por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







miércoles, 15 de junio de 2011

Algún día el piano flamenco

Piano, música, arreglos: Borja Évora. Guitarra: Lito Espinosa, José Manuel León. Cante: Carlos de Pepa, Alicia Gil. Percusión: Cepillo, Poti. Dj.: Pepe la Motta. Guitarra eléctrica: Bernd Boss, Guillermo Bandrés. Animaciones: Patricio Hidalgo. Baile: Leonor Leal. Lugar: Teatro Central. Fecha: Martes, 14 de junio. Aforo: Media entrada

La épica y el jazz. Los dos polos entre los que fluctúa el piano flamenco actual, incluyendo el piano de pared de Borja Évora. Un tipo patológicamente tímido: tocó de espaldas al público, habló con el texto escrito, ocultó su piano en el denso bosque de 10 artistas excepcionales. No quiere que lo veamos. Lo vimos. Lo que vimos fue épica. Sobre todo en su solo de por levante. Y en 'First we take Manhattan' pasado por E. y E. Morente en plan indignados enrollados. 
Así es la música de este grupo, porque Borja Évora es también un grupo: enrollada, épica, accesible. Algún día el piano flamenco, que se inició en este arte en la década de los noventa del XIX, en un disco del Canario Chico, se descubrirá como instrumento. Para ello quizá deba conocer a María Escudero o a Joan Guinjoan. Mientras tanto seguirá mirando a la casa, es decir, a la guitarra. A la épica, o al jazz. Y seguirá haciendo música tan enrollada, tan visual, tan amable, como la de Borja Évora, que nos dio cuatro o cinco flashes de pura luz en el cuerpo de Leo Leal, pimero con pantalón y camiseta negras, luego de primaveral, fecundo, estampado por tangos. Se trata de eso, de una obra amable, políticamente correcta, exportable, apta para todos los publicos, con buena parte de los tópicos más comerciales de la escena musical actual, que se refugió, tal vez por la timidez apuntada, en los arreglos brillantes, en la excelencia técnica de los intérpretes... Dios mío, aparta de mí estas obras perfectas. Y es que la imperfección implica sus riesgos: Borja Évora es un buen grupo. Pero hay tantos buenos grupos. Ojalá fuera un grupo malo, una mala persona que nos propinara una patada mortal. Sin riesgo no hay arte. Sin muerte no hay vida.

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