por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







lunes, 28 de junio de 2010

Puerto de los amantes

Puerto de los amantes

Tienes un piano
Con dos candelabros
Y una risa pícara
Que sólo a mí me das.

Tienes un diablo
En la lengua,
Y una pena antigua
En el corazón.

El canario es tu color
El mar tu horizonte;
Nada pides y en cambio
Todo me lo das.

La ciudad se pierde
Entre tus caderas,
De fantasmas y luces
Que no están aquí.

La noche es más negra
Bajo tus pestañas.
La luna no sale
A tapar tu desnudez.

Tienes un piano
Con dos candelabros
Y una risa eterna
En el corazón.

Los dientes son cuentas
De una joya vieja,
La cadera es un signo
De interrogación.

No sé cuando acabará
Esta noche eterna,
Ni adonde iremos
Al terminar la pasión.

Tienes escalas y teclas
En lugar de escaleras
Y una casa donde
Nunca sale el sol.

La vida es igual
En La Habana Vieja,
La vida es igual
En mi imaginación.

Dos amantes se unen
En la madrugada,
No importa el ruido
Ni la contaminación.

Tienes un piano
Que no cabe en casa
Y una risa franca
Más grande que el sol.

No me pides nada
Y todo te lo doy
No me pides nada
Y todo te daré.

Nada necesitas porque tienes
Un piano viejo
Con dos candelabros
Y una alegría nueva
En el corazón.

Esta noche te he
Vuelto a encontrar
En el puerto de los amantes,
En la madrugada.

La mirada y la risa
Son las mismas
Y tu cuerpo es otro
Del que ayer
Me dio la vida.

Tienes un piano viejo
Y una risa nueva
En el corazón.

Afuera suenan
Las sirenas
De los barcos que se van.

Y tú y yo
A solas con la noche
Nos volvemos a amar
En el puerto
De los amantes.

Te he vuelto a encontrar
Después de tantos años
Y tus labios y tu boca
Saben igual
Que la primera noche.

La primera vez
Que descubrí el amor,
Que arribé
Al puerto de los amantes.

La ladera de tu grupa
Me dice que todo
Va a ser como
Ha de ser.

Como tiene que ser,
Como va a ser,
Como será,
De la única manara
Que puede ser:

Yo tuyo,
Tú mía,
Otra vez,
Esta noche.

jueves, 17 de junio de 2010

'Reinas del matute' de Las Migas

Las Migas es un grupo formado en Barcelona por cuatro mujeres flamencas, dos guitarristas, una instrumentista (violín y acordeón) y voz, de las más diversas procedencias geográficas: Berlín, la Bretaña, Sevilla y Palafrugell. Pero bueno, todo el mundo sabe que hoy Berlín es un arrabal de Triana.

Su primer disco se llama 'Reinas del matute' y contiene un ramillete de composiciones propias y versiones. Lo acaba de poner en el mercado Nuevos Medios.


Si hubiera que explicar a Las Migas, diría que su bagaje musical las faculta para introducir unos arreglos musicales sobre el legado clásico absolutamente contemporáneos. Oficio es la clave. Y también imaginación, naturalidad. Es decir, ir al legado a pasarlo bien, a disfrutarlo, a volcar sobre él las emociones de hoy. Las suyas, claro. Así su versión de ‘Los cuatro muleros’, íntima. O de la Repompa, tan arrebatada como dulce. La tendencia del último nuevo flamenco, la voz almibarada, y unos arreglos densos y, sobre todo, muy profesionales. De oficio. Finos, que diría mi madre. La voz elegante, íntima, acariciante, de asombroso registro vocal, de emotivas modulaciones, de Silvia Pérez, podría ser el centro de este grupo, sino fuera por la personalidad enorme de los otros tres miembros, o miembras que diría nuestra ministra de igualdad, de Las Migas. ‘Los cuatro muleros’ es una canción tradicional y Las Migas la retrotraen a una danza (a la guitarra) renacentista en la guitarra clásica de la sevillana Marta Robles. Eso para abrir: para cerrar ‘La tarara’ que se dispara en todas las direcciones rítmicas: tanguillos, bulerías. La voz es apenas un susurro de posibilidades infinitas y colores plenos, básicos, y los arreglos un prodigio de erudición y frescura, con algún desmelene instrumental al violín de Lisa Bause y coros de gustarse en el estribillo y en la evanescencia: música progresiva flamenca. Más versiones en ‘María la Portuguesa’ de sabores lisboetas, porteños y caribeños por acordeón y el tres de Raúl Rodríguez hermanándose a la guitarra portuguesa y por el arreglo de guajira marchenera y Silvia Pérez portentosa y, lo que es mejor, entrega.


Más Lorca ya en dos composiciones propias, en este caso de Marta Robles. ‘El camino de los poetas’ y ‘Fuera de la mar’ por bulerías. Los hallazgos que en otros conjuntos de flamenco contemporáneo sirven para toda una canción, aquí saltan y se multiplican en cada una de las piezas, de forma que los cantes estallan, se expanden y respiran de forma natural. Cada una de las canciones está remozada, desestructurada y recompuesta en aras a la brillantez vocal y la variedad instrumental, rítmica y armónica. En ‘Canto y río’ es Alberti el poeta musicado y las armonías vocales los arreglos protagonistas por tangos.

El resto del disco, hasta trece temas, son composiciones nuevas, algunas de ellas fundamentales desde ya. Así ‘Perdóname luna’ por bulerías íntimas con un deslumbrante arreglo de guitarra clásica a cargo de Marta Robles, quizá el mejor tema original de este disco. Fandangos instrumentales a cargo de Isabelle Laudenbach, la otra guitarrista del grupo, la flamenca, sí: pese a lo que se pudiera pensar de su nacimiento en Sèvres (Francia). ‘Caricias de sal’ de lírica enumerativa, el otro gran tema del disco de letra memorable y aires folclóricos hispanoamericanos: lleva la firma de Refree, el cantautor catalán que es el productor del disco. ‘Noche en el río’ de Javier Galiana de la Rosa, con Javier Colina y Raúl Rodríguez con aires de bolero. ‘A la luz de la vela’ por tangos con estribillos corales es el tema más convencionalmente ‘flamenco-pop’. ‘Las reinas del matute’ con los pies de Juan Carlos Lérida y el recitado de Antonio el Chipi, oda al contrabando por alegrías con ecos de Rafael el Tuerto.



Con todo lo dicho, el arte mayor de este disco, de este grupo, creo que es el arte de unir la dulzura, la calidez y el intimismo con la pura descarga energética, en el mismo instante. Es una hora de música intensa, insoportable en algunos pasajes, con momentos apenas de transición, de respiro o de relleno. Insoportable digo por la cantidad y calidad de impresiones que suscita al oyente y por las emociones que ponen en juego. Cada uno de los temas responde a un estímulo, a un estado de ánimo redondo. Y cada uno de los temas está tratado, desde la composición hasta los arreglos, como si fuera el último. Me consta que el grupo está dando, con toda razón, mucho que hablar en Cataluña. Estoy seguro que, con este disco, el fenómeno se extenderá al resto de la geografía flamenca. Son un pelotazo.


Imágenes de Rafael Arocha.