'Homenaje a Rancapino'. Cante: Juan Villar, Miguel Poveda, Arcángel, Antonio Reyes, Kiko Peña, Rancapino hijo. Guitarra: José Cepero, Niño Jero, Antonio Higuero, Jesús Guerroro, José Valencia. Palmas: Diego Montoya, Tete Núñez, Carlos Grilo. Percusión: Paquito González. Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: Lunes, 8 de abril. Aforo: Lleno.
Alonso Núñez Núñez ‘Rancapino’ (Chiclana de la
Frontera, 1945) es sin fisuras la sonrisa franca del flamenco, la encarnación
mejor de una forma gaditana de entender la vida y el cante. Legítimo heredero
por convicción y vivencias de los grandes maestros de Cádiz, Rancapino ha
declarado en más de una ocasión su enorme deuda con el maestro Aurelio Sellés
(al margen que la impronta de Manolo Caracol deja en su arte). Es por ello el
cante por alegrías uno de los estilos característicos de Rancapino: me refiero a las alegrías clásicas, de compás lento y tercios escuetos y
serenos, hoy que este cante parece definitivamente abocado a otros derroteros
melódicos y líricos que lo convierten en un estilo rígido, próximo a la canción
y alejado, por tanto, del universo jondo. Rancapino se aparta intuitivamente de
las soluciones estáticas y momificantes. Algo parecido podemos decir de otro de
los palos gaditanos por excelencia, la malagueña del Mellizo, en donde su voz
rota, ligera y al tiempo segura, valiente y rozada pero suave, es capaz de
matizar y casi acariciar los melismas. La cualidad más destacada de Rancapino
es su voz ronca y desgarrada, corta pero insuperable a la hora de expresar
todas las emociones propias de este arte, desde el grácil buen humor de las
chuflas gaditanas hasta los filos más hirientes de la toná. Una voz contundente
y telúrica que lo convierte en el cantaor más reconocible del flamenco. Una voz equilibrada y profunda en la soleá y dulce y feroz en la
seguiriya, a la que insufla de nueva vida con su enorme sentido del ritmo. Una
voz, en fin, a la que se ha definido como afillá, pero que va más allá de
cualquier adjetivación al uso. Estas características lo convirtieron, en especial a raíz de que se alzara con el premio Enrique el Mellizo
en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba de 1977, en una verdadera
estrella de las peñas y festivales andaluces, contando con una legión de
seguidores en toda la geografía española, a pesar de tener apenas dos
grabaciones en el mercado. En la noche del lunes, en el teatro Lope de Vega de Sevilla, encabezados por Miguel
Poveda, la nueva generación cantaora quiso rendirle el merecido homenaje a este
cantaor, pura humanidad jonda. Una lección de compañerismo, de entrega, de
celebración de lo jondo.
El homenaje ofreció muchas estampas que recordar: ese
agón fraternal por soleá marchenera de Triana, entre esas dos “voces de caramelo”,
la de Poveda, que fue el que propició el encuentro, y Arcángel. Entonces cobró
sentido la letra de ‘Convivencia’ y, lejos de parecer ñoña o afectada, se
convirtió en un verdadero himno de fraternidad jonda, de entrega flamenca al
compañero. Poveda y Arcángel protagonizaron otra de las estampas de la noche.
Inopinadamente, en el find e fiesta Arcángel se reinventa: canta ‘La bien pagá’
por bulerías y la copla está naciendo de su boca, es una cosa nueva y rara, de
resentimiento y aceptación y serenidad después del llanto. Peripatetismo
coplero, a la forma de Caracol, cuando se arranca a bailar Miguel Poveda y,
tras unos marcajes, los dos cantaores llaman juntos y abandonan la escena,
cierran la noche, con el resto de la compañía, una noche de pura alegría.
Fue
el fin de una fiesta en la que descubrimos a un cantaor adulto llamado Kiko
Peña y Rancapino volvió a demostrar que en el interior de su voz de estepa vive
una calidez eterna. Con su amigo Paco Cepero demostrando como se acompaña por
soleá, con esas falsetas cortas e incisivas como saetas. Un fin de fiesta al
que también se sumó la incombustible Matilde Coral que es capaz de dar otra
lección magistral, la enésima, de cómo se mueven los brazos, de cómo se coloca
la cabeza, de cómo se para uno en escena. Primero, de forma espontánea, y luego
invitada, espoleada, por Miguel Poveda que le cantó también al baile de una
pequeña de 5 o 6 años, el último vástago de la saga Núñez-Rancapino. Cuánto
amor, cuánto flamenco ha esparcido por los escenarios andaluces éste Alonso
Núñez Núñez ‘Rancapino’ que ayer el flamenco se lo quiso agradecer en la voz,
la inteligencia y el compañerismo de la más joven generación jonda. Honores
eternos a este chiclanero que tanta felicidad nos ha dado y al que adoramos.
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