por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







viernes, 30 de agosto de 2013

Tarantas de la felicidad



Baile: Leonor Leal. Cante: Javier Rivera, Jeromo Segura. Guitarra: Salvador Gutiérrez. Lugar: Cicus, Sevilla. Fecha: jueves, 29 de agosto. Aforo: media entrada.

Las tarantas fueron de felicidad plena. Y eso que Leonor Leal renunció a todo intento de seducción, a cualquier concesión. No tiene nada que ver con la sequedad de la caña o la soleá. En realidad, esta austeridad última procede de la destreza técnica y de la renuncia, consciente, de los recursos tradicionales femeninos, señaladamente las manos, las muñecas. 


Pero volvamos a las tarantas: fue todo tan seco, tan extraño, tan japonés, que la pura emoción de la danza manó a raudales. Se puede ir aún más lejos por este camino: la cara de palo, los movimientos secos, el golpe preciso. Además, las letras, cartagenera, levantica y taranta, pulcramente seleccionadas de lo mejor del repertorio lírico jondo. El cante, cortado a pico del filón minero. Y el toque sobrio pero lúcido, colorido. Fue la felicidad plena. 



Dos formas, dos estados de ánimo, dos tradiciones: por un lado tarantas y alegrías, por otro soleá y caña. Y los tangos, desplazados desde la taranta al fin de fiesta. Y una lucha: en los bailes masculinos, con pantalón, la bailaora luce un generoso escote en tanto que en taranta y alegrías va cubierta hasta el cuello. Además, el cobertor oculta al espectador los volantes de la falda. Estoy seguro de que en el momento en que la bailaora caiga en aquello que tanto teme, desaparecerá la lucha. En ese momento, el baile, su baile magnífico, se apoderará de todo, ocupará el sitio que le corresponde, y será majestuoso. Más para ello, una de las partes en conflicto debe ceder el control. Con todo, Leonor Leal es, hoy, una de las bailaoras más estimulantes del panorama jondo. 


Por ahora, me gustó la taranta y me dejaron con ganas, insatisfecho, a medio camino, las alegrías. Claro que la destreza, los fuegos artificiales de caña y soleá, que fue más bien bulerías, le encantaron al público. Por supuesto que esta bailaora es una atleta. Una puesta en escena ajustada, sencilla pero plena de buen gusto, donde sólo desentonaron las canciones por bulerías de Jeromo Segura. Y no porque no cante bien el de Huelva sino porque no venían al cuento de la noche.

domingo, 25 de agosto de 2013

Pessoa por soleares



Baile: Pepe Torres. Cante: David El Galli, Moi de Morón. Guitarra: Paco Iglesias. Lugar: Patio del Cicus, Sevilla. Fecha: Viernes, 23 de agosto. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Pepe Torres es el genio flamenco de la reticencia. Es lo que Eastwood a la actuación o Leonard Cohen a la canción de autor. Lograr el máximo de emoción con los mínimos elementos técnicos, físicos, con la mínima expresión. Tanto es así que estuvo menos tiempo en el escenario que el total de las actuaciones en solitario de su grupo. Esta es la pega que impide que hablemos de un espectáculo redondo: demasiado cante solista. Las bulerías sobraron, aunque siempre sea un gusto escuchar a dos enormes cantaores como El Galli y Moi de Morón. No hablo de la calidad de las interpretaciones sino del ritmo escénico.
El baile de Pepe Torres es único en el panorama de la danza flamenca actual. En su estilo no caben aspavientos ni florituras: va al meollo de la cuestión. Así, se encuentra en las antípodas de la tendencia actual de horror al vacío flamenco. En sus intervenciones regula como los grandes maestros, Farruco, Isidro Vargas o Rafael el Negro, los silencios y la energía escénica. Es, como decía más arriba, un genio de la contención flamenca. Por eso cuando se desmelena surgen ramalazos de emoción. Es un tipo de baile masculino que hoy se ha convertido en una rareza escénica. De ahí que el público reciba entusiasmado su mensaje, por lo inhabitual. Existencialismo reconcentrado, Pessoa por soleares. Baile viril, intimista, sólido como una roca, con sabor a campiña y a tiempo detenido. Estoicismo, austeridad  y gallardía. La tierra como sostén y el hombre como una cosa entre las cosas, como un elemento mineral más del paisaje. Un baile que descubre primitivos esplendores y generaciones de hombres apegados a la tierra.


El grupo estuvo espléndido, tanto en su versatilidad y compenetración con el baile como en solitario. En artistas como Torres el grupo adquiere la mayor importancia ya que es de los pocos, hoy en día, que le bailan al cante. Que escuchan. Que marcan la letra. En los últimos tiempos he notado que Moi de Morón ha cambiado su antiguo salvajismo por un grito algo más civilizado, moderado si quieren. Lo cual ha permitido que afloren matices delicados, íntimos, que han engrandecido su arte, ya de por sí enorme.

sábado, 24 de agosto de 2013

Dos tradiciones musicales diferentes



Voz y violín: Jalal Chekara. Voz y percusiones: Vicente Gelo. Guitarra: Tino Van der Sman. Baile: Ángeles Gabaldón. Lugar: Patio del Cicus, Sevilla. Fecha: Jueves, 22 de agosto. Aforo: Tres cuartos de entrada.

