por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







lunes, 10 de junio de 2013

El desierto abrasado del Cigala

Diego el Cigala 'Romance de la luna tucumana' Producido por Ramón Jiménez, Cigala Music



El disco está inspirado en Mercedes Sosa y es, por tanto, un ramillete muy representativo de la música folclórica de autor argentina. Lo cual significa, grandes melodías y buenos y abundantes textos. Cada canción es una historia, un drama, un poema épico, un canto al tiempo que se fue. El Cigala pone su voz flamenca y el argentino Diego García, El Twanguero, los arreglos y la guitarra. Se trata de una guitarra eléctrica que cruza a Django Reinhardt con el slim de Nashville. La relajación de El Twanguero casa bien con los biorritmos tranquilos de la voz del Cigala. Sonidos en la frontera, de amplios horizontes, desierto abrasado: hombres asolados, épica de la derrota. ‘La canción de las pequeñas cosas’ tiene un precedente flamenco en la voz de José Anillo, en el disco debut del cantaor gaditano. El Cigala pasa rápidamente de la canción al son merced a la percusión cubana de José Luis Quintana ‘Changuito’. El tango ‘Naranjo en flor’ cuenta también con interpretaciones de fama, de Goyeneche a Calamaro. Se trata pues de un enorme reto para la voz de Diego el Cigala. El tono, por tanto, de esta obra, como de la anterior de nuestro cantaor, es la melancolía, el pasado, el tiempo, añorar un tiempo que se fue. El disco incluye otro tema firmado por los hermanos Expósito, ‘Siempre París’, un tango interpretado en directo como un dúo guitarra y voz. ‘Los mareados’, como ‘Naranjo en flor’, es uno de los descartes de ‘Cigala & Tango’, otro éxito de Goyeneche, pasado aquí por el Mississippi, con un toque muy épico. El tercer descarte del disco anterior de El Cigala es ‘Por una cabeza’, donde surge el nombre del mayor mito argentino, después de Evita y Maradona, Gardel. Se trata de un dúo con Adriana Varela, que ofrece una interpretación estrictamente tanguera, mientras que El Cigala le aporta un melancólico melodismo muy entrañable, así como un estribillo final a ritmo de tientos flamencos. Argentina es también Martín Fierro y Fierro son cuchilleros, gauchos, llanuras … inventadas acaso en la ciudad, porque la épica del gaucho es una creación urbana. 




Hombres de ciudad que añoraban el campo de sus padres, de su infancia, y que confundían la realidad con sus deseos, el pasado con su melancolía. Ese es el estado de ánimo que rige ‘La milonga de Martín Fierro’. ‘Déjame que me vaya’ presenta la guitarra flamenca de Antonio Rey a ritmo de fandangos y la percusión de Isidro Suárez. Lo mejor de la interpretación del Cigala es la progresión melódica y sentimental, pues empieza en un tono bajo para ir subiendo conforme las palabras y las emociones se acumulan. El ‘Romance de la luna tucumana’, la canción que da título al disco, es un clásico de Atahualpa Yupanqui que El Cigala trasforma en una rumba flamenca, de nuevo con la colaboración de Antonio Rey y las palmas de Isidro Suárez. Sin duda la más flamenca de las interpretaciones del Cigala en este disco, donde se acuerda de su ídolo, Camarón, y que se cierra con un coro masculino cubano. ‘Balderrama’ es una delicada vuelta a la zamba y a Mercedes Sosa, al norte, a los Andes, a la luna tucumana. Falta la épica de la voz de la gran maestra argentina, a la que resulta inevitable evocar, pero está ese gusto por la melodía que es marca de la casa Cigala. Es la celebración de la vida, del canto, de la fiesta, de la amistad por tanto, en una versión muy solemne, marca Sosa por tanto, y rítmica. ‘Niebla del riachuelo’ ya aparece, aunque incompleta, en el disco Lágrimas negras, aunque aquí nos la ofrece El Cigala con toda su letra. El disco se cierra con la tremenda ‘Canción para un niño en la calle’ con la voz de la homenajeada en esta obra, Mercedes Sosa y las guitarras del Twanguero y Paquete. Un aldabonazo, naturalmente. 


La interpretación del cantaor es correcta, y eso es lo mejor y lo peor de ella. Muy respetuosa y, al mismo tiempo, previsible, lánguida. Tengo la sensación de que muchos de sus recursos, no técnicos, ya que El Cigala lo puede cantar todo y todo bien, sino emocionales, han quedado sin uso en este disco. La calidad de las composiciones está muy por encima de la interpretación, a la que le falta imaginación y riesgo. El Cigala canta bien, claro. Es seguramente el más dotado para esta representación: cantar el bolero cubanizado, el tango porteño o el folclore andino a la forma flamenca. El Cigala no puede ni quiere renunciar al quejío y al melisma flamenco.

 

 Menos mal. Se trae al bolero, el tango o la canción argentina a su terreno, a nuestro terreno, como hicieron antes Manuel Vallejo, La Niña de los Peines, Bambino o Bernarda de Utrera, por decir algo. Sin embargo, en esta obra se muestra en exceso fiel al guión. No hay riesgo, no sólo en esta obra, sino en los últimos años de su devenir artístico. Y sin riesgo un artista está muerto. Éste es el octavo disco del Cigala que desde ‘Lágrimas negras’ (2003) no ofrece una entrega estrictamente flamenca, sino que se viene inclinando en los últimos años por la canción cubana y argentina. Aunque por supuesto con su acento jondo y las colaboraciones de artistas flamencos de la talla de Antonio Rey, El Paquete o El Piraña.

 


El Cigala es el nombre artístico de Diego Ramón Jiménez Salazar (Madrid, 1968). Se inició en los tablaos y peñas de Madrid, para pasar después a las compañías de Cristóbal Reyes, Mario Maya, Tomatito, Manolete, Carmen Cortés, El Güito, Farruco, Manuela Carrasco, Gerardo Núñez, etc. Con ‘Lágrimas negras’, a dúo con Bebo Valdés, cosechó dos Premios Grammy, cinco Premios Amigo, el Micrófono de Oro, tres Premios de la Música, entre ellos el de Mejor Disco del Año, cinco nominaciones a los Grammy Latinos, triple disco de platino en España, platino en Argentina, México y Venezuela. También ha obtenido un premio ondas y grabado junto a otros grandes artistas del flamenco y de otras músicas como Paco de Lucía, Alejandro Fernández, Van-Van, Jerry González, Vicente Amigo, etcétera. Su primer disco, ‘Undebel’, es de 1998, al que siguieron ‘Entre vareta y canasta’ (2000), ‘Corren tiempos de alegría’ (2001), ‘Teatro Real’ (2002), ‘Lágrimas negras’ (2003), ‘Picasso en mis ojos’ (2005), ‘Dos lágrimas’ (2008) , ‘Cigala & Tango’ (2010) y este ‘Romance de la luna tucumana’ (2013).

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