Baile: Leonor Leal. Cante: Javier Rivera, Jeromo
Segura. Guitarra: Salvador Gutiérrez. Lugar: Cicus, Sevilla. Fecha: jueves, 29
de agosto. Aforo: media entrada.
Las tarantas fueron de felicidad plena. Y eso que
Leonor Leal renunció a todo intento de seducción, a cualquier concesión. No
tiene nada que ver con la sequedad de la caña o la soleá. En realidad, esta
austeridad última procede de la destreza técnica y de la renuncia, consciente,
de los recursos tradicionales femeninos, señaladamente las manos, las muñecas.
Pero volvamos a las tarantas: fue todo tan seco, tan extraño, tan japonés, que
la pura emoción de la danza manó a raudales. Se puede ir aún más lejos por este
camino: la cara de palo, los movimientos secos, el golpe preciso. Además, las
letras, cartagenera, levantica y taranta, pulcramente seleccionadas de lo mejor
del repertorio lírico jondo. El cante, cortado a pico del filón minero. Y el
toque sobrio pero lúcido, colorido. Fue la felicidad plena.
Dos formas, dos estados de ánimo, dos tradiciones:
por un lado tarantas y alegrías, por otro soleá y caña. Y los tangos,
desplazados desde la taranta al fin de fiesta. Y una lucha: en los bailes
masculinos, con pantalón, la bailaora luce un generoso escote en tanto que en
taranta y alegrías va cubierta hasta el cuello. Además, el cobertor oculta al
espectador los volantes de la falda. Estoy seguro de que en el momento en que
la bailaora caiga en aquello que tanto teme, desaparecerá la lucha. En ese
momento, el baile, su baile magnífico, se apoderará de todo, ocupará el sitio
que le corresponde, y será majestuoso. Más para ello, una de las partes en
conflicto debe ceder el control. Con todo, Leonor Leal es, hoy, una de las
bailaoras más estimulantes del panorama jondo.
Por ahora, me gustó la taranta y
me dejaron con ganas, insatisfecho, a medio camino, las alegrías. Claro que la
destreza, los fuegos artificiales de caña y soleá, que fue más bien bulerías,
le encantaron al público. Por supuesto que esta bailaora es una atleta. Una
puesta en escena ajustada, sencilla pero plena de buen gusto, donde sólo
desentonaron las canciones por bulerías de Jeromo Segura. Y no porque no cante
bien el de Huelva sino porque no venían al cuento de la noche.
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