por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







martes, 9 de abril de 2013

Una noche para Rancapino

'Homenaje a Rancapino'. Cante: Juan Villar, Miguel Poveda, Arcángel, Antonio Reyes, Kiko Peña, Rancapino hijo. Guitarra: José Cepero, Niño Jero, Antonio Higuero, Jesús Guerroro, José Valencia. Palmas: Diego Montoya, Tete Núñez, Carlos Grilo. Percusión: Paquito González. Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla. Fecha: Lunes, 8 de abril. Aforo: Lleno.

Alonso Núñez Núñez ‘Rancapino’ (Chiclana de la Frontera, 1945) es sin fisuras la sonrisa franca del flamenco, la encarnación mejor de una forma gaditana de entender la vida y el cante. Legítimo heredero por convicción y vivencias de los grandes maestros de Cádiz, Rancapino ha declarado en más de una ocasión su enorme deuda con el maestro Aurelio Sellés (al margen que la impronta de Manolo Caracol deja en su arte). Es por ello el cante por alegrías uno de los estilos característicos de Rancapino: me refiero a las alegrías clásicas, de compás lento y tercios escuetos y serenos, hoy que este cante parece definitivamente abocado a otros derroteros melódicos y líricos que lo convierten en un estilo rígido, próximo a la canción y alejado, por tanto, del universo jondo. Rancapino se aparta intuitivamente de las soluciones estáticas y momificantes. Algo parecido podemos decir de otro de los palos gaditanos por excelencia, la malagueña del Mellizo, en donde su voz rota, ligera y al tiempo segura, valiente y rozada pero suave, es capaz de matizar y casi acariciar los melismas. La cualidad más destacada de Rancapino es su voz ronca y desgarrada, corta pero insuperable a la hora de expresar todas las emociones propias de este arte, desde el grácil buen humor de las chuflas gaditanas hasta los filos más hirientes de la toná. Una voz contundente y telúrica que lo convierte en el cantaor más reconocible del flamenco. Una voz equilibrada y profunda en la soleá y dulce y feroz en la seguiriya, a la que insufla de nueva vida con su enorme sentido del ritmo. Una voz, en fin, a la que se ha definido como afillá, pero que va más allá de cualquier adjetivación al uso. Estas características lo convirtieron, en especial a raíz de que se alzara con el premio Enrique el Mellizo en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba de 1977, en una verdadera estrella de las peñas y festivales andaluces, contando con una legión de seguidores en toda la geografía española, a pesar de tener apenas dos grabaciones en el mercado. En la noche del lunes, en el teatro Lope de Vega de Sevilla, encabezados por Miguel Poveda, la nueva generación cantaora quiso rendirle el merecido homenaje a este cantaor, pura humanidad jonda. Una lección de compañerismo, de entrega, de celebración de lo jondo. 



El homenaje ofreció muchas estampas que recordar: ese agón fraternal por soleá marchenera de Triana, entre esas dos “voces de caramelo”, la de Poveda, que fue el que propició el encuentro, y Arcángel. Entonces cobró sentido la letra de ‘Convivencia’ y, lejos de parecer ñoña o afectada, se convirtió en un verdadero himno de fraternidad jonda, de entrega flamenca al compañero. Poveda y Arcángel protagonizaron otra de las estampas de la noche. Inopinadamente, en el find e fiesta Arcángel se reinventa: canta ‘La bien pagá’ por bulerías y la copla está naciendo de su boca, es una cosa nueva y rara, de resentimiento y aceptación y serenidad después del llanto. Peripatetismo coplero, a la forma de Caracol, cuando se arranca a bailar Miguel Poveda y, tras unos marcajes, los dos cantaores llaman juntos y abandonan la escena, cierran la noche, con el resto de la compañía, una noche de pura alegría. 



Fue el fin de una fiesta en la que descubrimos a un cantaor adulto llamado Kiko Peña y Rancapino volvió a demostrar que en el interior de su voz de estepa vive una calidez eterna. Con su amigo Paco Cepero demostrando como se acompaña por soleá, con esas falsetas cortas e incisivas como saetas. Un fin de fiesta al que también se sumó la incombustible Matilde Coral que es capaz de dar otra lección magistral, la enésima, de cómo se mueven los brazos, de cómo se coloca la cabeza, de cómo se para uno en escena. Primero, de forma espontánea, y luego invitada, espoleada, por Miguel Poveda que le cantó también al baile de una pequeña de 5 o 6 años, el último vástago de la saga Núñez-Rancapino. Cuánto amor, cuánto flamenco ha esparcido por los escenarios andaluces éste Alonso Núñez Núñez ‘Rancapino’ que ayer el flamenco se lo quiso agradecer en la voz, la inteligencia y el compañerismo de la más joven generación jonda. Honores eternos a este chiclanero que tanta felicidad nos ha dado y al que adoramos.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario