por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







sábado, 14 de mayo de 2011

Hacia la nada

Ciclo 'Jueves Flamencos'. Baile, dirección y coreografía: Fernando Romero. Baile: Elena Algado, Miguel Ángel Corbacho. Cante: Miguel Ortega. Guitarra: Enrique Bermúdez, Diego Losada. Música: Cañizares, Diego Losada, Enrique Bermúdez, Juan José Amador, Ramón Montoya (no acreditado). Lugar: Sala Joaquín Turina de Cajasol. Fecha: Jueves 12 de mayo. Aforo: Media entrada.
Fernando Romero
Dúo 1.

Romero, Corbacho y Algada
Hacer verosímil una rumba desbocada, y descocada, de los años 60 encadenando cuatro o cinco vueltas perfectas es, acaso, el mérito mayor de esta obra. Fernando Romero tiene un gamberro dentro, sólo que el público no lo sabe. Y cuando este yo juguetón sale a la superficie es cuando logra llegar al público. El aire de improvisación, de falso ensayo, le sentó bien a la propuesta. Salvo en las zonas dramáticas, en los breves conatos de actuación entre pieza y pieza, en que la verosimilitud se desmoronó. Tenía todo de falso y muy poco de ensayo.

La gran asignatura es darle la cara al público. Llevar esa complicidad del grupo al conjunto, al momento, al patio de butacas. Por lo demás fue un auténtico tour de force físico, con 60 minutos de baile ininterrumpido de un enorme nivel técnico. Equivocarse es la clave. Porque la perfección hastía. Son tres bailarines superdotados que decidieron poner todos sus recursos al servicio del momento. Solos, dúos, tríos. Pero Romero también quiso bailar el silencio y también bailó el vacío: con su música interior y, en unos breves apuntes de la pieza que abrió el espectáculo, más allá de ella. Hacia la nada. Es lo más valioso, para mi gusto, que ofreció.

Luego se rió de su máscara, de su hieratismo, y quiso mostrar al público que no es una estatua griega, perfecta, sólida, mineral y sin vida. Tan sólo falta que dé media vuelta y le dé la cara al público. Eso es lo más difícil del mundo. Es un ejercicio de humildad casi imposible para un artista. Es una renuncia de la técnica como máscara. Es el reconocimiento de la máscara. No llegó a ocurrir el jueves, aunque percibí un avance en este camino desde la última comparecencia de Romero en Sevilla. El humor es una buena clave para lograr más avances. Incluso la sensualidad, en el caso de Corbacho y Algada. Una sensualidad que sea más física que atlética porque el cuerpo también puede ser, y a menudo lo es, una máscara. Pero la curva de las caderas y, sobre todo, el convulsivo movimiento pélvico del final de la rumba, dan grandes esperanzas.
 Fotos de Remedios Málvarez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario