El disco está inspirado
en Mercedes Sosa y es, por tanto, un ramillete muy representativo de la música
folclórica de autor argentina. Lo cual significa, grandes melodías y buenos y
abundantes textos. Cada canción es una historia, un drama, un poema épico, un
canto al tiempo que se fue. El Cigala pone su voz flamenca y el argentino Diego
García, El Twanguero, los
arreglos y la guitarra. Se trata de una guitarra eléctrica que cruza a Django
Reinhardt con el slim de Nashville. La relajación de El Twanguero casa bien con
los biorritmos tranquilos de la voz del Cigala. Sonidos en la frontera, de
amplios horizontes, desierto abrasado: hombres asolados, épica de la derrota. ‘La canción de las pequeñas cosas’
tiene un precedente flamenco en la voz de José Anillo, en el disco debut del
cantaor gaditano. El Cigala pasa rápidamente de la canción al son merced a la
percusión cubana de José Luis Quintana ‘Changuito’.
El tango ‘Naranjo en flor’ cuenta
también con interpretaciones de fama, de Goyeneche a Calamaro. Se trata pues de
un enorme reto para la voz de Diego el Cigala. El tono, por tanto, de esta
obra, como de la anterior de nuestro cantaor, es la melancolía, el pasado, el
tiempo, añorar un tiempo que se fue. El disco incluye otro tema firmado por los
hermanos Expósito, ‘Siempre París’,
un tango interpretado en directo como un dúo guitarra y voz. ‘Los mareados’, como ‘Naranjo en flor’, es uno de los
descartes de ‘Cigala & Tango’,
otro éxito de Goyeneche, pasado aquí por el Mississippi, con un toque muy
épico. El tercer descarte del disco anterior de El Cigala es ‘Por una cabeza’, donde surge el
nombre del mayor mito argentino, después de Evita y Maradona, Gardel. Se trata
de un dúo con Adriana Varela, que ofrece una interpretación estrictamente
tanguera, mientras que El Cigala le aporta un melancólico melodismo muy
entrañable, así como un estribillo final a ritmo de tientos flamencos.
Argentina es también Martín Fierro y Fierro son cuchilleros, gauchos, llanuras
… inventadas acaso en la ciudad, porque la épica del gaucho es una creación
urbana.
Hombres de ciudad que añoraban el campo de sus padres, de su infancia,
y que confundían la realidad con sus deseos, el pasado con su melancolía. Ese
es el estado de ánimo que rige ‘La
milonga de Martín Fierro’. ‘Déjame
que me vaya’ presenta la guitarra flamenca de Antonio Rey a ritmo de
fandangos y la percusión de Isidro Suárez. Lo mejor de la interpretación del
Cigala es la progresión melódica y sentimental, pues empieza en un tono bajo
para ir subiendo conforme las palabras y las emociones se acumulan. El ‘Romance de la luna tucumana’, la
canción que da título al disco, es un clásico de Atahualpa Yupanqui que El
Cigala trasforma en una rumba flamenca, de nuevo con la colaboración de Antonio
Rey y las palmas de Isidro Suárez. Sin duda la más flamenca de las
interpretaciones del Cigala en este disco, donde se acuerda de su ídolo,
Camarón, y que se cierra con un coro masculino cubano. ‘Balderrama’ es una delicada vuelta a la zamba y a Mercedes Sosa,
al norte, a los Andes, a la luna tucumana. Falta la épica de la voz de la gran
maestra argentina, a la que resulta inevitable evocar, pero está ese gusto por
la melodía que es marca de la casa Cigala. Es la celebración de la vida, del
canto, de la fiesta, de la amistad por tanto, en una versión muy solemne, marca
Sosa por tanto, y rítmica. ‘Niebla del
riachuelo’ ya aparece, aunque incompleta, en el disco Lágrimas negras, aunque aquí nos la
ofrece El Cigala con toda su letra. El disco se cierra con la tremenda ‘Canción para un niño en la calle’ con
la voz de la homenajeada en esta obra, Mercedes Sosa y las guitarras del
Twanguero y Paquete. Un aldabonazo, naturalmente.
La interpretación del cantaor es correcta, y eso es lo mejor y lo peor de ella. Muy respetuosa y, al mismo tiempo, previsible, lánguida. Tengo la sensación de que muchos de sus recursos, no técnicos, ya que El Cigala lo puede cantar todo y todo bien, sino emocionales, han quedado sin uso en este disco. La calidad de las composiciones está muy por encima de la interpretación, a la que le falta imaginación y riesgo. El Cigala canta bien, claro. Es seguramente el más dotado para esta representación: cantar el bolero cubanizado, el tango porteño o el folclore andino a la forma flamenca. El Cigala no puede ni quiere renunciar al quejío y al melisma flamenco.
Menos mal. Se trae al bolero, el tango o la canción argentina a su terreno, a
nuestro terreno, como hicieron antes Manuel Vallejo, La Niña de los Peines,
Bambino o Bernarda de Utrera, por decir algo. Sin embargo, en esta obra se
muestra en exceso fiel al guión. No hay riesgo, no sólo en esta obra, sino en
los últimos años de su devenir artístico. Y sin riesgo un artista está muerto. Éste es el octavo disco del Cigala que desde ‘Lágrimas negras’ (2003) no ofrece una entrega estrictamente
flamenca, sino que se viene inclinando en los últimos años por la canción
cubana y argentina. Aunque por supuesto con su acento jondo y las
colaboraciones de artistas flamencos de la talla de Antonio Rey, El Paquete o
El Piraña.
El Cigala es el nombre artístico de Diego Ramón Jiménez Salazar (Madrid, 1968).
Se inició en los tablaos y peñas de Madrid, para pasar después a las compañías
de Cristóbal Reyes, Mario Maya, Tomatito, Manolete, Carmen Cortés, El Güito,
Farruco, Manuela Carrasco, Gerardo Núñez, etc. Con ‘Lágrimas negras’, a dúo con Bebo Valdés, cosechó dos Premios
Grammy, cinco Premios Amigo, el Micrófono de Oro, tres Premios de la Música,
entre ellos el de Mejor Disco del Año, cinco nominaciones a los Grammy Latinos,
triple disco de platino en España, platino en Argentina, México y Venezuela.
También ha obtenido un premio ondas y grabado junto a otros grandes artistas
del flamenco y de otras músicas como Paco de Lucía, Alejandro Fernández,
Van-Van, Jerry González, Vicente Amigo, etcétera. Su primer disco, ‘Undebel’, es de 1998, al que
siguieron ‘Entre vareta y canasta’ (2000),
‘Corren tiempos de alegría’
(2001), ‘Teatro Real’ (2002), ‘Lágrimas negras’ (2003), ‘Picasso en mis ojos’ (2005), ‘Dos lágrimas’ (2008) , ‘Cigala & Tango’ (2010) y este ‘Romance de la luna tucumana’ (2013).
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