No me gusta esta mezcla. No me gusta este intento de unir dos músicas de orígenes tan diversos, pese a que nacieran en el mismo espacio geográfico. Son fruto de tradiciones culturales muy distintas, separadas por 400 años además. Comparten el fondo cultural griego que une a todas las músicas del Mediterráneo, representado en el uso del melisma. El intento es fruto de ese espíritu seudorromántico que ve en Al Ándalus la arcadia de la interculturalidad. Un espíritu al que, me temo, no le gusta el flamenco ni la música andalusí, y cuya épica es más de concepto, aunque sea un concepto algo pueril, que musical. Por eso la unión se me antoja siempre forzada y empobrecedora, tanto de lo andalusí como de lo flamenco.

 


No funcionó siquiera en los intentos que realizó Enrique Morente, que lo llevó en una sola ocasión al estudio de grabación, con el soneto X de Góngora. Una pequeña obra maestra que, no obstante, es un hallazgo puntual. Tampoco lo logró El Lebrijano. Lo de Lole Montoya es muy distinto, pues ella siempre fue consciente de la distancia que media entre estas dos tradiciones musicales y jamás trató de yuxtaponerlas: cantó, por una parte, música árabe, que no andalusí, y por la otra flamenco. Su flamenco. Cada cosa por su lado. No obstante lo dicho, los cuatro intérpretes que en la noche del jueves ofrecieron su arte en el caluroso patio del Cicus son artistas con una profesionalidad más que contrastada. 




Vicente Gelo es un cantaor sevillano de voz dulce y de larga experiencia, pese a su juventud. Un intérprete versátil de enormes conocimientos. El holandés Tino Van der Sman es un tocaor sólido e imaginativo, un soplo de frescura en el toque actual. Y Jalal Chekara es un virtuoso del violín, como demostró en la noche del jueves, y un músico polifacético. 



En el Cicus encontramo, por tanto, una propuesta amable, donde las complicaciones armónicas y rítmicas de ambas tradiciones musicales fueron soslayadas en aras del divertimento, el tanguito y el fandanguito. Estos dos ritmos fáciles fueron el vehículo para la farruca, la milonga, la guajira, los fandangos de Lucena, la rondeña, los aires de Huelva, etcétera. Ángeles Gabaldón estuvo categórica en sus intervenciones, tanto por la contundencia de los pies como por su manejo del mantón.


jueves, 22 de agosto de 2013

Los años flamencos de Imperio Argentina: 'La hermana San Sulpicio'



La empresa valenciana Cifesa se inicia como distribuidora y exhibidora, pasando en 1934, con ‘La hermana San Sulpicio’ a la producción. Propiedad de la familia Casanova, empresarios germanófilos. El modelo fue siempre la comedia musical alemana. Producciones caras, encargadas a directores veteranos, ya consagrados en el mudo como Benito Perojo o Florian Rey. Después de la guerra siguió produciendo cine de este corte, con Florian Rey como director estrella. Incluso rodó dos películas, ‘Carmen la de Triana’ y ‘La canción de Aixa’, en los estudios de Berlín durante la guerra, bajo la protección del régimen nazi. Según testimonios, Hitler era un gran admirador de Imperio Argentina. La excepción a esta inspiración conservadora serán las obras de Benito Perojo, cosmopolitas o, incluso, uno político, ‘Nuestra Natacha’, que, filmada en 1936, no llegó a estrenarse. Perojo, en la posguerra, se ha de olvidar de sus comedias sofisticadas para meterse de lleno en un cine “folclórico” y tradicionalista. Con todo, vemos que el cine de Cifesa es eminentemente escapista, bien a través del costumbrismo, bien en forma de comedia sofisticada.



Sin embargo Fernando Rey es claramente tradicionalista, pese a ciertos apuntes sociales en ‘La aldea maldita’ (1932) rodada antes de que Cifesa iniciara sus producciones. Incluso se muestra clerical en algunos títulos como ‘Nobleza baturra (1934), que al parecer era una de las películas favoritas de Hitler. Con el estallido de la guerra, se muestra abiertamente profranquista y se va a rodar a la Alemania nazi.

‘La hermana San Sulpicio’ (1934)
Es una de mis películas favoritas del periodo, con una de mis actrices favoritas de todos los tiempos. Basada en la novela homónima de Palacio Valdés (1889), es una comedia pura, un musical puro. En el sentido de que no hay alusiones a la actualidad y que el elemento musical tiene el único sentido de entretenimiento. Hay cantes, no bailes. Es una producción relativamente barata, por ser la primera de la productora: 100 mil pts. De las que 26 mil van para su estrella, que ya lo era en el cine mudo, con el mismo director, con el que se casó en esta época, y con el que tuvo la primera hija de ambos. No presenta ningún conflicto de clases ya que todo se desarrolla entre la alta burguesía. La única alusión política es el militante carlismo del protagonista masculino que lo acerca a la familia de la protagonista femenina y le permite acceder e intimar, incluso conseguir un trabajo con el tutor de la monja. Tiene un elemento religioso que es al mismo tiempo levemente turbador: es la historia de una monja que prefiere el cante flamenco y el amor carnal de un hombre al claustro, a los cantos religiosos y al amor espiritual de Dios. 



