Mañana finaliza la exposición ‘100 años de flamenco
en Nueva York’ que se lleva a cabo en la New York Public Library for the
Perfoming Arts de la ciudad norteamericana.
La primera bailarina de fama de aires nacionales
hispanos en Estados Unidos fue la austriaca Fanny Elssler, cuya cachucha
encandiló al público del Park Theater de Nueva York en 1840. Elssler jamás pisó
tierra española, y aprendió las danzas boleras en París, de la mano de Dolores
Serral. La primera bailarina española en debutar en Estados Unidos fue Pepita
Soto que, según noticias publicadas por el maestro Ortiz Nuevo, hizo una gira norteamericana en 1858. Trinidad
Huertas ‘La Cuenca’ fue la primera en bailar flamenco en New York, en concreto
en 1888 en el teatro Koster & Bial´s. Bailó su zapateado y ‘La corrida’, en
la que, no sólo imitaba los lances del toreo, sino que lidiaba una vaquilla en
escena. La Cuenca era una excepción entre las bailaoras españolas del momento,
ya que el zapateado y los pantalones estaban reservados para el baile de
hombre. La almeriense Camen Dauset, Carmencita, se estableció en New York en la
primera mitad de los ochenta del siglo XIX donde puso academia de baile y desde
donde viajó por todo el país en innumerables giras, además de hacer publicidad
y filmar la primera película protagonizada por una mujer, en 1894, a las
órdenes de Thomas Alva Edison. Por supuesto que la conquista mundial que
Antonio Mercé ‘La Argentina’ emprendió con el objeto dar a conocer la danza
española, y que le hizo llevar el flamenco, por vez primera, a Japón, la llevo
a New York en diferentes ocasiones. Allí estreno ‘La danza de los ojos verdes’,
la última composición de Enrique Granados, escrita como desagravio a la Mercé,
a la que había encargado la coreografía de Goyescas, que finalmente firmó otra
bailaora. Granados murió en el camino de vuelta a España cuando su barco fue
torpedeado por un submarino alemán, en el trascurso de la primera guerra
mundial. La Argentina volvió a Nueva York para convertirse en la bailarina
española favorita de John Martin, el mítico crítico de danza del ‘New York
Times’. De las conexiones de Ruth S. Denis, Ted Shawn y Martha Graham con la
danza española también da cuenta esta exposición. Encarnación López Júlvez ‘La
Argentinita’ tuvo tal relación con New York que, a consecuencia de su exilio en
la guerra civil, se estableció en esta ciudad hasta 1945 en que murió. En su
compañía llevaba a Antonio el de Triana, definitivamente establecido desde esta
fecha en Estados Unidos, y a su hermana, Pilar López. Pero la Argentinita
incorporó a bailaores americanos (Manolo Vargas, Roberto Ximénez, Luisillo) y
neoyorquinos (José Greco) a su compañía.
Otros artistas flamencos que sedujeron al mítico John
Martin en sus comparecencias neoyorquinas fueron Vicente Escudero y Carmen
Amaya, aunque en el caso de la gitana catalana no fue hasta su segundo viaje a
New York que Martin se le rindió. Amaya abandonó España en 1936, también como
consecuencia de la guerra civil, estableciéndose en Argentina y México y,
finalmente, en 1941, en Estados Unidos. Se dice que estrenó el baile del
taranto en el Carnegie Hall en 1942. Sabicas, que se había unido a la compañía
de Carmen en Argentina, se emancipó de la misma durante la estancia neoyorquina
de los Amaya y se estableció en la ciudad de los rascacielos hasta su muerte en
1990. Antonio y Rosario estuvieron presentes, sin dudas, en el debut de Carmen
Amaya en el Carnegie Hall, ya que por esa época estuvieron una temporada
trabajando en New York y grabaron, al igual que Carmen Amaya y Antonio el de
Triana, varias películas en Hollywood.
Un neoyorquino que recorrió el mundo entero como
representante de lo jondo fue José Greco, nacido en Italia en 1918, pero que
emigró con sus padres a New York siendo un niño. Ingresó en la compañía de La
Argentinita y en los años 50 fue el icono flamenco más conocido en todo el
mundo. En su compañía militó un tiempo el maestro Farruco.
Otro hito del flamenco ocurrido a la sombra de los
rascacielos neoyorquinos fue la asistencia de Mario Maya a las clases de Alvin
Ailey, de donde surgió la inspiración para su danza teatro flamenco: Maya trata
de contar en sus primeros espectáculos teatrales la épica gitana, a imitación
de lo que Ailey había hecho con la cultura afroamericana en los suyos. Esta
exposición habla también de la trayectoria de artistas flamencos
norteamericanos contemporáneos como María Alba o Carlota Santana.
La exposición esta comisariada por las investigadoras flamencas Ninotchka Bennahum y K. Meira Goldberg. Bennahum es coreógrafa, profesora universitaria de danza,
autora de un libro sobre ‘La Argentina’. La Meira es profesora de baile flamenco,
formada en las academias de Los Ángeles y que trabajó en varios tablaos
madrileños en los años 80. Su tesis doctoral sobre Carmen Amaya incluye
numerosas entrevistas con personas que convivieron con la genial bailaora
barcelonesa y que cristalizó en el libro ‘Border Trespasses: The Gypsy Mask and Carmen
Amaya's Flamenco Dance’. La exposición fue ideada por Carlota Santana,
fundadora y directora artística de la Compañía Flamenco Vivo.
En los textos que acompañan a esta exposición se
lleva a cabo una introducción a los orígenes del flamenco en la que hay una referencia a la teoría de la “época hermética”, que hoy, como saben, ha
sido cuestionada por las investigaciones llevadas a cabo por José Luis Ortiz
Nuevo, Faustino Núñez, Antonio Barberán y Manolo Bohórquez. Mi postura se alinea con las de estos últimos investigadores. El flamenco no sería posible sin los gitanos. Muchos intérpretes gitanos fueron fundamentales en el nacimiento y
desarrollo del arte jondo, pero no precisamente por esta cualidad del
hermetismo. De hecho, los artistas flamencos estuvieron desde un primer momento
al lado de las vanguardias artísticas y tecnológicas, como evidencian los
músicos y bailaores citados en este artículo y en esta exposición, tanto
gitanos, La Macarrona, Carmen Amaya y Sabicas, como no gitanos. Esta exposición
es un regalo de la ciudad de New York a la cultura flamenca y española.
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