Baile: Eva Yerbabuena. Cante: Enrique el Extremeño, Segundo Falcón, Jeromo Segura. Guitarra: Paco Jarana. Percusión: Antonio Coronel. Lugar: Sala Joaquín Turina, Sevilla. Fecha: lunes, 21 de octubre. Aforo: Lleno.
La AECC celebra sus 60 años de lucha con una gala
protagonizada por Eva Yerbabuena.
Para encontrarse a uno mismo conviene haberse perdido
antes. Si esta bailaora, Eva Yerbabuena, es relevante, si ha marcado el baile
femenino de los últimos diez años, no es por su enorme destreza técnica, pese a
lo que creen algunas de sus émulas. Tampoco por su poderío dramático. Ambos son
consecuencia de haberse encontrado a sí misma como artista. Lo cual, como
suponen, tiene que ver con encontrarse a sí misma como ser humano. Un mortal,
de carne y hueso, es lo que hay en el escenario. Todo es elocuencia y la
precisión se presenta con un halo de naturalidad, de suavidad, de ternura
incluso, en las antípodas de buena parte de la estética de la danza flamenca
actual. Yerbabuena baila la tragedia de la seguiriya y luego celebra la vida
por fiestas en la gala de la Asociación Española Contra el Cáncer. Convoca la
Asociación, organiza la Fundación Machado con la colaboración de Cajasol, que
cede su sede para la ocasión. 60 años de generosidad, por la vida.
Lo que en
esta bailaora es generosidad, todo lo contrario de gratuidad. Nada en su baile
está por estar. Todo es genuino y los endiablados zapateados también tienen un
sentido. Hay artistas, seres humanos, que logran esto por gracia y a otros les
es concedido el don del esfuerzo, del trabajo duro, para lograrlo. Éste, creo,
es el caso de Yerbabuena: todo lo que vimos anoche en el escenario fue
generosidad pero nada es gratuito. Todo tiene el sentido de la entrega, la consciencia
del instante al que llamamos vida. Así que, encuéntrense a sí mismos, señores y
señoras, ahí está el secreto: quizá usted no viva en el virtuosismo, a lo mejor
tiene la suerte de que la eternidad mora en un solo gesto de su mano, de sus
ojos, de su cadera. A lo mejor usted no tiene que esforzarse tanto para ser
quién es. Pero, ¿quién no se ha perdido, alguna vez?
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