por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







domingo, 25 de agosto de 2013

Pessoa por soleares



Baile: Pepe Torres. Cante: David El Galli, Moi de Morón. Guitarra: Paco Iglesias. Lugar: Patio del Cicus, Sevilla. Fecha: Viernes, 23 de agosto. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Pepe Torres es el genio flamenco de la reticencia. Es lo que Eastwood a la actuación o Leonard Cohen a la canción de autor. Lograr el máximo de emoción con los mínimos elementos técnicos, físicos, con la mínima expresión. Tanto es así que estuvo menos tiempo en el escenario que el total de las actuaciones en solitario de su grupo. Esta es la pega que impide que hablemos de un espectáculo redondo: demasiado cante solista. Las bulerías sobraron, aunque siempre sea un gusto escuchar a dos enormes cantaores como El Galli y Moi de Morón. No hablo de la calidad de las interpretaciones sino del ritmo escénico.
El baile de Pepe Torres es único en el panorama de la danza flamenca actual. En su estilo no caben aspavientos ni florituras: va al meollo de la cuestión. Así, se encuentra en las antípodas de la tendencia actual de horror al vacío flamenco. En sus intervenciones regula como los grandes maestros, Farruco, Isidro Vargas o Rafael el Negro, los silencios y la energía escénica. Es, como decía más arriba, un genio de la contención flamenca. Por eso cuando se desmelena surgen ramalazos de emoción. Es un tipo de baile masculino que hoy se ha convertido en una rareza escénica. De ahí que el público reciba entusiasmado su mensaje, por lo inhabitual. Existencialismo reconcentrado, Pessoa por soleares. Baile viril, intimista, sólido como una roca, con sabor a campiña y a tiempo detenido. Estoicismo, austeridad  y gallardía. La tierra como sostén y el hombre como una cosa entre las cosas, como un elemento mineral más del paisaje. Un baile que descubre primitivos esplendores y generaciones de hombres apegados a la tierra.


El grupo estuvo espléndido, tanto en su versatilidad y compenetración con el baile como en solitario. En artistas como Torres el grupo adquiere la mayor importancia ya que es de los pocos, hoy en día, que le bailan al cante. Que escuchan. Que marcan la letra. En los últimos tiempos he notado que Moi de Morón ha cambiado su antiguo salvajismo por un grito algo más civilizado, moderado si quieren. Lo cual ha permitido que afloren matices delicados, íntimos, que han engrandecido su arte, ya de por sí enorme.

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