por Juan Vergillos

PREMIO NACIONAL DE FLAMENCOLOGÍA

Ha publicado novelas, ensayos, libros divulgativos, relatos, poemas y letras de canciones. Ha escrito y dirigido espectáculos de danza y de cante flamenco. Ha dirigido festivales de flamenco y otras artes escénicas. Ha ofrecido conferencias, talleres y espectáculos en teatros, festivales, colegios y universidades de Europa y América. Colabora habitualmente en la prensa generalista y especializada. Dirige el blog Vaivenes Flamencos.







martes, 15 de octubre de 2013

Ceremonial dionisiaco



Cante: El Pele. Guitarra: Patrocinio, hijo. Baile: El Güito. Percusión: Pele, hijo. Lugar: Sala Joaquín Turina, Sevilla. Fecha: Jueves, 10 de octubre. Aforo: Lleno.

Está pletórico. Hace un mes recibió el Giraldillo y el martes pasado el Compás del Cante en reconocimiento a su brillante trayectoria. Es cierto que está en un momento extraordinario, pero no lo es menos que siempre ha sido un cantaor completo y personal. Es la versión dionisiaca del jondo actual. La entrega, el color vocal. La belleza física y la capacidad de dar rienda suelta a las emociones en escena. Y el juego, aunque sea un juego tan serio como la seguiriya que nos ofreció a las primeras de cambio, después de la zambra caracolera. 




El Pele sabe hacer sublime el costumbrismo, como demostró en la soleá trianera, en las alegrías. Si emotivos son sus agudos, igual de conmovedores son sus graves. Y, sobre todo, destaca la naturalidad que pone en todo lo que dice. Es un enorme aficionado, como demuestra al ofrecer nuevas melódias y poemas clásicos, pero es capaz de poner la tradición al servicio de sus emociones. Esa es la clave, el misterio de lo jondo, de todo arte vivo: dar espacio a la verdad del momento presente, respirar la vida en cada tercio. Y eso, hoy por hoy, El Pele lo hace como nadie. A ello une una capacidad escénica, histriónica, fabulosa. De hecho el cantaor llevó a cabo parte de su recital recorriendo el escenario de uno a otro lado. La soleá fue trasgresora, anárquica y sobrecogedora. Y la malagueña un paisaje desolado y mate. El público cerró la soleá con una larga ovación. El Güito regaló un delicioso marcaje en una intervención que resultó brevísima.

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