar el mármol: ¿de qué material estás hecha? No lo sabré, ya. Yo entré francamente a matar. La primera vez que vi tu señuelo rojear por la red, entré a matar. Te me habías escapado demasiadas veces. Te llamé con el corazón saliéndome por la boca. Soy un adolescente, pensé. Soy un hombre enamorado. Sé que lo nuestro era complicado. Sé, tú me lo dijiste, que lo nuestro no será. Me lo dijeron mis amigos, que era muy complicado: que eres demasiado joven para mí, y yo no tengo dinero. Me hiciste el quite de no coger el teléfono.


Pero ahí estuve de nuevo, entrando a matar. Siento haberlo hecho así. Me gusta mirar a la muerte cara a cara. Pero no podía dejarte escapar, otra vez. Necesitaba que me dieras la vida o la muerte. Elegiste la segunda. Estuve más bravo que Arrojado, y sin embargo fue él el indultado. Seguiremos viviendo, bebiendo. Y lo que creó mi fantasía, con la ayuda del deseo, quedará en mi pecho para siempre. Los cinco minutos que dura esta vida. La eternidad. Dicen que el toreo es un arte efímero pero, desde el punto de vista de los dioses, de los hombres que se fueron, todo arte es efímero, hasta el brillar del sol. Era muy difícil, ¿para qué complicarse la vida cinco minutos? Sé que era muy difícil, más todavía de lo habitual. Pero, ¿qué es lo habitual, querida? Si lo raro es vivir. No te pedí explicaciones, en todo caso. ¿Qué explicación es que mi columna se apodere de mi voluntad la segunda vez que te veo? La primera estabas lejos, sobre el escenario. Me gustaron tus formas, tu arte. Pienso que puedes ser aún más inglesa, que lo serás. Que así serás más tú y bailarás mejor. Flamenco. Pero tus formas, ay, tus formas, me encandilaron. Como me gustan otras, otros artistas. Pero la primera fue, en realidad, la segunda vez. La primera que vi tu mirada, tu hombro desnudo: la serenidad profunda de tus ojos, la trasparencia de tu piel. Sé más inglesa, es lo único que puedo decirte. Por lo demás, sabes que me enamoré la primera vez que te vi. Ahora te digo adiós. Y sólo me consuela, más aún que compartir la pena con Rick, el acordarme del día de mi boda.


Imágenes: 1. Manzanares con Arrojado. 2. A hombros por la Puerta del Príncipe. 3. Dando la vuelta al ruedo con el ganadero Núñez del Cubillo y dos orejas que no eran de Arrojado sino mías. 4. Rick, poniéndose ciego para olvidar a Ilsa. 5. Morante en el segundo de la tarde. 6. El día de mi boda.

lunes, 2 de mayo de 2011

De lo que hablamos esta noche

Cante: José Anillo. Guitarra: Rafael Rodríguez. Lugar: Pasaje Mallol. Fecha: Domingo, 1 de mayo. Aforo: Lleno.

Hoy, que estamos entre amigos, les voy a contar una pequeña intimidad. Pero, por favor, no lo vayan a contar por ahí. Una pequeña intimidad del cante. De este cantaor. Quiero decir de este oyente que suscribe, porque el arte es un ejercicio de dar que completa, que actualiza, que termina de realizar el receptor.

La quiebra se produce, para este oyente, en el momento en que el cantaor dice aquello de Anda y no presumas más/ que no tiene tu cara/ naíta de particular. El original lo atribuyen los estudiosos a Aurelio Sellés. Por supuesto en el original hay desprecio. Desamor. Se ocultan en una esquina el despecho y el orgullo herido. Todo ello hubo en la ejecución de José Anillo, en la recepción que hice del cante de José Anillo. Pero Anillo aportó algo más. Y le dio la vuelta. Entregó su biografía, sus alegrías y desvelos, en esta letra. Por supuesto que el análisis se puede extender a todo el recital, pero me temo que no voy a tener espacio. Sigamos: cuando José Anillo dijo este cante, lo que yo sentí es que el protagonista del mismo, que es y no es el cantaor, que es y no es el oyente, sentía: no encontraré a nadie como tú. Para mí no hay en el planeta unos ojos que se puedan poner al lado de los tuyos. Vuelve, no me dejes solo. Anillo acarreó todas las emociones estilizadas por Sellés, suponiendo que fuera él el creador de este cante, a una emoción propia. Y supo pulirla hasta hacerla transparente, hasta convertirse en el abanderado de la pena, en el catalizador para la catarsis de todos los humanos que una noche derramaron una lágrima de desamor. Así se va construyendo el arte, en una tradición de hombres y mujeres que gozan, padecen. La clave es que al mezclar la solera con la última cosecha, el vino cobre vida, el verso mane, la melodía respire. Entonces el cante es un recién nacido que vierte su primer llanto.




Las imágenes proceden de www.joseanillo.com.