por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







jueves, 22 de agosto de 2013

Los años flamencos de Imperio Argentina: 'La hermana San Sulpicio'



La empresa valenciana Cifesa se inicia como distribuidora y exhibidora, pasando en 1934, con ‘La hermana San Sulpicio’ a la producción. Propiedad de la familia Casanova, empresarios germanófilos. El modelo fue siempre la comedia musical alemana. Producciones caras, encargadas a directores veteranos, ya consagrados en el mudo como Benito Perojo o Florian Rey. Después de la guerra siguió produciendo cine de este corte, con Florian Rey como director estrella. Incluso rodó dos películas, ‘Carmen la de Triana’ y ‘La canción de Aixa’, en los estudios de Berlín durante la guerra, bajo la protección del régimen nazi. Según testimonios, Hitler era un gran admirador de Imperio Argentina. La excepción a esta inspiración conservadora serán las obras de Benito Perojo, cosmopolitas o, incluso, uno político, ‘Nuestra Natacha’, que, filmada en 1936, no llegó a estrenarse. Perojo, en la posguerra, se ha de olvidar de sus comedias sofisticadas para meterse de lleno en un cine “folclórico” y tradicionalista. Con todo, vemos que el cine de Cifesa es eminentemente escapista, bien a través del costumbrismo, bien en forma de comedia sofisticada.



Sin embargo Fernando Rey es claramente tradicionalista, pese a ciertos apuntes sociales en ‘La aldea maldita’ (1932) rodada antes de que Cifesa iniciara sus producciones. Incluso se muestra clerical en algunos títulos como ‘Nobleza baturra (1934), que al parecer era una de las películas favoritas de Hitler. Con el estallido de la guerra, se muestra abiertamente profranquista y se va a rodar a la Alemania nazi.

‘La hermana San Sulpicio’ (1934)
Es una de mis películas favoritas del periodo, con una de mis actrices favoritas de todos los tiempos. Basada en la novela homónima de Palacio Valdés (1889), es una comedia pura, un musical puro. En el sentido de que no hay alusiones a la actualidad y que el elemento musical tiene el único sentido de entretenimiento. Hay cantes, no bailes. Es una producción relativamente barata, por ser la primera de la productora: 100 mil pts. De las que 26 mil van para su estrella, que ya lo era en el cine mudo, con el mismo director, con el que se casó en esta época, y con el que tuvo la primera hija de ambos. No presenta ningún conflicto de clases ya que todo se desarrolla entre la alta burguesía. La única alusión política es el militante carlismo del protagonista masculino que lo acerca a la familia de la protagonista femenina y le permite acceder e intimar, incluso conseguir un trabajo con el tutor de la monja. Tiene un elemento religioso que es al mismo tiempo levemente turbador: es la historia de una monja que prefiere el cante flamenco y el amor carnal de un hombre al claustro, a los cantos religiosos y al amor espiritual de Dios. 



El cante flamenco está presentado con toda naturalidad sin vincularlo a los tópicos decimonónicos de noche, clases bajas y gitanos. Por el contrario, la que canta, con toda naturalidad como digo, es una monja procedente de la clase social alta sevillana. Un puro y divertido entretenimiento. Me gusta que el flamenco esté aquí desprovisto de todo contexto social y racial, desligado de la noche y del alcohol, porque de hecho representa, no una estilización artística sin más, sino una realidad: la de que el flamenco es la música popular del periodo y una película musical se hace por tanto flamenca. El flamenco ocurre en los salones de la alta burguesía y lo cantan, con toda naturalidad y sin ningún pretexto las señoritas herederas y comparte el mismo espacio que una sonata de Beethoven o un lied de Schubert. Al final, vestida a la última moda, con sombrero y boa al cuello, y la risa más fresca que una fuente, suenan las sevillanas instrumentales. De la popularidad del flamenco en este periodo da cuenta el hecho de que la actriz más famosa del momento canta y baila el estilo tan tranquilamente.



Rey había tratado temas sociales, levemente, en ‘La aldea maldita’ (1932) y aludiría al tema del honor sexual en ‘Nobleza baturra’ (1935), pero esto es una comedia pura. También es una película flamenca, no sólo porque fuera la música más popular de la época, también por cuestiones económicas, claro, porque una cantaora y un guitarrista son más baratos que una orquesta y un ballet. Conforme el cine musical autóctono conquista más público, pasa de flamenco a orquestal. También ocurrirá en las películas de Angelillo. Aparece fugazmente Pepe de la Matrona, del que se escucha también su voz cantando por soleá. En todo caso la película no trata de flamencos ni de gitanos, sino de una monja que ríe. La música incidental, orquestal, es de Turina, aunque hay algunas composiciones originales para ciertos pasajes.

Imperio Argentina no era una cantaora de flamenco sino una actriz polivalente que lo mismo cantaba copla que tango argentino que jotas aragonesas. Debutó con la versión muda de esta obra en 1929, a cargo del mismo director. Es de suponer, por tanto, que tuvo que estudiar para cantar los estilos de flamenco que hace en la película. Hay que decir que los hace muy bien, con mucha gracia y frescura. Es la historia de una monja que ríe, y la risa es nada menos que la de Imperio Argentina. Las alusiones sexuales son directas.


La película evidencia la mano maestra de un veterano director en detalles de estilo como  los picados, primeros planos, encuadres poco habituales, planos largos. La obra es básicamente contemplativa, con elementos paisajísticos, un lento fluir vital, como el de la novela decimonónica de la que procede. Un transcurso lento, moroso, suave, sin grandes conflictos ni pasiones, sin grandes dramas ni grandes comedias, con cierta voluntad artística por parte de su director, pero muy sutil, muy atemperada. Con algún detalle surrealista como el del marido que llega a casa borracho y maulla. Un detalle propio de los aires liberales característicos del periodo es cuando, en una visita a las cuevas de Aracena, las parejas aprovechan la oscuridad para besarse y hacer el amor.



El mismo director, Florian Rey, que, en cierto modo, inventó el musical flamenco con esta película, lo destruiría más tarde con ‘Morena Clara’, creando el modelo de “cine folcórico” de inspiración flamenca pero no flamenco, sino orquestal, que se impondría en el franquismo. Precisamente la abundancia de medios sería lo que mataría al flamenco, aunque en la segunda película el tema fuera, aparentemente, más flamenco y más gitano. Así pues el musical de cante flamenco, que encontraremos ya, tan sólo, de forma estricta, en otra película, ‘La hija de Juan Simón’, quedó abortado prácticamente para siempre. A partir de entonces el cine flamenco estará centrado en el baile, pero nunca más en el cante. Lo cierto es que el cante flamenco ya no volverá a las cotas de popularidad que gozó en los años 20 y 30 del siglo XX.




‘La hermana San Sulpicio’ no es ni de lejos una españolada, género que, según Roman Gubern, lo inventaron los franceses. No hay gitanos, ni toreros, ni siguiera flamencos profesionales, no hay tabernas sino salones burgueses, aristocráticos, claustros religiosos, las aguas termales de Marmolejo, carlistas, médicos gallegos y un delicioso paseo en barca por el río Guadalquivir. Es una comedia burguesa con cante flamenco, una rareza que jamás se volverá a repetir, ni siquiera en las personas de Rey-Argentina. Por eso le tengo tango cariño al film. Es la primera producción de Cifesa y está rodada en los estudios Orphea de Barcenola, los mismos en los que luego se rodaría ‘María de la O’.


Ahí os dejo a la fiera por peteneras:


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