Ha sido el último
gran terremoto de este arte que, por su coincidencia con un periodo de enorme
influencia mediática fue ampliado hasta convertirse en un fenómeno social sin
precedentes que, en buena parte, ha ensombrecido el hecho artístico. En este
último ámbito, el estético, Camarón (San Fernando, 1950- Badalona, 1992) ha
ejercido en nuestro tiempo tanta influencia, sino más, que Chacón, Caracol o
Mairena en el suyo. A decir verdad el fenómeno Camarón cuenta con un único
precedente ligeramente asimilable, el del Niño de Marchena, cantaor con el que
tantas semejanzas tiene el de La Isla,aunqueno lo parezca a primera vista,
puestas de manifiesto en escasísimas ocasiones (así Agustín Gómez en su
reciente ‘De estética flamenca’).
Clasicismo y revolución
Camarón ha pasado a
los anales flamencos como el último gran revolucionario de este arte. Sin
embargo el artista fue durante mucho
tiempo un intérprete de corte clásico, como atestigua buena parte de su
discografía o la obtención de galardones en certámenes de cante tradicional o
concedidos por instituciones tradicionalistas, como el Primer Premio en el
Concurso ‘Antonio Mairena’ de Mairena del Alcor (1971) o el Premio
Nacional de Cante de la Cátedra de Flamencología de Jerez (1975). Los años
setenta fueron un buen periodo para el cante tradicional aunque la bonanza
discográfica obligaba a los artistas a llevar a cabo alguna concesión
comercial, a la que no escaparía ningún intérprete de la época. La revolución
camaronera iniciada a finales de los setenta no surgió de la nada: el flamenco
pop era un género consolidado desde los años sesenta, y el ambiente
experimental ya había producido fenómenos como Smash, Lole y Manuel o los
propios Veneno, que acompañarían al de La Isla en ‘La leyenda del tiempo’,
como instrumentistas y compositores. Por otra parte, cantaores como Enrique
Morente ya se habían atrevido a musicar poemas de Miguel Hernández, Antonio
Machado o el propio Lorca. Ahora bien, el carisma del isleño era único e
intrasferible. Y Camarón llegó a la mayoría y se convirtió en un mito: alcanzó
la máxima cotización económica y de ventas de discos hasta entonces de un
artista flamenco, y posee, asimismo, el récord de asistencia a un evento
flamenco. El 10 de mayo de 1988 quince mil almas se acercaron al Palacio de los
Deportes de Madrid, hoy reducido a cenizas, para escuchar y aclamar al cantaor.
Un fenómeno social y mediático acentuado por su temprana muerte: como los
dioses, Camarón está más allá del tiempo y su fuerza permanecerá intacta para
la eternidad por obra suya y gracia del disco compacto.
Afinación
prodigiosa
¿Cuáles son los
poderes artísticos de este fenómeno? Ante todo su prodigiosa afinación, caso
único en el ámbito flamenco. Este ‘don natural’ tiene que ver sin duda
con la enorme afición que el cantaor demostrara siempre, no sólo hacia este
arte, sino a todo tipo de música
popular vocal Por otro lado está
su enorme sentido del ritmo, que demostró especialmente en los cantes festeros.
Finalmente su gran personalidad artística, que trasfiere a todos los estilos,
tanto los levantinos como los de ritmo estricto.
Concierto,
disco y libro
Formó un tándem inolvidable con Paco de Lucía, merced al
concepto de ‘Colaboración especial’ que acuñó el productor de sus
primeros discos, Antonio Sánchez Pecino, dúo que apenas lograría separar la
muerte del cantaor, el 2 de julio de 1992, a pesar de la conocida polémica
sobre los derechos de autor. Descubrió a uno de los más importantes
guitarristas de nuestra época, Tomatito, un músico tocado todavía por el aura
de los muchos años y escenarios compartidos con Camarón. Inauguró toda una
escuela flamenca de interpretación, con infinidad de seguidores e imitadores,
marcando a todas las promociones posteriores de intérpretes. Entre sus epígonos
más destacados figuran José Mercé, Diego El Cigala, Duquende o El Potito, todos
ellos con una notable personalidad, algunos de los cuales estarán el próximo 14
de septiembre en el Hotel Triana en el espectáculo ‘Territorio Camarón’,
homenaje que la Bienal de Sevilla le dedica a los diez años de su
fallecimiento. La nueva biografía, firmada por Luis Fernández Zaurín y José
Candado Calleja (‘Camarón, biografía de un mito’, RBA), apenas aporta
datos nuevos de relevancia, aunque nos acerca al Camarón más íntimo merced a
las confesiones de Candado, ‘road manager’ del artista en su última
época. El disco homenaje, que se presentó ayer, cuenta con la participación de
familiares, amigos íntimos y ex colaboradores.
De Leyenda y
Arena recomendamos
Al margen de consideraciones comerciales, podemos señalar dos partes bien diferenciadas en
la trayectoria del cantaor, con las lógicas imbricaciones. Así a una primera
época pujante, clasicista, sucede otra barroca y decadente, que es por otro
lado la que resulta más seductora para la mayoría. Sin embargo en la primera ya
encontramos, puntualmente, estribillos a coro, bajo eléctrico y demás arreglos
manieristas. De la misma manera que en su periodo posterior aparecen elementos
de corte clásico, especialmente en las grabaciones en directo. Se considera a ‘La
leyenda del tiempo’ el arranque de la segunda etapa, como el culmen de la
misma. Es sin embargo el disco que peor ha soportado el paso del tiempo: los
arreglos e instrumentación están demasiado ligados a la estética pop de los
setenta. Grabaciones posteriores, como ‘Calle Real’, resultan hoy más
frescas merced al acompañamiento del sexteto de Paco de Lucía. No son dos
periodos excluyentes ni contradictorios, como piensan algunos aficionados, pero
está claro que cada cual se siente más o menos cerca de una u otra estética.
Con todo, si hubieramos de elegir una sola grabación de toda su trayectoria
(elección que, evidentemente, no tenemos que hacer pero..., pongamos que un
amigo lapón, que en su vida ha escuchado al de La Isla, nos pide una
recomendación), nos quedamos con el sobrio equilibrio de 'Castillo de arena',
en donde el cantaor alcanza su madurez como intérprete y aficionado, adaptando
a su tiempo y condiciones tanto los estilos rítmicos como los ‘jondos’.
[Este
texto, con el título ‘Camarón, diez años después’ se publicó en el ‘Diario de
Sevilla’ el 2-7-2002. Hoy lo doy a las prensas virtuales tal cual, porque
suscribo, aunque con matices, la esencia de lo dicho entonces. Los matices:
también, entre otras causas, por el amor a la muerte que tenemos por estos
lares, el cetro de flamenco revolucionario a pasado al maestro y añorado
Enrique Morente en los últimos años. Todavía hay algún artista en la escena
contemporánea que puede discutir este honor a los dos fallecidos, aunque cuenta
con el inconveniente, y por muchos años, de que respira y es envidiado. No
estoy seguro de que hoy elegiría el disco ‘Castillo de arena’ como
representativo único del arte camaronero, aunque es un disco enorme y muy
importante para mi memoria sentimental. Por otra parte, el reproducir este
artículo tal cual, permite ver las miserias y grandezas de los 10 últimos años
en torno a lo jondo: desde luego no tenemos, hoy, ningún disco de homenaje a
nuestra cantaor aunque el libro de mi paisano Francis Mármol me resulta más
interesante que el que publicó Candado diez años atrás].
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