por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







domingo, 2 de octubre de 2011

El ataque de las bacterias

La producción número 11 de Casa Limón es el primer disco de Sandra Carrasco, que contiene una canción deliciosa y músicos de los cinco continentes




Sandra Carrasco. Producido por Javier Limón. Con Pepe Habichuela, Avisai Cohen, Josemi Carmona, Dhafer Youssef. Emi



Casa Limón se muda de barrio con este disco, producido, escrito e interpretado por un hombre que parece cinco. Esa es la vida social tan amplia que despliega. Aquí está todo el orbe, músicos del todo el mundo.



Sandra Carrasco se inició en el mundo de los tablaos y del acompañamiento al baile (Nuevo Ballet Español, Manuel Liñán) y este es su primer disco en solitario, por la puerta grande de la gran producción. Medios no le han faltado. La producción número 11 de Casa Limón contiene haikus más o menos complacientes y gustosas melodías. Lo que pasa es que todo ya es conocido y, si me permiten, viejo. Maravilloso, brillante, perfectamente lubricado y esterilizado. No son tiempos de gran producción. El terreno común en el que se han de encontrar todos estos brillantes músicos de los cinco continentes es ese lugar ya de todos conocidos de los estribillos pegadizos, el bajo contundente, el ritmo binario... Son sitios muy transitados y por eso el encuentro no se produce. Por este disco han pasado cientos de músicos y ninguno de ellos se ha encontrado con el otro. Con dos hubiésemos tenido de sobra. Con uno, que se hubiese encontrado consigo mismo. Viejo porque es de ayer mismo. Y lo que nos ha pasado en los últimos tiempos, y no me refiero sólo a la "industria de la música", ha provocado un súbito envejecimiento de lo de ayer. Lo más universal es lo más íntimo. No hay mayor multiculturalidad que un corazón que se duele y se goza porque, ¿en qué cultura no se padece y se goza? Es tiempo de volverse sobre uno y por eso este disco me parece anacrónico, siendo perfecto. Quizá hace diez años lo hubiese saludado como obra maestra. Carne cruda, es lo que exigen los nuevos tiempos: tan es así que hasta El Bulli ha cerrado sus puertas. Emociones desnudas, crudas. Aquí la emoción nos viene envuelta en un lujoso envoltorio, con algunos de los mejores músicos del planeta. Y aquí, hoy, el mejor músico del planeta es un solitario, anónimo, que canta a la luna, que se rompe en el espejo del río, de la marea humana que inunda las calles de corazones solitarios. Así está la cosa y la casa. Músicos maravillosos, buenísimos... hay miles. Artistas que sean capaces de mostrar sus talentos pero también sus imperfecciones, su humanidad, esa en la que reconocernos humanos falibles, muy pocos. Ay, qué soberbia lección nos dio hace unos días Riqueni en Sevilla. Eché de menos a muchos de estos artistas jóvenes, perfeccionistas. Reconocernos en la fragilidad de ser falibles, de equivocarnos otra vez. El público, nosotros, estamos cansados de admirar alhajas. Porque no estamos para fuegos de artificio, cuando apenas si respiramos, como le dijo Alberti a nuestro Manuel Gerena. Estos fuegos son lindos, pero resultan fatuos. Los tiempos claman por una voz y una guitarra, de madera si puede ser, de hombre o mujer si puede ser. La producción hoy consiste en limpiar, barrer... y dejar algo de mugre que nos proteja del ataque de las bacterias. Aquí todo es pulcro, delicado, elegante y algo falso. Voz perfecta, guitarra perfecta, estribillos perfectos, percusiones perfectas ... si quiere comunicarme algo, ¡rómpase usted! Y esto es imaginativo, ingenioso y aburrido. Es que estamos saturados del ingenio. Que venga la lluvia y se lleve tanta perfección, tanto estribillo, tanto bajo, tanta percusión. Tanto ingenio. Que nos desnude de alhajas que ya no nos deslumbran sino que nos impiden ver el corazón que hay debajo. Después de tantos despilfarros, no nos cabe ni un exceso más. Por eso brilla, como la joya que sí es, un corte de este disco: Eternamente tú. Puro pop, casi naif, desde la composición a la interpretación, pasando por los arreglos. No puedo dejar de escucharlo.



El futuro queda lejos de estos distritos lujosos. El futuro está en el barrio, a la vuelta de la esquina, en nuestra casa. Estamos hambrientos de buen pan, de trigo madurado al sol. Y es que el orbe está contenido en un grano de trigo. En un solo corazón. En una sola canción.