Día maravilloso en la ciudad. Lo sagrado ha tomado la palabra. La naturaleza muestra su poder sobre los edificios, las casas, las calles. La verde esperanza de los labriegos se traslada a la urbe. La naturaleza y su poder, inasible para el hombre. Las canales golpean contra la tela impermeable en un tumulto más atronador que los tambores de Calanda. Las calles son ríos, las avenidas océanos. De repente, el silencio. Los adoquines son espejos que reflejan un mundo. No un espejo al borde del camino sino muchos espejos en el camino. Lujuria de agua caliente. Mi coche refleja los rayos del sol. No queda un resto del polvo de la sierra que lo envolvía ayer. Llego a casa empapado y feliz. Lo que para otros fue un calvario para mí, labriego al fin, aunque trasplantado a la ciudad, representa la esperanza en la concepción de la tierra. En el cielo vemos la mañana que alimentará a nuestros hijos.
sábado, 23 de abril de 2011
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Un final que deja enganchao!!!!
ResponderEliminarcomo todas las entradas de este cuento
amigo me inclino a sus pies como siempre
Y que el monaguillo venda millones de ejemplares jajajajajajajajajajaja
Un Abrazo!!!!!!!!!!!!!!
gracias compañero, pero ¿quién es el monaguillo?
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