El cante flamenco está presentado con toda naturalidad sin vincularlo a los tópicos decimonónicos de noche, clases bajas y gitanos. Por el contrario, la que canta, con toda naturalidad como digo, es una monja procedente de la clase social alta sevillana. Un puro y divertido entretenimiento. Me gusta que el flamenco esté aquí desprovisto de todo contexto social y racial, desligado de la noche y del alcohol, porque de hecho representa, no una estilización artística sin más, sino una realidad: la de que el flamenco es la música popular del periodo y una película musical se hace por tanto flamenca. El flamenco ocurre en los salones de la alta burguesía y lo cantan, con toda naturalidad y sin ningún pretexto las señoritas herederas y comparte el mismo espacio que una sonata de Beethoven o un lied de Schubert. Al final, vestida a la última moda, con sombrero y boa al cuello, y la risa más fresca que una fuente, suenan las sevillanas instrumentales. De la popularidad del flamenco en este periodo da cuenta el hecho de que la actriz más famosa del momento canta y baila el estilo tan tranquilamente.



Rey había tratado temas sociales, levemente, en ‘La aldea maldita’ (1932) y aludiría al tema del honor sexual en ‘Nobleza baturra’ (1935), pero esto es una comedia pura. También es una película flamenca, no sólo porque fuera la música más popular de la época, también por cuestiones económicas, claro, porque una cantaora y un guitarrista son más baratos que una orquesta y un ballet. Conforme el cine musical autóctono conquista más público, pasa de flamenco a orquestal. También ocurrirá en las películas de Angelillo. Aparece fugazmente Pepe de la Matrona, del que se escucha también su voz cantando por soleá. En todo caso la película no trata de flamencos ni de gitanos, sino de una monja que ríe. La música incidental, orquestal, es de Turina, aunque hay algunas composiciones originales para ciertos pasajes.

Imperio Argentina no era una cantaora de flamenco sino una actriz polivalente que lo mismo cantaba copla que tango argentino que jotas aragonesas. Debutó con la versión muda de esta obra en 1929, a cargo del mismo director. Es de suponer, por tanto, que tuvo que estudiar para cantar los estilos de flamenco que hace en la película. Hay que decir que los hace muy bien, con mucha gracia y frescura. Es la historia de una monja que ríe, y la risa es nada menos que la de Imperio Argentina. Las alusiones sexuales son directas.


La película evidencia la mano maestra de un veterano director en detalles de estilo como  los picados, primeros planos, encuadres poco habituales, planos largos. La obra es básicamente contemplativa, con elementos paisajísticos, un lento fluir vital, como el de la novela decimonónica de la que procede. Un transcurso lento, moroso, suave, sin grandes conflictos ni pasiones, sin grandes dramas ni grandes comedias, con cierta voluntad artística por parte de su director, pero muy sutil, muy atemperada. Con algún detalle surrealista como el del marido que llega a casa borracho y maulla. Un detalle propio de los aires liberales característicos del periodo es cuando, en una visita a las cuevas de Aracena, las parejas aprovechan la oscuridad para besarse y hacer el amor.



El mismo director, Florian Rey, que, en cierto modo, inventó el musical flamenco con esta película, lo destruiría más tarde con ‘Morena Clara’, creando el modelo de “cine folcórico” de inspiración flamenca pero no flamenco, sino orquestal, que se impondría en el franquismo. Precisamente la abundancia de medios sería lo que mataría al flamenco, aunque en la segunda película el tema fuera, aparentemente, más flamenco y más gitano. Así pues el musical de cante flamenco, que encontraremos ya, tan sólo, de forma estricta, en otra película, ‘La hija de Juan Simón’, quedó abortado prácticamente para siempre. A partir de entonces el cine flamenco estará centrado en el baile, pero nunca más en el cante. Lo cierto es que el cante flamenco ya no volverá a las cotas de popularidad que gozó en los años 20 y 30 del siglo XX.




‘La hermana San Sulpicio’ no es ni de lejos una españolada, género que, según Roman Gubern, lo inventaron los franceses. No hay gitanos, ni toreros, ni siguiera flamencos profesionales, no hay tabernas sino salones burgueses, aristocráticos, claustros religiosos, las aguas termales de Marmolejo, carlistas, médicos gallegos y un delicioso paseo en barca por el río Guadalquivir. Es una comedia burguesa con cante flamenco, una rareza que jamás se volverá a repetir, ni siquiera en las personas de Rey-Argentina. Por eso le tengo tango cariño al film. Es la primera producción de Cifesa y está rodada en los estudios Orphea de Barcenola, los mismos en los que luego se rodaría ‘María de la O’.


Ahí os dejo a la fiera por peteneras: